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Un pastor y su ganado durante la trashumancia. A.MINGUEZA
Ganaderos, siempre al pie del cañón

Ganaderos, siempre al pie del cañón

Ser ganadero y pastor es duro y sacrificado, de ahí que el relevo generacional sea un problema. Aún así, quienes trabajan «de luz a luz» con el ganado, no lo cambiarían por ninguna otra profesión

Lorena Cádiz

JAÉN

Domingo, 16 de diciembre 2018, 00:08

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Dicen que ser pastor no tiene 'glamour', que queda mejor decir que eres ingeniero y que vives en Liverpool, «aunque allí te ganes la vida como camarero». Pocos jóvenes quieren ser ya ganaderos y pastores. Es una profesión demasiado sacrificada. Según ellos mismos cuentan, el día no tiene horas, el trabajo es «de luz a luz, y a veces de noche también», no existen los fines de semana y tampoco las vacaciones. Aún así, los que lo son no son capaces de imaginarse en otro oficio, y menos en uno que les obligue a estar metidos entre cuatro paredes.

La ganadería es un sector clave para la provincia de Jaén, y más concretamente para la Sierra de Segura, donde se encuentran el 30 por ciento de las cabezas de ganado. En toda la provincia hay unas 200.000 cabezas, de las que en torno a 60.000 se encuentran en el término municipal de Santiago Pontones.

Un sector clave desde lo más básico a lo más complejo. Es clave por lo que lleva al plato, un alimento de primera calidad, como es el cordero segureño. Y lo es también porque sin ganado la sierra está perdida. Las ovejas pastan y limpian el monte, y se evitan incendios. Y los ganaderos, con su oficio, siguen poblando una localidad, Santiago Pontones, que a pesar de todo está entre las que más población pierden de toda la provincia.

Además, todos estos ganaderos son trashumantes, es decir, que cada año cuando llega finales de noviembre, con las primeras nieves, se marchan con su ganado a tierras más cálidas, muchos de ellos a Vilches, y allí permanecen hasta finales de mayo, principios de junio. Las trashumancia es la forma más sostenible y respetuosa con el medio ambiente que tienen los pastores para que su ganado sobreviva al duro invierno de la sierra.

Domingo García Rico es uno de los ganaderos con más cabezas de la sierra. Él y otros dos hermanos, suman en total 2.000 cabezas de ganado. Vive en La Matea, una aldea de Santiago de la Espada y dice tranquilamente que no se ha ido nunca de vacaciones. Tampoco se ha casado, igual que otro de sus hermanos que también se dedica al oficio.

Sus abuelos ya eran ganaderos, sus padres también, y de cuatro hermanos, tres viven de esto.

«El trabajo de ganadero no tiene horas, no tiene días festivos ni tiene vacaciones. El reloj lo tienes para saber las horas del día, pero las horas de trabajo no las sabes», cuenta Domingo, que pone como ejemplo la temporada de paridera, que es la época en la que nacen los corderos. «Cuando llega paridera tienes que trabajar de luz a luz y muchas veces hasta de noche».

Ellos tienen organizadas las parideras en enero, en marzo y en agosto. «Tenemos que ir combinando con la trashumancia, para que cuando llegue ese momento hayamos vendido toda la reposición».

«En Santiago de la Espada nieva mucho, hay mal clima, con lo que necesitaríamos muchas naves para tener a los animales. Por eso te vas a las zonas más cálidas, que están en las dehesas. La trashumancia es ganadería extensiva, que es bueno para la sierra, para los fuegos, y hasta para trasladar semillas. Hay animales que comen semillas en Santiago de la Espada, y en la trashumancia, a los tres días, te las echan», explica Domingo.

«Yo hago todo esto porque creo que merece la pena, pero un ganadero no puede serlo si no le gustan los animales y la sierra. Esto es muy sacrificado. Yo no tengo hijos, pero muchos ganaderos que los tienen son ellos mismos los que les aconsejan que no entren en el negocio. Es una vida muy dura y con beneficios escasos».

La presencia de la mujer en este mundo sigue siendo aún muy escasa, aún así hay ganaderas, que también son madres y amas de casa, por lo que su jornada de trabajo se alarga aún más.

Mari Chinchilla es una de ellas. Sus padres tenían ganado, pero ella se metió en el negocio cuando se casó con su marido, hace 25 años. Ambos se encargan de las más de 700 cabezas que tienen.

Viven en una aldea de Santiago de la Espada y cuando llega la trashumancia tienen que separarse. Su marido se va hacia Sierra Morena con el ganado, a pesar el invierno, y ella se queda con una de sus hijas, que aún está en edad escolar, en Santiago de la Espada. Eso de lunes a jueves, y cuando llega el fin de semana, se van en busca de su marido a Vilches. Así durante seis meses al año, «a finales de mayo vuelve a Santiago de la Espada y ya estamos todos juntos».

«En esta profesión, las horas de trabajo son incalculables. No tienes días ni horas. Vivo de esto desde que me casé, todo lo que tenemos nos lo ha dado la ganadería, pero es muy sacrificado», explica Mari. «Tengo tres hijos y al del medio le gusta. Si él quiere seguir con esto, perfecto, pero me gustaría que tuviera una vida mejor a la que nosotros tenemos».

Mari dice que si no estuvieran los ganaderos, la sierra «estaría muerta», pero que no es fácil vivir «estando tan retirados de todo»

Jaime Ruiz es uno de los 17 jóvenes que este próximo año se van a incorporar al oficio de ganadero. Vive en Santiago de la Espada y sabe lo que es trabajar con ganado desde que era un niño. Sus abuelos y sus padres también han sido ganaderos. «Acabé la ESO y ví que los estudios no me gustaban y me metí en esto. A mí me gusta el campo y las ovejas», asegura.

Su familia tiene en torno a 900 ovejas, que ahora gestionan entre su madre y su padre y su hermana y él. «Mis padres hubieran preferido que estudiásemos porque esto es muy sacrificado, no tiene fines de semana ni vacaciones, pero a mi no me gustan los libros y esto, aunque sea duro, me gusta».

«Te levantas y te lías con las ovejas y si tienes que estar hasta por la noche, pues es lo que toca. Es duro, pero palos con gusto no duelen», asegura.

Desde niño

Jorge Morcillo vive también en La Matea, en Santiago de la Espada y tiene unas 1.400 cabezas de ganado. «Estoy en esto desde que era niño, mis padres y mis abuelos han tenido siempre ganado. Tenía claro desde niño que iba a ser ganadero. Esto es una devoción, un oficio que vives desde pequeño, es como el que quiere ser futbolista desde que es niño». «La mayoría de los ganaderos que hay allí arriba lo han mamado desde niños».

Jorge también reconoce que es un oficio sacrificado, «porque no hay horario». Pero asegura también que «hay días que hay más trabajo, madrugas más, y otros que puedes tomártelo con más calma. También tenemos nuestras vacaciones, antes no, pero hoy en día sí. Si me voy un fin de semana, lo hago el que puedo, y las vacaciones igual. En Navidad hay mucho trabajo porque están pariendo, pero en verano sí que hay fechas que te puedes ir de vacaciones».

El pasado jueves, la Diputación Provincial concedió ayudas por valor de 217.000 euros a 62 ganaderos trashumantes de la provincia, la mayoría de ellos de Segura. Un dinero con el que sufragan parte de los costes de arrendamiento de pastos, así como los del traslado del ganado.

Este acto coincidió con el proyecto 'Always segureño', puesto en marcha por IDEAL y que pretende poner en valor el cordero segureño. Durante toda esta semana una exposición de 30 corderos, decorados por distintos artistas, ha estado expuesta en la lonja de la Diputación, y el jueves hubo allí mismo una degustación.

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