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La fortaleza destaca en el horizonte de Bedmar.
Los castillos de Bedmar y el tesoro frente al toro

Los castillos de Bedmar y el tesoro frente al toro

Numerosas leyendas proliferan relacionado con este alcázar

MANUEL RODRÍGUEZ ARÉVALO

Martes, 18 de noviembre 2014, 01:59

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Bedmar, tierra de castillos, ha contado con dos fortalezas a lo largo de su historia. La conocida como Al-Manzur, en época musulmana, brutalmente saqueado por los nazaríes, y el castillo nuevo, atribuido al infante don Fernando, allá por el año 1411, maestre de la Orden de Caballería de Santiago.

Con la muerte del rey de Aragón la construcción de la fortaleza sufrió una importante paralización que llevó la preocupación al corregidor de la villa, Luis López de Mendoza, por el peligro que suponía la debilidad defensiva. Por tanto, abusando de las exacciones tributarias de los vecinos consiguió finalizar la obra.

Relacionado con este alcázar se han prodigado numerosas leyendas, aunque una de ellas ha tenido una mayor trascendencia, a pesar de aparecer en otros fortines de la provincia.

A principios del siglo XX nació en Bedmar un niño bautizado con el nombre de Matías. El zagal nació con una cruz grabada en el paladar, que le concedía un sobrenatural poder de clarividencia. Este don lo perdió tras la venganza de una señora del pueblo que descubrió que le estaba engañando.

Una tarde estival, cuando Matías subía de la huerta, observó una luz entre los dos peñones del Pelotar y, empujado por una fuerza sobrenatural, se acercó poniéndose de rodillas delante del extraño resplandor. En ese momento escuchó claramente el mugir del toro del tesoro y una dulce voz que le indicaba donde se ocultaba. Además, tenía que regresar con su hermano y un huevo de paloma torcaz. A continuación tenían que levantar una enorme losa, que tapaba la entrada de la gruta, y con gran cautela entrar dentro de ella.

No tardaría en aparecer un enorme toro, que sólo sería vencido si le arrojaba el huevo y le acertaba entre sus dos grandes y afiladas astas. Si fallaban se sellaría la entrada y quedarían allí para siempre.

Matías se lo contó a su madre, pero no le dio permiso por temor a que perdiera la vida. No obstante, se acercó con sus amigos, metió su callado por una de las argollas y la losa se abrió suavemente, pero la cerró de inmediato para evitar accidentes.

Al poco tiempo su hermano Juan Manuel murió y Matías no volvió a intentarlo.

Tan solo trascendió que estaba muy cerca del castillo.

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