Segunda oportunidad para dedicarse al arte a los 60
Tres alumnos de la Escuela de Arte José Nogué con cerca de 60 años dedican su tiempo libre a aprender su pasión de manera profesionalizada
Fin de curso, llega el momento de elegir carrera, el futuro profesional que se seguirá, los planes para septiembre... y no siempre sale lo que ... uno quiere. La lucha entre estudiar lo que se quiere y lo que asegurará un puesto laboral en ocasiones conlleva un duro debate interno en el que es inevitable implicar a la familia, que son quienes aportan económicamente para la matrícula. Si las intenciones van al unísono, todo es perfecto, pero cuando chocan, surge el conflicto, sobre todo si el gusto personal tiende a la literatura, fotografía, escultura o ilustración. Y aparece el momento de: «¿Arte? ¿Eso qué salidas tiene?». Para un joven casi veinteañero puede suponer dejar a un lado su pasión para dedicarse a algo «práctico». Pero, cuando se acercan los 60 en el carné de identidad, la vida se ve diferente y hay tiempo para dar una segunda oportunidad al arte.
Victoria Garzón es una de estas personas que se acerca a los 60. «Llega un momento en que los hijos no te necesitan tanto, así que he buscado mi espacio, estoy todo el día inventado», explica, y es que cuando toca priorizarse, acudió en busca de un lugar donde volcar su recién descubierta afición artística. Así fue como descubrió la Escuela de Arte José Nogué, pues «no veía suficiente» la hora de clase que le ofrecía la Universidad Popular Municipal. Empezó moldeando y ya es técnica en reproducción en molde y escultura. «Aquí me siento joven, estar en clase saca tu parte niña, soy igual que los otros alumnos, que estamos al mismo nivel», apunta.
Otro de los veteranos de la escuela es José Luis López. Asus 69 años, este maestro retirado que llegó de Cuenca, probó un curso monográfico con el que fue director Manuel Kayser y se «enganchó». «Cuando me jubilé no me veía en casa, con la tele, tirado en el sofá sin hacer nada; seguía y sigo teniendo ilusión de hacer algo diferente al día siguiente y, ahora que dispongo de tiempo, tengo la agenda llena», relata. Ha realizado ciclos superiores de mobiliario, técnica escultórica, y también con moldes y reproducción. «La forma de pensar cambia totalmente cuando llegas a la escuela», cuenta, y es que los colores se ven diferente, la forma de observar el entorno y analizarlo se transforma a ojos de profesional. Porque ir a una escuela «exige estudio, preparación, dedicación y especialización», dice, y añade: «El que viene lo hace con ganas de estudiar, tiene vocación y se nota mucho».
Además, por su edad, es común que sean mayores incluso que los profesores. Sin embargo, «ellos nos tratan a todos por igual». «El profesorado es magnífico, hay una atención individualizada que tratan nuestras peculiaridades, con una dedicación especial», subraya López.
Choque generacional
Respecto a los alumnos, el salto de edad es más grande, pero esto no afecta a su trato, en todo caso «beneficia». «Al principio, cuando nos ven en clase, no saben cómo tratarnos, pero a los cuatro días somos compañeros y hay una relación fluida, a veces requieren de nuestra experiencia en algunas cosas en lo personal o artístico, y nosotros nos aprovechamos de su fuerza y vitalidad, de esa tierna ingenuidad de 18 años que van a corazón abierto, y nos contagiamos», declara.
«Yo soy la reina madre de mi ciclo», bromea Esperanza Cubillo, de 58 años. Profesora de instituto en Torredonjimeno, siempre ha tenido la inquietud por hacer cambios decorativos, «he hecho reformas sin tener técnica», de forma autodidacta, así supo que debía fomentar ese «gusanillo». Como profesora «de vocación», no se había planteado probar algo más, pero al apuntarse a la escuela de arte, supo que tomó la decisión correcta. «Fue cuando los hijos se independizaron que me decidí a probar y aquí he disfrutado y he aprendido lo más grande», relata, en un ambiente que «enriquece».
Asegura que, por la diferencia de edad, se convierten también en consultores con conocimiento vital extra, lo cual valoran también los otros estudiantes. Les ha tocado «convencer» a algunos a continuar con los estudios cuando las fuerzas flaquean y el «¿arte? ¿Eso qué salida tiene?» toma fuerza en casa. «Es gente valiosa que tenía cualidad», dice José Luis, y Esperanza destaca que «puede dar susto», pero puede tener más salidas que otras profesiones. «El arte está puesto en valor desde el minuto cero, el manual, el diseño, el gráfico... está en todo, detrás de un enchufe, una silla, hay un proyecto, un diseño, un gran trabajo, nada es accidental».
De hecho, la Escuela de Arte José Nogué impulsa la participación en premios como es el de Mochila de Plata y Tiza de Oro, en la realización de los trofeos que en este caso se entregan a profesores de la ciudad. José Luis y Victoria se encargaron de ellos en dos ocasiones.
Flexibilidad
Ángela Kayser, directora de la escuela, destaca que «siempre ha habido una gran variedad generacional» en el centro, que ha sido «un espacio de convivencia maravilloso y de enriquecimiento de manera natural, a nivel personal y de formación». Recuerda cómo la escuela ha ido cambiando según lo ha hecho la sociedad, estando antes más enfocada a la parte de los oficios artístico, y tirando cada vez más al arte en sí. «En Jaén siempre ha habido mucho interés de creación, hay un gran caldo de cultivo», afirma la directora, que señala que se cuenta con una enseñanza más reglada, por lo cual «no se ha dejado de recibir a personas que han planteado su vida profesional y personal en una línea, pero con el gusanillo presente».
«No somos cuatro bohemios que nos dedicamos a pasar el tiempo, sino que son profesiones que la sociedad necesita para construirse, que estamos diariamente consumiendo», dice, y añade: «Se tiende a pensar que tan solo somos mano de obra, pero no es así, y ellos en particular tienen muchísimo mérito, porque deben cambiar una rutina de su día a día –pues no es solo a horas puntuales– para estar inmersos en una profesión nueva que aprenden y pueden ejercer, se han titulado y están acreditados para ello». «Aquí no hay condescendencia, sí flexibilidad de adaptarse a los ritmos», subraya, en un entorno en que la creatividad une, sin importar la edad.
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