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Normalidad. era la palabra que se trataba de difundir desde el Hospital universitario de Jaéń. algunas personas a la entrada del centro sanitario seenteraban del apagón mientras miraban al interior del edificio con preocupación. Por fortuna, la luz, el aire y los sistemas básicos continuaban en marcha gracias a un generador con grupos electrógenos. Un método que permite que haya electricidad en un lugar básico para la superviencia de las peronas. Las máquinas respiratorias, las incubadoras de bebés y otros sistemas deben continuaren funcionamiento sí o sí por elbienestar de la ciudadanía, razón por la que elgenerador entró en funcionamiento al instante.
En pasillos, despachos y alguna consulta lasluces de emergencia eran la única iluminación, además del proveniente de las ventanas. Se mantenía así el consumo bajo mínimos con intención de alagar su vida lo mmáximo posibl, según confirman fuentes sanitarias.
Dolores Nieto y su hija, Lourdes cruz, llevaban toda la mañana esperando su cita oncológica para un tratamiento de inmunología. La mujer había viajado desde Burunchel, a más de 100 kilómetros, mientras su hija se había desplazado desde Murcia para acompañarla. En la sala había más gente con ellas a la espera de ver qué sucedía. Fue cuando llamaron que les indicaron que no iban a poder ser atendidas ni recibiría su tratamiento. Al estarel sistema informático apagado no pudieron acceder a su historial ni a los resultados de la últma analítica, así que tampoco se podía ajustar el tratamiento. «Han tomado nota de nuestro teléfono a mano y que mañana nos llamarán para volver a citarnos», explicaba Lourdes. Ella se quedará unos días más para estar con su madre.
Otro paciente, con una cirugía de hernia programada, había sido ingresado a primera hora «sin problema». Así lo explicaban sus familiares que esperaban en el exterior. «En principio todo va según lo planeado, esperamos que sigua así», comntaban.
Un grupo de celadoras bajaba hacia la puerta, aceleradas. Habían tenido que bajar a un paciente con movilidad reducida a pulso por las escaleras, pues los ascensores del centro de diagnóstico son «viejos» y no iban bien, así que tuvieron que realizaron a mano.
En el centro de salud Virgen de la Capilla también se notaron los efectos. Su directora, Ana Rus, explicaba que por fortuna la mayoría de citas se habían podio atender al ser las de primera horas, el problema llegaría con las de la tarde y la imposibilidad de agendar nada para la tarde. Los médicos atendían solo las citas presenciales y se recetaba al método «clásico», con papel y boli. Lo que hubiera que mirar en el ordenador debía esperar y se atendía a la gente con luces de emergencia o la que entraba por la ventana,nada más. En las escaleras del centro de salud se reunían pediatras, médicos de cabecera y enfemeras, con consultas anuladas y esperando que regresara la luz o tratando de descubrir qué había sucedido. Una silla de ruedas ante el ascensor, con la puerta entre abierta, recordaba que no funcionaba el mecanismo, por si la penumbra al final del pasillo no era suficiente aviso. «paciencia», decía una sanitaria, cuzada de brazos y con ganas de hacer lo que la tecnología le impedía.
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