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Jesús Jiménez
Jaén
Miércoles, 23 de abril 2025
Sería difícil definir lo que es una romería. Sin duda es una peregrinación a un santuario o ermita, aunque a su vez no se puede ... negar que también son actos multitudinarios de jolgorio, una fiesta popular que reúne a los vecinos y atrae a los que se marcharon para vivir una jornada de convivencia, aunque sí tiene un efecto más terrenal: el impacto económico que genera en el territorio.
Las romerías son un agente dinamizador de las economías locales, en especial de los pueblos y aldeas, donde negocios tradicionales, que se heredan de padres a hijos y de madres a hijas, viven un momento culmen al aumentar la demanda de productos de manufactura. Es el caso por ejemplo de dos elementos clave en cualquier romería: los vestidos de flamenca y los trajes cortos, y los caballistas en su montura.
Un ejemplo es el de la Sastrería Don Pepe, un establecimiento de toda la vida asentado en Porcuna y que se especializa, entre otros productos, en el elaboración artesanal de trajes de corto. «La época de las romería es muy fuerte, ahora tenemos trabajo a reventar, fácilmente pueden suponer entre el 30 y el 50% de los ingresos de todo el año», asevera Luis Sánchez, el sastre del negocio.
Según explica Sánchez, la campaña suele comenzar en enero y febrero, aunque la de este año ha estado marcada por la tardía fecha de la Semana Santa, lo que ha producido que se retrase el volumen de trabajo y se concentre en las próximas semanas.
«La gente estaba preocupada en qué ponerse durante Semana Santa, pero ahora pasa el Domingo de Resurrección, ahora van a echar mano del traje y se acuerdan de que necesitan otro, o quizá un remiendo o algún elemento decorativo, y entonces es cuando llegan las prisas por buscar», detalla.
La elección del traje de corto no es baladí, pues en el caso de la manufactura artesanal, el cliente elige desde la tela hasta el diseño. «Un buen traje es para toda la vida, aquí si nos vienen a hacerle arreglos es porque se ha quedado estrecho o ancho y necesitan ajustárselo».
Como en cualquier otro campo de la moda, en la flamenca también influyen las nuevas tendencias, aunque con matices y no de forma homogénea. En el caso de los vestidos sí que se producen más cambios de un año para otro, sobre todo por la proliferación de las pasarelas de moda, en las que se muestran las nuevas tendencias del sector.
En el caso de la moda masculina, es «sota, caballo y rey, más relajada», por lo que no hay cambios significativos de una romería a otra. La mayor diferencia se produce en los detalles, como el color de los sombreros, y en la altura de las chaquetas, entre otros.
«En lo que sí notamos la diferencia es respecto a la edad. Los chicos más jóvenes buscan colores más llamativos y que el diseño se parezca lo máximo posible al traje de equitación o incluso a un traje de luces. Los adultos ya buscan algo más funcional, que no sea tan entallado, de un estilo más sobrio», explica Luis Sánchez.
«Al final lo que buscan es cumplir la tradición, y nuestro trabajo es hacer que todo les siente como un guante. Lo que queremos es aportar con nuestros diseños a una celebración única en la que se va a disfrutar y donde los trajes son un elemento central de la festividad», concluye Sánchez.
Si los trajes son iconos plásticos de la romería, no son de menor importancia los caballos y los aparejos necesarios para la monta. Desde la silla hasta las espuelas, los caballistas necesitan invertir una suma importante en estos productos, recurriendo a las guarnicionerías, establecimientos especializados en el campo, un empleo tradicional que incluso se puede considerar orfebrería.
«Es cierto que ahora con la romería aumenta un poco el volumen de negocio, pero no tanto como se aprecia desde fuera. Los caballistas montan al animal todo el año, y si necesitan algún producto lo compran en el momento, no suelen esperar porque es su hobby y quieren disfrutar de él», explica Manuel Sánchez, dueño de Guarnicionería Sánchez, en Baeza.
De hecho, la campaña más fuerte para el sector suele ser en la época de Navidad, cuando familiares o amigos buscan el regalo perfecto para los caballistas. «Es un negocio muy cercano, y nosotros sabemos lo que le falta o lo que quieren nuestros clientes y les recomendamos, por eso confían en nosotros».
Aún así, sí reconoce que en los últimos años se ha producido un resurgir de la tradición y la pasión por la monta, lo que se ha traducido en tanto trabajo, «que ya no se da abasto para cumplir con todos los pedidos que nos llegan»; una situación que redunda en beneficios económicos, «pues al que le gusta y tiene posibilidades no tiene reparos en el gasto».
Un resurgir que supone una vuelta a las raíces propias y que Manuel Sánchez achaca a que se trata de una tradición que se transmite de generación y generación, y que los recuerdos son un factor clave para que se mantenga el arraigo en las pequeñas localidades.
«Mis clientes son la mayoría de familias con tradición romera y caballistas. A veces vendes aparejos a jóvenes cuyos padres son clientes desde hace muchos años, y es muy bonito ver como entraban cuando eran pequeños y ahora lo hacen de mayores; es una afición familiar y muy emotiva. Para los guarnicioneros es muy bonito ser partícipes del disfrute de los vecinos en la romería».
La demanda existe, pero la oferta cada vez es menor. Esa es la realidad que transmiten los dueños de estos negocios locales, que ven como el interés por las tradiciones no es suficiente para atraer a los jóvenes, que no eligen estos empleos de toda la vida como carrera profesional.
Es el caso de Manuel Sánchez, propietario de Guarnicionería Sánchez, un establecimiento con más de 35 años de historia que ve peligrar su futuro ante la falta de una próxima generación que en unos años se haga cargo del negocio.
«Yo comencé cuando era un crío, a los 11 años ya estaba aprendiendo en un taller, donde estuve trabajando cinco años hasta que pude empezar por mi cuenta. Ahora algún familiar joven viene a ayudarme porque yo le enseñé el oficio, así se saca un dinero por las tardes, pero tiene su trabajo por la mañana y tiene claro que no quiere dedicar su vida a esto», relata Manuel Sánchez.
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