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Roma

Opinión ·

La ciudad por antonomasia y la metonimia de una cultura que impregna toda la vida occidental desde el Derecho a la Lengua

ANA MORENO SORIANO

JAÉN

Domingo, 16 de septiembre 2018, 13:38

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Unida a mi universo personal desde los libros de Historia con César y el Imperio Romano y por las ilustraciones de Rómulo y Remo en el primer libro de Latín, Roma es la urbe -la Urbe Condita de Tito Livio, la que recibe la bendición del Papa al mismo nivel del resto del mundo...- la ciudad por antonomasia y la metonimia de una cultura que impregna toda la vida occidental desde el Derecho a la Lengua, la capital de un país tan cercano por sus olivos y sus almendros, por el mar que los que somos del interior consideramos el Mare Nostrum y por una Historia reciente de lucha contra el fascismo y de conquista de la democracia, con un Partido Comunista que ha sido el más influyente de toda Europa.

Roma ha sido el escenario de muchas películas inolvidables que nos mostraban el testimonio de los mártires cristianos en Quo Vadis y la lucha de los esclavos que se rebelaron con Espartaco y pusieron en jaque a las legiones romanas en la magnífica obra de Stanley Kubrick; el cine representó el duelo entre Miguel Ángel y el papa Julio II, el tormento y el éxtasis plasmados en los frescos de la Capilla Sixtina; Roma era la ciudad abierta de Rossellini que resistía contra el fascismo y la ocupación alemana, la ciudad devastada tras la Guerra que buscaba sobrevivir con dignidad en Ladrón de bicicletas y, por la Plaza de San Pedro, transitaba un grupo liderado por un sacerdote católico que salvó a más de cuatro mil personas -judíos, partisanos, comunistas- de caer en manos de los nazis, como podemos ver en Escarlata y Negro. Y, siguiendo con el cine, es imposible no recordar la fugaz historia de amor entre Audrey Hepburn y Gregory Peck en la deliciosa comedia de William Wilder y no unir la Fontana de Trevi con La Dolce Vita, de Fellini.

Paseando por Roma, encontramos el Coliseo, el Foro, las calzadas, las termas y los acueductos que nos llevan a muchos siglos atrás en la Historia; admiramos la estatua ecuestre de Marco Aurelio en la Colina Capitolina y recordamos los tesoros artísticos que tratábamos de retener a través de las diapositivas que veíamos en las clases de Historia del Arte, en sexto de Bachiller: las esculturas de Miguel Ángel y Bernini, la pintura de Rafael Sanzio y Botticelli o la arquitectura de Bramante, un mundo de belleza y trabajo que salía de las manos de aquellos artistas y pensadores apasionados y contradictorios...

Y encontramos una ciudad viva, con miles de visitantes que cada día inundan sus calles y sus plazas, se pierden por sus barrios más populares llenos de callejuelas y rincones, recorren la Plaza de San Pedro en el Vaticano y se sientan en las terrazas luminosas para degustar los platos típicos y saborear un buen helado, conscientes, como Hans Christian Andersen, de que Roma es como un libro de fábulas y en cada página, encontramos un prodigio. El prodigio puede ser -ya lo decía Pessoa- encontrar en el viaje algo de lo que somos, aunque cada viajero lo viva a su manera... Para mí es el encuentro con piedras que hablan y reverberan al sol, con voces que me recuerdan las canciones románticas de mi adolescencia, con colores de campo y de río, con sabores cercanos y renovados. Me ha sobrecogido la mirada del Moisés de Miguel Ángel y me ha emocionado el grupo escultórico de la Piedad del Vaticano. He pensado en Rafael Alberti y en María Teresa León que vivieron en Roma algunos años de su obligado exilio: Memoria de la Melancolía nos traslada a la Vía Garibaldi, a Santa María la Mayor, al restaurante Rómulo; Alberti publica, en mil novecientos sesenta y ocho, Roma, peligro para caminantes, y habla del primer Papa, el San Pedro pescador que yo también recuerdo en las palabras del poeta gaditano cuando me acerco a la Basílica...Y tampoco puedo olvidar que, hace treinta y cuatro años, en una plaza de Roma -la Plaza de San Giovanni- muchos miles de personas entonaban La Internacional para despedir a Enrico Berlinguer, uno de los dirigentes comunistas más importantes de la Historia.

Sí, pienso que Roma es lo que aprendimos hace años, lo que sabemos ahora, lo que descubrimos y lo que nos queda por conocer. Todo se funde en nuestra percepción de las cosas, entre lo que vemos y lo que somos pero, si hay algo cierto, es que todos los caminos conducen a Roma. Por algo será.

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