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Panel situado en el centro Carmen de Burgos, con la imagen de la periodista, también conocida como Colombine . L. CÁDIZ
El Patronato de la Mujer o el Cuento de la Criada

El Patronato de la Mujer o el Cuento de la Criada

Entre 1941 y 1985 muchas mujeres fueron encerradas en reformatorios para ser 'reeducadas'. En Baeza había uno y era de los más temidos. Las vueltas de la vida han hecho que ese edificio hoy sea un centro de estudios feministas

LORENA CÁDIZ

JAÉN

Domingo, 25 de noviembre 2018, 00:43

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El Cuento de la Criada (por si queda alguien que aún no lo conozca) es una distopía que imagina un futuro en el que un gobierno teócrata toma las riendas de una república llamada Gilead en la que las mujeres dejan de tener autonomía económica, se les bloquean todas sus cuentas. Tampoco tienen libertad de movimiento. No pueden salir de casa solas. Ni actividad intelectual alguna. En Gilead las mujeres ni siquiera pueden conservar su nombre, si no que pasan a adoptar el nombre del hombre que las asume como de su propiedad.

El libro que 1985 escribió Margaret Atwood y que se ha hecho aún más famoso con la serie que ahora tiene a medio mundo con el alma en vilo, muestra un futuro imaginado. Pero no hay que irse a la ficción para descubrir realidades parecidas. Ni siquiera hay que mirar hacía el futuro, sino más bien al pasado, y muy cerca de casa, a la vuelta de la esquina.

«La dignificación moral de la mujer, especialmente de las jóvenes, para impedir su explotación, apartarla del vicio y educarlas con arreglo a la religión católica», era la finalidad del Patronato de Protección a la Mujer, institución nacida en 1941, dependiente del Ministerio de Justicia franquista y presidido (el patronato) por Carmen Polo de Franco.

Dicho patronato, según se recoge en los documentos digitalizados por el Archivo Histórico Provincial de Sevilla, se encargaba de la 'protección' de las menores de 16 a 21 años, y hasta los 25 en casos especiales. Las jóvenes podían pasar a la tutela del Patronato por varios cauces: Tribunales, particulares, u otras autoridades. En caso de prostitución, corrupción, etc. las jóvenes solían ser recluidas por mandato judicial; en otros casos las menores eran recogidas de las calles por la Policía por hallarse huidas de casa o encontrarse en establecimientos de dudosa moralidad; también podían ser internadas por sus padres por conductas consideradas excesivamente rebeldes o temerosos de posibles perversiones o peligros; o podían ingresar por su propia voluntad, pasando el Patronato a suplir las funciones de la familia.

A todas se las recluía en centros que se fueron organizando por todo el territorio nacional, a los que se les solía llamar hogares o residencias, pero que no eran otra cosa que reformatorios.

En 2012 vio la luz un libro llamado 'Las desterradas hijas de Eva', en el que la escritora Consuelo García del Cid sacaba a la luz, por primera vez, la realidad de los reformatorios franquistas. Entre ellos era muy conocido por las chicas que estuvieron internas, el que había en Baeza. «Era el peor de todos, allí no quería ir ninguna», cuenta Del Cid, que vivió la experiencia en sus propias carnes, aunque en su caso en Madrid.

«Soy hija de una familia burguesa catalana y a los 14 años me revelé a nivel político. Iba contra la dictadura y era muy activa, a lo que mi familia reaccionó muy mal. Tenía ya quince años cuando un día por la mañana muy temprano, yo estaba durmiendo, y entró en mi habitación mi madre acompañada del médico de cabecera de la familia. Me cogieron por los brazos y me dijeron que me iban a vacunar y me pusieron una inyección. Cuando me desperté estaba en una habitación que no conocía de nada con una maleta llena con mi ropa, a los pies», recuerda la escritora.

«La habitación tenía una ventana con barrotes y cuando me asomé vi que los coches que pasaban tenían matricula de Madrid». Según cuenta, era el reformatorio de las Monjas Adoratrices de Padre Damián, 52. «Allí viví lo peor de mi vida». A ella no la entregaron al Patronato, sino que su familia pagaba porque estuviera allí. «Era como estar en la cárcel y pagar un alquiler», dice.

Allí estuvo más de un año hasta que se escapó, pero la encontraron y la llevaron al reformatorio Buen Pastor de Barcelona. «El día que salí prometí que sería escritora y que el país entero se enteraría de lo que habíamos pasado», dice Consuelo García del Cid, que habla de una «laguna documental absoluta» en los temas relacionados con el Patronato de la Mujer y asegura que 'Las desterradas hijas de Eva' es el primer ensayo que se hace al respecto.

Cuando lo publicó hizo una gira de presentaciones que cerró en Baeza, precisamente, según cuenta, por ser considerado uno de los reformatorios más duros del Patronato. La escritora asegura que en muchos casos las chicas eran 'recogidas' por las 'celadoras' que «eran mujeres de una moralidad incuestionable y afines a la dictadura», si las veían en un bar, o en una situación que no se considerara la adecuada para una mujer entonces.

«La mayoría de edad era hasta los 21 años y si te tutelaba el Patronato, podían tenerte encerrada hasta los 25», asegura Del Cid.

El Archivo Histórico Provincial de Sevilla tiene digitalizadas también varias actas de ingresos en reformatorios del Patronato de la Mujer. Entre ellas la de una chica, Aurelia, ingresada en octubre de 1949 porque tenía novio, pero se disgustaron y eso hizo que entrara y saliera con chicas y chicos diferentes cada día, lo que llevó a su madre a entregarla al Patronato. Y Ana María, que llegó al reformatorio en diciembre de 1948 por haberse «ido con compañeras de la artista de cine Marisol».

Nuestra Señora del Alcázar

El que fuera reformatorio de Baeza podría considerarse un símbolo de la evolución histórica que ha vivido la mujer desde la dictadura hasta hoy. De ser uno de los reformatorios más duros del país, hoy es el centro Carmen de Burgos, único centro de formación feminista que existe en España. Una historia peculiar, que no se libra de algunas lagunas.

Gracias a las investigaciones de Consuelo García del Cid sabemos que en la dictadura se llamó Hogar Nuestra Señora del Alcázar y estuvo en manos de la congregación de las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia entre 1953 y 1977. Ni el propio centro Carmen de Burgos, ni el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), ni su archivo en Sevilla, ni el Archivo Histórico Provincial de Jaén, ni el Archivo Municipal de Baeza, ni el Ayuntamiento de Baeza, en su área de Patrimonio, han podido aportar documentación sobre aquella época a este reportaje, sencillamente porque no tienen nada. No existe.

Seguramente las monjas se lo llevaron todo o directamente lo destruyeron. Lo que sí existe y localizó Del Cid es una publicación elaborada por las propias Hermanas Terciarias Capuchinas en su 50 aniversario en la que, entre otras muchas cosas, se habla de su labor en el Hogar Nuestra Señora del Alcázar.

«Tan pronto como quedó establecida la comunidad (conformada por cinco hermanas de las que se da su nombre) comenzó la tarea de trasladar a la institución, desde los distintos centros donde se encontraban, a las menores... Los primeros momentos de la casa fueron verdaderamente duros y a prueba del buen espíritu de fortaleza interior que demostraron tener las hermanas», dice el informe.

«Por una parte el panorama que ofrecía el centro era deprimente por su lobreguez, oscuridad y humedad. El terreno circundante era un verdadero erial y, por si fuera poco, faltaba el agua que había que comprar y traer en cubas...» «Por otra parte, las jóvenes que llegaban a la institución -difíciles en su mayoría- no se adaptaban a la misma debido, en gran medida, a la tristeza de su espacio físico, y se dieron muchas y aparatosas fugas».

Pasado el tiempo y con considerables mejoras en el edificio, «ante el trato familiar de las educadoras-cuenta una crónica- las chicas se fueron ambientando, encontrándose cada vez mejor y correspondiendo con afecto y gratitud hacia las hermanas», concluye el informe.

Últimos años

María (es un nombre ficticio para mantener su anonimato) es funcionaria del IAM desde el año 1990 y destinada al reformatorio de Baeza desde que aprobó las oposiciones. Ella convivió durante un año, haciendo su trabajo, con las monjas y las chicas, cuando ya el centro estaba en manos del IAM. El Patronato de la Mujer se suprimió en 1985 y todas las competencias pasaron a las comunidades autónomas.

En 1990 eran ya otras las monjas que gestionaban el centro. Era la congregación María Puerta del Cielo. Ellas llegaron en 1977 cuando se fueron las Terciarias Capuchinas y se quedaron hasta el 1991, cuando se fueron de allí y pasaron a ser un organismo autónomo, con el que la Junta siguió un tiempo colaborando. El edificio se sometió a una importante reforma y en 1993 abrió ya sus puertas como centro de formación feminista Carmen de Burgos.

En aquellos últimos años, el centro era ya casi un imposible, donde se mezclaban menores de reforma, de protección, madres solteras, mujeres maltratadas... Y «por lo que yo vi, esas monjas no maltrataban a nadie. Más bien eran ellas las que pescaban. Eran ya muy mayores y eran como las abuelas de las chicas», cuenta María.

En los 90 las políticas comenzaron a cambiar y empezaron a crearse los pisos tutelados y la separación de las mujeres según sus circunstancias.

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