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Orgullito

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AD LÍBITUM ·

Ese astado de bandera, de 528 kilos, de la ganadería de Garcigrande, acaba de ser indultado por El Juli en la plaza de la Maestranza de Sevilla por su nobleza y bravura

JAVIER PEREDA PEREDA

Viernes, 20 de abril 2018, 19:44

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La casta y el trapío de 'Orgullito' ha llenado a más de uno de orgullo, e incluso me atrevería a decir que también a los antitaurinos. Ese astado de bandera, de 528 kilos, de la ganadería de Garcigrande, acaba de ser indultado por El Juli en la plaza de la Maestranza de Sevilla por su nobleza y bravura. Igualmente es para sentirse orgullosos de los primeros espadas de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que, después del revolcón y desplante sufrido por los cabestros de la audiencia de Schleswig-Holstein, que con peregrinos razonamientos denegaban la extradición del prófugo Puigdemont, se han atado los machos y con vergüenza torera se han crecido ante el castigo mediante un auto, porque el tribunal germano quería torearnos de farol y con su mirada bizca. A las primeras de cambio, han aprovechado que el Rin y el Danubio pasan por Alemania para enviarles un primer aviso a modo de suerte de varas. Con ocasión del recurso planteado por la malquerencia del encerrado en chiqueros, Jordi Sánchez, a instancia del diestro instructor Llarena, que le denegó el permiso para hacer el paseíllo y ser nombrado presidente de la región catalana. La casta política supremacista y secesionista -cuya base social la respalda sólo la mitad de catalanes- ha cerrado liberticidamente la Monumental, por el odio a todo lo que representa a España.

Así, la enfermedad del nacionalismo ha llevado a la regidora Colau a quitar una calle al Almirante Cervera por facha, cuando todavía no había nacido esa ideología, y cambiarla por la de Rubianes; el que dijo lo de la «p... España». Y es que han dado la 'espantá' para entender lo que dijera Ortega y Gasset: «La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda». Ante el vergonzoso tancredismo y la cobardía del Gobierno de la Nación, incluido el de Montoro que no advierte malversación en el procés, no ha quedado más remedio a los magistrados que coger al toro por los cuernos y, como los valientes toreros, decir a la cuadrilla miedosa de incompetentes políticos: «¡dejadme solo!». Así, ajustándose bien la taleguilla, con un par, después de haber brindado con la montera la faena al respetable, que es donde reside la soberanía nacional, han recibido al engreído morlaco germano a puerta gayola; después de calmar su fiereza con el capote entre verónicas y chicuelinas, para dar paso a la muleta con naturales, pases de pecho y manoletinas; y mirando al tendido han arrancado del público: «¡música maestro!»; y esta ha comenzado con los acordes del pasodoble: 'Que viva España', en un subidón de autoestima y defensa de nuestras instituciones.

Los togados tudescos del acoso y derribo han sido instruidos en los sucesivos cambios de tercio, porque no es lo mismo ver los toros desde la barrera que bajar al albero y arrimarse a sus pitones. Y aunque el principal músculo que se requiere para torear es el corazón, en lo que a torear por derecho se refiere, es la razón. Y así su desdén engreído ha sido humillado, templado y mandado, espetándoles que no es razonable -es lo más duro que se puede decir a un juez- comparar el proceso secesionista dentro de la UE con las protestas organizadas contra la ampliación del aeropuerto de Frankfurt. El tercio de banderillas se han colocado altas y con gallardía para explicarles: 'Manolete, si no sabes torear para qué te metes'. Cuadrado el toro, han entrado a matar con la espada hasta la bola: la violencia está justificada el 1-O cuando el Gobierno desplazó a 6.000 agentes para estar al quite de las exigencias del TC de prohibir el referéndum inconstitucional, pero los rebeldes indujeron a dos millones de personas a la votación ilegal. Los agentes fueron superados ampliamente, y de haber acudido más, se hubiese producido una masacre. La puntilla y descabello: ese día hubo más de 100 episodios violentos. Ante estos requiebros, el tribunal germano ha quedado como 'Cagancho' en Almagro. Y es que como diría 'El Gallo': «Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible». Por ello, es para sentirnos muy orgullosos de nuestro TS que, en una tarde de gloria, han salido a hombros por la puerta grande.

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