La indeleble huella de Antonio Camarero
Zaguán ·
Alfredo Ybarra
Jaén
Domingo, 3 de diciembre 2017, 02:56
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Zaguán ·
Alfredo Ybarra
Jaén
Domingo, 3 de diciembre 2017, 02:56
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El día de la misa de sus exequias me cogió fuera. Ya me habían llamado varias personas cercanas comunicándome el triste suceso del fallecimiento del padre paúl Antonio Camarero. Ya sabía que se encontraba muy delicado de salud en las últimas semanas, pero no esperaba que todo transcurriera tan rápidamente. Aunque nunca anduvo con alharacas ni haciéndose notar en cualquiera de sus múltiples actividades, el padre Camarero ha sido un referente de una parcela importante del transcurrir iliturgitano de los últimos cincuenta y seis años, que ya es decir. Sencillo y humilde, siempre ponderado, siempre asequible, buen conversador, cercano, culto y leído, fiel a su vocación de entrega religiosa y al carisma vicenciano, representa el ideal de esa Andújar de luz blanca y largo horizonte que siempre necesitamos frente a tantas brújulas perdidas en nuestro histórico devenir. Porque aunque no era de Andújar, el padre Camarero hace muchos años que se hizo un iliturgitano de convicción y un puntal de la iglesia local, y por eso y por su inmensa labor de magisterio en todos los sentidos, merece hoy nuestro homenaje, nuestro respeto, nuestra admiración y dejar su nombre inscrito en el libro de oro de la historia de Andújar.
Antonio Camarero de Bernardo, nació en Madrid el 31 de octubre de 1930. Ingresó en la Congregación de la Misión el 26 de septiembre de 1949, en Hortaleza (Madrid). Fue ordenado sacerdote el 9 de septiembre de 1956, en Madrid. Toda la vida consagrada de Antonio Camarero ha estado íntima y totalmente ligada a la educación y a la formación, al igual que al ejercicio de las labores sacerdotales. Pronunciar su nombre es unirlo íntegramente al Seminario Reina de los Apóstoles de Andújar. Recién ordenado sacerdote, fue enviado a la Escuela Apostólica “María Mediadora”, de Tardajos (Burgos), donde estuvo desde el 1 de septiembre de 1957 hasta el 1 de septiembre de 1961. Después, fue destinado al Seminario “Reina de los Apóstoles”, donde estuvo desde el 1 de septiembre de 1961 hasta el 1 de septiembre de 2011. Desde un principio apostó plenamente por que el Seminario fuera un lugar singular y simbólico, apostando junto a su congregación por uno de los arquitectos más vanguardistas del momento, Luis Laorga Gutiérrez, logrando un edificio icónico en la arquitectura española y andaluza. El lenguaje y el tratamiento dado a las formas, volúmenes y materiales, tiene un alto grado de sencillez y abstracción. Siempre el Seminario fue para el p. Camarero un orgullo que el unía a la ciudad de Andújar como un faro referencial. Son muchas las veces que he paseado junto al él, por esos pasillos, por esas aulas siempre abiertas a la luz, a veces acompañados por arquitectos amigos ante los que se enorgullecía de poder mostrar las singularidades del edificio, incluso hemos transitado por sus tejados vislumbrando una perspectiva magnífica. En el Seminario se daban cita colegios e institutos para realizar actividades deportivas, encuentros de jóvenes, para mil cuestiones no sólo religiosas y por su magnífico salón de actos pasaban no pocas citas escolares y culturales, no solo vinculadas a los Paúles, sino a la propia ciudad de Andújar. Y qué decir de aquella iglesia embebida plenamente en el espíritu del Vaticano II donde uno hallaba sensaciones y emociones maravillosas. Pues bien, desde su apertura hasta su cierre, siempre ha estado el p. Camarero de la mano del Seminario. Yo en alguna ocasión le dije que él y ese edificio eran una sola cosa, un solo corazón palpitante. Ni que decir tiene el lado espiritual de toda la labor que tuvo lugar entre aquellas paredes. Son legión los jóvenes educados y formados por el P. Antonio Camarero. Unos llegaron al sacerdocio en su congregación o en el clero diocesano, otros tomaron diferentes derroteros. Pero inequívocamente, en todos ha quedado la huella de valores humanos, cristianos y vicencianos que sembró con sencillez, bonhomía, rectitud, tenacidad y cercanía. Cerrado el Seminario, pienso que el día en que salió de allí, empezó a morir de alguna manera ya de un modo inapelable. En ese trance Antonio Camarero pasó a formar parte de la Comunidad de la Parroquia “Divina Pastora”, de Andújar, teniendo entre sus labores la capellanía de la Residencia de Mayores “San Juan de Dios” de la ciudad iliturgitana. Somos muchos los iliturgitanos que lo hemos tenido como un amigo cercano, una persona extraordinaria y un sacerdote ejemplar. A partir de ahora echaremos de menos la huella indeleble de su paso por Andújar. Y si la ciudad fuera agradecida debería de dejar algún testimonio preclaro del nombre de Antonio Camarero.
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