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Pedro Quesada señala el panel de control de uno de los grupos electrógenos que cuenta el Hospital de Jaén. Fotos: E. L.

Grupo electrógeno: el motor que protegió la sanidad de Jaén en el apagón

El Hospital Universitario de Jaén fue de los escasos lugares con electricidad, esencial para salvar vidas

Viernes, 2 de mayo 2025, 09:53

Dos segundos. Es el tiempo máximo que se quedó sin luz el Hospital Universitario de Jaén. Un parpadeo, un clic y de vuelta a la normalidad, o lo más parecido a la normalidad que había el lunes, 28 de abril, que marcó un antes y un después con el ya denominado Gran Apagón. Dos segundos es el tiempo que tardó en activarse el generador o, más bien, grupo electrógeno. Situación que ni se notó en quirófano y la UCI gracias al SAI (Sistema de Alimentación Ininterrumpida), una batería con dos horas de autonomía que ofrece energía sin parar incluso con un apagón masivo, como el de esta semana. Porque el lunes fue un día caótico, pero que también sirvió para confirmar que los equipos (técnicos y humanos) funcionan «a la perfección» y «se salvaron vidas», tal como indica la subdirectora de Servicios Generales del Hospital Universitario de Jaén, Belén López, sobre todo gracias a los de mantenimiento, que se encargaron de que la fuente de energía continuara en marcha sin incidentes, siendo «un ejemplo» con su profesionalidad.

Su nombre es Pedro Quesada, es el responsable de mantenimiento del Hospital de Jaén, pero el lunes se convirtió en Súper Pedro. «Un héroe», comentan desde dirección del centro de salud, y es que su labor en pleno apagón fue «de vital importancia». Él recuerda cómo empezó el día, como uno más, con unas 80 personas a su cargo que se encargan de comprobar las instalaciones, desde los niveles de aceite de la maquinaria a las bombas de vacío, la fontanería o ventilación, entre otros. De repente ocurrió: dos segundos, parpadeo de luces y el clic. Para muchos habría sido una bajada de tensión o cualquier simple problema técnico, pero Quesada intuía la gravedad, sobre todo al escuchar los motores del grupo electrógeno, que dan a la ventana de su despacho y son atronadores, con más de 80 decibelios (igual que un motor de camión en marcha a gran potencia y sin carcasa).

Quesada en la puerta de acceso al grupo electrógeno.

«Nada más irse la luz, llamé a un contacto que tengo de Endesa y me dijo que se trataba de un macrocorte», cuenta Quesada. En aquel momento las líneas de los teléfonos funcionaban mejor que por la tarde, así que aprovechó para avisar a los hospitales de Úbeda y Linares, «porque el asunto iba para largo» y había que preparar con gasolineras cercanas un encargo de urgencia de diésel con camiones cisterna. Quedarse sin gasolina significaba acabar sin luz, algo que «no se podía permitir». Empezó la cuenta atrás mientras dentro «muchos ni se dieron cuenta». Es más, el robot quirúrgico Da Vinci se encontraba en plena intervención y no hubo pausa gracias al SAI. «Es la razón por la que estamos aquí y nos encargamos de que el equipo esté siempre en óptimas condiciones, para que los de dentro no se enteren del apagón, que trabajen como si no pasara nada, es el objetivo», explica Quesada.

Para Jaén se contactó con una gasolinera de Mancha Real que suministró en mitad de la noche. Se gastaron unos cinco mil litros de gasoil, agotando aproximadamente el 30% del depósito. «Habríamos tenido para tres días más, si hacía falta», apunta el jefe de mantenimiento. Pues no estaba claro cuándo regresaría la luz y, mientras tanto, el hospital debía cubrir con sus funciones básicas, porque no estaba a pleno rendimiento con la intención de ahorrar energía. «Las televisiones de las habitaciones, por ejemplo, no son esenciales, o se usaban las luces de emergencia, por si acaso», destaca.

Carteles de seguridad.

Quirófano, UCI, ascensores, cocinas para la comida caliente, medicamentos que deben refrigerarse, neveras a menos de 80 grados o las incubadores con los recién nacidos más vulnerables eran el destino de los voltios que se generaban desde el propio hospital para su consumo. Son dos los grupos electrógenos con los que cuenta el hospital en su recinto, ambos están fuera de la fachada, en dos edificaciones separadas no muy grandes, pero sí bien preparadas. «Causan mucho ruido, es por eso por lo que no pueden estar dentro», concreta Quesada. Un cartel que alerta de la necesidad de usar protección auditiva lo recuerda.

Sin embargo, al entrar a estas salas días después, hay una calma tensa. La máquina, que recuerda al motor de un coche en tamaño extra grande, está en 'stand by'. Basta con que detecte que no entra el suministro eléctrico en el sistema del hospital para que, automáticamente, se ponga en marcha. En la base sobre la que se alza se encuentra el depósito de diesel, además de haber otro parte como reserva. Encima y en un llamativo azul eléctrico se halla el aparato gracias al cual la sanidad en Jaén estuvo a salvo durante el incidente que duró casi 20 horas. Una parte se encarga de la producción de la combustión diésel, que mueve el alternador y genera la electricidad que se envía al edificio. Un gran ventilador refrigera el motor y un tubo al techo da la salida de humo, «como el tubo de escape de un camión».

Después, la electricidad se envía ya al edificio del Hospital de Jaén, al centro de transformación. Aquellos que han acudido a Urgencias a través de la calle Doctor García Jiménez han pasado junto a sus puertas sin darse cuenta. En el bloque tras el Maternal se encuentra el cuadro de luces más grande de Jaén, una sala de más de cien metros cuadrados donde se gestiona la corriente de las instalaciones. Es un lugar que fue renovado hace un año, por lo que el material todavía es blanquecino, un sitio limpio con lo que podrían parecer enormes armarios y que ocultan las celdas de alta tensión. En ellos se protege que no haya una subida de tensión y se transforman los 20 mil voltios en 400 para repartir en las distintas plantas.

Sala de paneles.

El responsable de mantenimiento lo usa de ejemplo para explicar también lo sucedido a nivel nacional. En un descuadre de oferta y demanda, ante un problema de alta tensión y con el sobrecalentamiento de las líneas, para evitar la quema de cables de los transformadores, el relé protege y salta el cuadro de luces, es decir, se corta el suministro. Este corte viaja de forma escalonada, en décimas de segundo, causando, finalmente, el macrocorte. En el hospital de Jaén, nada más saltar, el grupo electrógeno se encargó de dar energía a la línea, eso sí, siendo selectivo, y que en esta sala se decide a dónde se dirige.

Los paneles de grupo se dividen en dos: los considerados de urgencia y los que no. Ahí está la clave de a dónde se envía la energía del generador del hospital. Cuando la luz se fue, solo se permitió que la electricidad llegará a los puntos que más lo requerían, como quirófano, paritorios o UCI neonatos, como se lee en etiquetas junto a cada interruptor. Estos paneles tienen la misma función que el panel de cada hogar, con pegatinas que indican cuál es la luz del salón o la cocina, solo que de un tamaño mayor que una persona y con una inmensa responsabilidad en su interior. El PET-TAC o las resonancias estuvieron sin corriente, al tener un gran consumo. La vida o muerte de las personas dependía del ahorro en el consumo, y de lo que iba a durar el apagón.

Zona de transformadores.

Protección Civil, Policía Nacional, Guardia Civil, Cruz Roja y Atención Primaria acudieron al hospital, tanto para llevarse botellas de oxígeno (de las que se pidió un cargamento con 150 unidades) o recargar aparatos electrónicos, así como para ofrecerse a ayudar. «La implicación de todos fue increíble», recuerdan desde la dirección del hospital.

La jornada fue extenuante. Quesada entró por la mañana, hizo una pausa para ducharse en casa y regresó. Pasó la noche, igual que muchos compañeros, pendiente de que el Hospital Universitario de Jaén continuara con el suministro eléctrico necesario. Siempre había dos personas al lado de los generadores para que no hubiera ni un error, que el motor siguiera resonando con fuerza y dando luz.

Cables que envían electricidad a las plantas.

Cada una de las máquinas tiene tres años, prácticamente son nuevas, se podría decir, teniendo en cuenta que pueden durar hasta veinte. Se les realiza habitualmente controles de filtros y aceite, idéntico a un vehículo de gran tamaño, solo que en vez de marcar los tiempos el kilometraje, lo hace las horas de funcionamiento. El lunes y la madrugada del martes rindió con ganas. Cuando volvió la luz, tardó tres minutos en apagarse, pensado si el sistema fallaba de nuevo, pero no ocurrió. El gran aparato se silenció y aguarda, en pausa, con el depósito recién cargado y las piezas engrasadas, por si volviera a ocurrir.

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