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España y Cataluña, el fútbol como aliado

España y Cataluña, el fútbol como aliado

Líneas Discontinuas

ANTONIO AGUDO y ERNESTO MEDINA RINCÓN

JAÉN

Lunes, 6 de noviembre 2017, 00:50

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Menos mal que nos queda el fútbol. Es el clavo ardiendo al que todavía nos podemos agarrar los que pensamos que tan español es usar la expresión zagal, rapaciño o noi. España es la suma de todas sus diferencias y fuimos capaces de olvidarlas cuando gritamos todos al unísono ¡¡¡Iniesta de mi Vida!!! en la final del mundial de fútbol de Sudáfrica. Aquella mágica noche las bubucelas acompañaron al coro unánime de los que celebraban en Cibeles, Las Batallas, Canaletas, Mestalla o San Mamés, con un atronador consenso, el campeonato futbolero entonando el himno de todos: lololoooo, lololo looo lolooó.

Aún queda esperanza por lo tanto para que Cataluña siga siendo parte de algo tan nuestro como la quiniela. 1X2 para la Gramanet o el Sant Boi emparejados con la Ponferradina, el Atlético Sanluqueño o el Real Jaén. Ahí es donde reside la auténtica democracia y la soberanía popular. En las gradas. Ahí todos somos iguales ante el penalty dudoso o el árbitro cegarruto. Las diferencias culturales, sociales, raciales, religiosas, comerciales y hasta políticas se diluyen en el grito unánime de ¡¡¡ÁRBITRO CABRÓN!!!

No. No me imagino yo que el Messi y el Bartomeu se vayan a jugar la liga a Francia o a Portugal. Ni la Ana Gabriel acudiría a los derbis de esas competiciones. Cómo comparar un Barça-Braga, un Barça-Avignon con un Barça-Madrid. No. Hasta la CUP y el Junqueras aparcarían sus DUIS para seguir vibrando con los derbis entre blaugranas y merengues. En la medular del juego está la médula de España. Lo que el fútbol une que no lo desuna la política. No hay nada más hermoso que ver, tras un gol de la Selección Española, el abrazo sincero entre el Piqué y el Ramos. Se me saltan las lágrimas. Cómo dijo un tal Pompeyo Drogo: «los hispanos en tantos siglos de guerras con Roma no han tenido ningún capitán sino Viriato, hombre de tal virtud y continencia que, después de vencer los ejércitos consulares durante 10 años, nunca quiso en su género de vida distinguirse de cualquier soldado raso. Los hispanos prefieren la guerra al descanso y si no tienen enemigo exterior lo buscan en casa».

Me cambias al Viriato por Gento o Kubala y esto ya no lo rompe ni la madre que los parió.

Don Manuel Vázquez Montalbán profetizó lo que ahora glosa mi compañero de página -me alegro de verlo por estos lares sabatinos- don Antonio Agudo: «la Liga de fútbol garantiza la unidad de España». También lo creía yo hasta que me encontré a Juan, otro atlético irredento: «Por mí que se independicen. Hartico estoy. Además el empate con el Barca en el Metropolitano se anula y eso que nos encontramos. Imagínate que Messi por no jugar en un liga sin trascendencia se viene al Atleti». Se fue gritando ¡Visca Catalunya lliure!, mientras echaba cuentas de los trofeos que íbamos a ganar. El martes me disponía a decirle que sentía el fracaso de la independencia, cuando me interrumpió «quita, quita, si el Girona (dijo Girona con i) le ha ganado al Madrid. ¿Cómo se van a ir? Sí, hombre, que le vamos a regalar los tres puntos a los merengones. Menudo cava catalán me bebí esa noche a su salud». Aduje que pensaba que era partidario del boicot a los productos catalanes. «Tonterías. Eso fue un arrebato. ¿No has visto la manifestación del domingo? Catalanes y españoles, como debe ser. Buena gente. Han estado mal aconsejados, pero lo arreglamos definitivamente en cuanto el Barcelona le gane al Madrid».

Respiré aliviado. Si Juan servía de muestra, esta parte de España estaba dispuesta a perdonar y a olvidar. En Cataluña es más difícil dar con la dosis de paracetamol. Muchos han sido cegados por promesas sin fundamento y ahora tienen que digerir la hiel de la derrota adherida al paladar. Con la dificultad añadida de que en esta ocasión la línea del fuera de juego está muy adelantada sin que sea ni posible, ni justo, todo hay que decirlo, nuevas concesiones para una autonomía que en la práctica funciona como un estado.

No hay divorcio porque todavía quedan afectos y amores suficientes. La pareja tendrá que decirse cuáles han sido los errores, exponer razones y acordarse de aquellos momentos de intimidad que pertenecen a ambos. Ayudará una ilusión común. No estaría de más que España ganare la final del Mundial de Rusia el año que viene con un gol de cabeza de Pique en el último minuto. Tendríamos Viriato de nuevo cuño, Agudo dixit, moderna aleación hispánica de Ramallets y Pirri, para los restos.

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