La trama
Llevamos unos días viendo que la trama se ha vuelto pasajera montada en un autobús
Tomás de la Torre Lendínez
Domingo, 23 de abril 2017, 16:55
Los libros, decía un anciano profesor a sus alumnos, son los mejores amigos a cualquier edad. Tenía razón. A lo largo de la vida los ... libros han sido para mí los grandes compañeros de viaje por este valle de lágrimas. Entre esas fuentes inseparables se encuentra la Biblia, suma de varios libros que se encuadran en el su interior.
De las dos partes en las que se divide la Biblia: Antiguo y Nuevo Testamento, todos los domingos la Iglesia nos ofrece unas selectas lecturas dentro de la liturgia de la Eucaristía que celebramos en el interior de los templos. Muchas personas poseen en sus casas florilegios de los textos que se proclaman públicamente en la primera parte de la Misa. Suelen tener la costumbre de leerlos antes de salir de su casa, sobre los que reflexionan y hacen un rato de oración de contemplación al Señor, preparándose mejor la participación en el sacramento eucarístico. Hoy recordamos y vivimos el Día del Libro, quienes amamos, hablamos, leemos, enseñamos y escribimos en la riquísima lengua española hablada por más de quinientos millones de seres humanos repartidos por el anciano mapamundi donde nunca se ponía el sol, en pleno Siglo de Oro de nuestra literatura, y don Miguel de Cervantes nos dejaba la inmortal novela quijotesca.
Siendo la joya de nuestra historia literaria, está escrita según los cánones de los mejores autores desde los clásicos griegos y romanos.
Con un inicio lineal, con un nudo argumental, con un desarrollo del mismo, con sus protagonistas esenciales, sus capítulos hilvanados, su momento central, y con el desenvolvimiento de las aventuras de Alonso Quijjano, a quien los libros de caballerías le habían secado el cacumen cerebral llegando hasta la muerte de aquel buen hombre completamente cuerdo, desprovisto de su gran biblioteca que acabó en las llamas.
Llevamos unos días viendo que la trama se ha vuelto pasajera montada en un autobús, en cuyos costados están pintarrajeados unos personajes, que solamente tienen un común denominador rayando en la corrupción económica, moral y política. Los conductores del bus no están retratados en esa trama, cuando cada uno tiene una rica historieta oscilando entre la delincuencia y la picaresca más burda de los pelotazos más sensacionalistas.
Don Quijote, en su caletre secado, veía a todos los molinos de viento como gigantes, la realidad entera era igual de grande para el manchego universal, tanto que arremetió contra todos los gigantes cayendo al suelo lleno de cardenales y moratones enlazado entre las aspas molineras.
Cervantes tuvo muy claro que nadie en España es plenamente inocente.
Sufrió cárcel apresado por los piratas berberiscos, entró en otra prisión por unos devaneos económicos dentro de su cargo dentro de la hacienda española. Conocía muy bien la Palabra de Dios, especialmente el capítulo en el que presentan a Jesús de Nazaret una mujer pillada en flagrante adulterio, y según la ley de Moisés tendría que ser lapidada.
El Señor lanzó su sentencia lapidaria: Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Los acusadores dejaron sus trozos de arenisca en el suelo y se marcharon, dejando solos a Jesús con la mujer, a quien perdonó su pecado.
El libro de los libros: la Biblia, debiera ser más conocida por todos los gestores de la cosa pública, por un lado para que no cometan las barbaridades y delitos que leemos, donde destaca el mandamiento divino de no robar, ni cambiar el dinero a un lugar paradisiaco. Y por otro, para que vean que todos somos pecadores y nadie merece la denuncia pública, sino la actuación de la Justicia, que nunca es justiciera como la trama de ese autobús tan denigrante y falso.
Tomás de la Torre Lendínez
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión