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Las Gorgollitas, en Santiago de la Espada. :: M. R. A.
Al-Sacuri de Fargaluit ('Ashacuri': el segureño)

Al-Sacuri de Fargaluit ('Ashacuri': el segureño)

En la aldea de Santiago de la Espada, Las Gorgollitas, existía una fortaleza inexpugnable

MANUEL RODRÍGUEZ ARÉVALO

Martes, 27 de diciembre 2016, 00:06

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En la antigua Fargaluit, hoy Las Gorgollitas, aldea de Santiago de la Espada, existía una fortaleza inexpugnable. Cuentan que allí nació el poeta árabe Abd Allah Muhammad Ibn-Abi Jisal, conocido con el sobrenombre de 'Ashacuri' (el segureño).

Ibn-Abi, el mayor de los hijos, de unos treces años de edad, ha bajado hasta el río. Absorto y ensimismado en la contemplación de las cuadrillas que conducían los troncos hasta la taifa de Murcia, pisa una pequeña almadía abandonada que a veces se usaba en los tramos anchos del río, al que cae entre gritos de terror. Uno de los gancheros lo saca con mucha dificultad.

Cuando llega a su casa el desconcierto es total por un correo procedente de Cástulo, que informa sobre las tropas de Al-Mutamid, al mando de Abu-Award, que suben por el río Guadalimar arriba con la intención de convertir Segura en parte de la taifa sevillana.

Ponen a salvo todas las pertenencias y al día siguiente, atraviesan la sierra en dirección a Úbeda, plaza que pertenece a la kura de Jaén. Pero como esta ciudad también es amenazada por las tropas cristianas, y no considerándose seguros, deciden trasladarse a Granada donde sus hijos prosiguen los estudios iniciados en Úbeda.

Desde entonces ha circulado por Las Gorgollitas una historia que cita a dos elevaciones que se divisan desde el cauce del río Segura: el Castillico y el Mirados, entre las que discurren los arroyos de las Gorgollitas y de la Hilá. En cada pico de estas dos elevaciones había una torre vigía.

Los vecinos de la zona dicen que desde la torre del Castillico partía un túnel que llegaba hasta el arroyo de la Hilá, y que se utilizaba para aprovisionarse de agua en caso de asedio. La leyenda se une a este hecho con la aparición de un limazo de color gris que, los días de mucho sol, brillaba como si fuera polvo de oro.

Nunca se supo más de este descubrimiento, aunque algunas personas de las aldeas colindantes, que conocieron esta historia, creyeron que formaba parte de un tesoro que los árabes mantenían oculto en aquel lugar.

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