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Leopoldo Fernández Pujals y María Linarejos Vilches.
Marilina, la jienense detrás del creador de Telepizza

Marilina, la jienense detrás del creador de Telepizza

Tienen 800 millones en efectivo y viven entre España y Miami, en donde tienen una importante fundación médica

hughes

Miércoles, 24 de septiembre 2014, 00:34

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La venta de Jazztel situaría a Fernández Pujals entre los veinticinco hombres más ricos de España. Y hablamos, como diría un «cashtizo» de parné, de liquidez: más de 800 millones de euros con la operación de Telepizza.

No se conoce mucho de este emprendedor superlativo, acomodado cubano que emigró a Miami siendo niño y que después fue condecorado en Vietnam.

Está casado en segundas nupcias con María Linarejos Vilches Jordán, conocida como Marilina, una jienense veinte años menor que él a la que conoció en Telepizza, donde ella comenzó a trabajar dentro del Departamento de Recursos Humanos tras licenciarse en Psicología. El empresario ya tenía dos hijos de un primer matrimonio; residen en Miami, donde se dedican a la medicina y la hostelería respectivamente. Uno de ellos fue el que al instalarse en España, siendo niño, le pedía pizza. No había forma de comprarla a domicilio, así que vio el nicho de mercado y abrió una pizzería donde ejercía de pizzaiolo en el tiempo que le dejaba su cargo directivo en Johnson & Johnson. «Yo tendré treinta tiendas y repaltiré franquisias, ¿usté sabe lo que es una franquisia?», les decía a los incrédulos empleados.

La historia es conocida. En esos años, Fernández Pujals no solo construye de la nada un gigante empresarial, sino que trasplanta una filosofía gerencial norteamericana. «Estaba obsesionado con el crecimiento, leía todo el tiempo cosas sobre emprendedores». Sus colaboradores hacían cursos motivacionales en los que caminaban sobre brasas ardiendo y tenían prohibido empezar sus frases por el «es que», solo por el «hay que» (Tampoco el pero: «El pero es macho de la pera, primo del esque», les decía con un intimidatorio y tremendamente franco acento cubano esa temible calidez entre Tony Montana y el ex de Sara Montiel mientras movía una y otra vez el dedo índice hacia la mesa de juntas como accionando nerviosamente un botón nuclear).

Impuso la prohibición de relaciones sentimentales entre empleados, pero incumplió su propia regla al conocer a Marilina. Con ella ha tenido tres hijos. Uno de ellos, Andrés, fue diagnosticado de Alfa-1 cuando era un bebé y se sometió a un trasplante de hígado antes de los dos años. La enfermedad, letal, sigue siendo una amenaza y el matrimonio ha donado millones de dólares para la investigación a la Fundación Alfa-1, con la que Marilina está completamente implicada.

Marilina y la yeguada Centurión

Marilina también colabora en la dirección de la yeguada Centurión (en honor al apellido de un abuelo cubano), en su finca segoviana de El Espinar. «Quiero que sea El Corte Inglés de los caballos», solía decir él. Allí también colabora Pedro Español, mano derecha y uno de los hombres que acompaña desde los inicios a Fernández, para quien la lealtad es un valor supremo. Cuentan que trajo a España a un cubano que había resistido los interrogatorios del régimen castrista sin traicionar a nadie de la oposición y que lo puso a dar Cursos de Honestidad a los empleados. «Honestidad es decir la verdad», era un lema. Otro aludía al sentido común: «La lógica menos los siete pecados capitales». De esos años vienen las desavenencias con su hermano por el control del accionariado de Telepizza. Tras recuperar la empresa cesó la relación entre los dos. Hay un tercero que también reclutó para trabajar en España. «No valía y lo devolvió a su tierra». De él se reconoce un liderazgo inigualable y una obsesión comercial por radiografiar el mercado puerta por puerta, como demostró en Telepizza y luego en Jazztel.

No tiene las costumbres del empresariado español: caza, palco, corte. Ha creado empleo, pero después de vender no se sabe si permanecerá aquí. Tras haber vivido en Las Bahamas y con familia en Miami, su más fuerte vinculación con España es su esposa. Tampoco olvida los orígenes. En su día montó la Fundación Elena Mederos para el progreso de la democracia en Cuba. Orgulloso estadounidense, liberal y anticastrista, cuentan que en las reuniones de trabajo solía fumar unos enormes puros habanos. En una de ellas, un directivo quiso contarle sus vacaciones en Cuba. «No me gusta eso, hombres como usted prolongan la agonía de un régimen que oprime a la gente», contestó muy serio. El directivo, casi temerario, le respondió que tampoco ayudaba consumir puros cubanos. «Se hizo el silencio y se quedó pensando. No volvió a aparecer con un habano».

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