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Villa gesticula.
La ansiedad ahoga al Atlético
Fútbol | Primera División

La ansiedad ahoga al Atlético

Los nervios, su falta de pegada y un inmenso Willy Caballero le impidieron cantar el alirón ante el Málaga

Ignacio Tylko

Domingo, 11 de mayo 2014, 03:31

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Ficha técnica

  • Atlético 1 - Málaga 1

  • 1 - Atlético de Madrid Courtois; Juanfran, Miranda, Alderweireld, Filipe; Arda (Diego Ribas, m. 69), Gabi, Tiago, Koke (Adrián, m. 56); Raúl García (Sosa, m. 62) y Villa.

  • 1 - Málaga Willy Caballero; Eliseu, Angeleri, Weligton, Camacho, Antunes; Samuel (Juanmi, m. 82), Darder, Duda, Amrabat (Pawlovski, m. 91); y Santa Cruz (Rescaldani, m. 75).

  • Gol 0-1, m. 65

  • Árbitro José Antonio Teixeira Vitienes (C. Cántabro). Expulsó a Angeleri, del Málaga, por doble amarilla en el minuto 87. Amonestó a los locales Arda Turan (m. 33), Tiago (m. 77) y Gabi (m. 87) y a los visitantes Weligton (m. 3), Eliseu (m. 50) y Camacho (m. 81).

  • Incidencias partido correspondiente a la penúltima jornada de la Liga BBVA, disputado en el estadio Vicente Calderón ante 54.000 espectadores. Lleno. Antes del inicio del encuentro, se guardó un minuto de silencio en memoria de los cinco jugadores de entre 13 y 15 años del CD Monterrubio fallecidos el pasado jueves en accidente de tráfico en la carretera que une los municipios de Castuera y Puerto Hurraco (Badajoz).

Preocupantes síntomas en el Atlético porque le falla la cabeza y le tiemblan las piernas ahora que debe alcanzar el cielo o quedarse en puertas de la gloria. Falló hace una semana en el Ciutat de València y erró el primer 'match ball' a su favor frente al Málaga de Schuster, que certificó la permanencia merced a su solidez defensiva, a su capacidad para saber manejar la ansiedad del líder y a un Willy Caballero descomunal.

Han realizado los del Cholo una temporada extraordinaria, pero no han respondido en dos momentos definitivos y tendrán que jugar dos finales en dos semanas: la primera en el Camp Nou, donde un empate les daría el décimo título de Liga, y la segunda en Lisboa ante el Real Madrid, que ha tirado la Liga pensando sólo en la ansiada Copa de Europa. A los madrileños les faltó temple, organización, posesión de balón y pegada.

Existía confianza en que el Elche de Fran Escribá, buen amigo de los atléticos porque fue el segundo de Quique Sánchez Flores, hiciera la machada ante el Barça, y en los aledaños del Calderón se vivía un ambiente de título desde primera hora de la tarde. Cánticos, botellones, petardos y hasta bengalas que aterrorizaban al pasar cerca. En cualquier tertulia, los comentarios destilaban una fe ciega en el Cholo y sus métodos. El estadio tardó en llenarse, una costumbre que afea los prolegómenos desde que los asientos son numerados, pero las banderitas rojas y blancas ya estaban preparadas para un mosaico espectacular con el eslogan juega cada partido como si fuera el último. Un lema con el que Simeone apela al espíritu de sus futbolistas y que quiso hacer extensivo a una afición que no sentía ese cosquilleo especial en el estómago desde el 24 de mayo de 1996, cuando el equipo de Radomir Antic se impuso al Albacete, fruto de los goles de Simeone, precisamente, y Kiko, y conquistó la novena Liga atlética.

La baja de Diego Costa, aquejado de problemas musculares que podrían agravarse y excluirle de la final de Lisboa, oscurecía el horizonte de los locales ante un Málaga muy defensivo porque suspiraba por un punto para sellar la permanencia. Schuster ya buscó el cerrozajo en el choque de la primera vuelta e insistió en este método frente a un rival al que le cuesta manejar los partidos. Situó al alemán al excolchonero Camacho como tercer central en defensa e incorporado a la zona de creación cuando el Málaga se desplegaba. Una especie de líbero por delante de la zaga, muy al estilo alemán.

Errático Villa

Espoleado por su hinchada, salió bien el Atlético, aunque se fue difuminando a lo largo del primer tiempo porque la presión superaba a sus jugadores y las ideas no fluían. Demasiados pelotazos para que Raúl García peinase el balón y Villa se beneficiase de la segunda jugada. Así la tuvo el 'Guaje', a los 12 minutos, pero lanzó al travesaño con Willy ya vencido. Suma 13 goles y está a sólo dos de igualar a Santillana y situarse en el 'top ten' histórico de artilleros de la Liga, pero a Villa le trajeron al Atlético para no fallar estas ocasiones. Un jugador de su nivel y experiencia debe ponerla dentro del marco. Otra cosa es que se le exijan chispa, velocidad y desborde para marcharse de sus vigilantes.

Pese a no gobernar el juego y de permitir que los andaluces crecieran, las oportunidades antes del descanso fueran todas del Atlético. Pero no descubrían la fórmula para descerrajar a los de La Rosaleda. Koke remataba en semifallo, Villa llegaba siempre unas décimas tarde siempre y ni siquiera Raúl García atinó en un cabezazo franco, su gran virtud. Se quejaron de un penalti por mano de Eliseu tras un balón peinado por Tiago, casi al principio, pero sus rivales también pueden reclamar una pena máxima en el área de enfrente por una mano de Alderweireld tras cabecear Santa Cruz. Los videomarcadores del estadio apagados, como es preceptivo en las dos últimas jornadas, alimentaban la incertidumbre. Gritaron los atléticos un gol de repente, pero no era del Elche sino de Charles para el Celta. Falsa alarma porque el Madrid ya no interesaba a esas alturas. Descanso y más tensión.

El duelo se volvió loco tras la reanudación porque el Atlético se fue sin freno hacia arriba y dejó de ser ese equipo junto y rocoso que no regalaba nada. Sus virtudes que le trajeron hasta aquí volaban de un plumazo. Simeone erró en sus dos primeros cambios porque descompuso todavía más a sus jugadores. Al quitar a Koke y Raúl García, perdió toque, llegada y sentido táctico.

Avisó primero el Málaga en una contra que abortó Courtois, que luego midió mal y permitió que Samu silenciase el Calderón. Midió mal el portero pero el error mayúsculo fue de Alderweireld, hecho un flan. Se desquitó el zaguero belga al romper la resistencia de Willy, inmenso, a la salida de un córner. Ya estaba en el campo Diego Ribas, que aportó más presencia, desparpajo y desequilibrio que Adrián y Sosa. Los dos rozaron el gol cerca del final, pero Willy mantuvo vivo al Barça.

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