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Vilanova, durante un partido de Liga de Campeones.
El ‘glotón’ en La Masia que devoró la Liga de los 100 puntos
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El ‘glotón’ en La Masia que devoró la Liga de los 100 puntos

Se cumplen 30 años de la llegada al FC Barcelona de Tito Vilanova, un niño apasionado del fútbol y del club azulgrana en cuya historia permanecerá para siempre

P. RÍOS

Viernes, 25 de abril 2014, 20:32

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Cuentan los primeros residentes de La Masia, cuando el edificio anexo en el que vivían los canteranos del Barça era realmente una casa de campo, que un joven espigado se las apañaba como podía para conseguir videos de los grandes partidos de fútbol de la época para estudiar jugadas, movimientos o detalles técnicos de los grandes cracks del momento. Francesc Vilanova i Bayó se llamaba aquel loco del balón que en Bellcaire dEmpordà, un pequeño pueblo de Girona, había llamado la atención del fútbol base del Figueres, donde ya le descubrieron los ojeadores del Barça. Llegó a La Masia en 1984, con 15 años, ya con el apodo con el que haría historia en el club, Tito Vilanova. Allí congenió rápido con Pep Guardiola, que entró en la residencia aquel mismo año y con quien trabó unos profundos lazos de amistad. Los dos eran unos apasionados del fútbol, aunque traviesos, como tocaba por edad, hasta el punto de que formaron en La Masia la Penya els Golafres (Peña Los Glotones), una alianza gastronómica con Aureli Altimira y Jordi Roura, entre otros, que consistía en esconder en las instalaciones manjares del pueblo de cada uno para darse pequeños homenajes de vez en cuando para complementar el menú del club. Por ejemplo, alrededor de una televisión y de un video donde Tito Vilanova ponía en 1986 partidos grabados de aquel Mundial. Era el más estudioso futbolero de ese grupo que luego coincidió, no por casualidad, en el cuerpo técnico del mejor Barça de la historia.

Nada es casual en su trayectoria. El barcelonismo lo heredó de su abuelo y de su padre, fieles al color azulgrana en la distancia. El gusto por un estilo determinado se lo inculcó su primer entrenador en el club, Carles Rexach, que lo tuvo a sus órdenes durante tres años en el juvenil como un centrocampista muy técnico y maestro en las jugadas de estrategia. Pasó una temporada en el Barça Amateur (Barça C de Tercera) y dos en el Barça Athletic (hoy Barça B). Se le valoraba, pero el primer equipo se le resistió por aquellos azares del destino. Johan Cruyff apostó por Pep Guardiola cuando nadie veía demasiado futuro en aquel delgaducho centrocampista para quien inventó la demarcación de 4 por delante de la defensa. Pudo pasarle a Tito, conociendo al entrenador holandés quizás la decisión la tomó en un arrebato de genialidad pasajera, pero los dos amigos se separaron. Tito comenzó a buscarse la vida lejos del Barça.

En 1990 fichó por el Figueres, donde completó dos temporada muy buenas en Segunda División, jugando una promoción de ascenso a Primera contra el Cádiz con Jorge dAlessandro como técnico. En el Celta, ya en Primera División, jugó entre 1992 y 1995, aunque con poco protagonismo con Txetxu Rojo y Carlos Aimar víctima, quizás, de su timidez. Así le recuerdan, callado y reservado, ex compañeros de la época, como Cañizares. En la temporada 1995-96 brilló en el Badajoz de Paco Herrera en Segunda por sus centros desde la banda derecha. Y siguió en la misma categoría en el Mallorca (1996-97), Lleida (1997-99) y Elche (1999-2000, en Segunda B). Acabó su carrera como jugador en la Gramenet, de Segunda División B, en 2002, con sólo 33 años y una lesión de rodilla. Comenzaba su etapa de entrenador.

El FC Barcelona le abrió la puerta de la cantera para entrenar al Cadete B en enero de 2002. Y sus primeros jugadores fueron, entre otros, Leo Messi, Gerard Piqué y Cesc Fàbregas. El destino En la 2002-03 permaneció en el Cadete B con otra generación menos renombrada mientras los futuros cracks pasaban al Cadete A. Sin embargo, con la llegada de Joan Laporta y Sandro Rosell al club en 2003 se produjo una reestructuración del fútbol base y Tito optó por empezar desde abajo como técnico del modesto Palafrugell en Tercera, antes de decantarse por la dirección deportiva de Figueres y Terrassa.

Su futuro parecía moverse por los despachos del fútbol catalán cuando su amigo Pep Guardiola, con quien siempre mantuvo el contacto, reapareció en su vida para ofrecerle que fuera su segundo entrenador en el filial del FC Barcelona en Tercera División (2007-08). Y juntos formaron otra vez una sociedad de glotones, pero ya no de viandas, sino de títulos: ascenso del Barça B a Segunda B y paso al primer equipo para sustituir a Frank Rijkaard. Comenzó en 2008 una etapa dorada en el club azulgrana que se plasmó en un fútbol alabado en todo el universo y acompañado de títulos, nada más y nada menos que 14 en 4 años con aquellos niños, Messi y Piqué, ya de estrellas: tres Ligas, dos Copas del Rey, dos Ligas de Campeones, dos Mundiales de clubs, dos Supercopas de Europa y tres Supercopas de España.

Tito fue en esas cuatro temporadas el apoyo principal de Guardiola, que tenía una gran confianza en sus conocimientos. Se movió en un discreto segundo plano, muy apreciado por los jugadores por sus aportaciones, hasta que José Mourinho lo colocó en el centro de la actualidad con aquella traidora agresión por la espalda en la Supercopa de España en agosto de 2011, cuando le metió un dedo en el ojo. Tito respondió con una bofetada.

Aquella misma campaña 2011-12, Tito volvió al primer plano desgraciadamente. El 22 de noviembre de 2011 el club azulgrana anunció que Tito Vilanova no se desplazaba a Milán con el equipo debido a una operación en la glándula parótida que tuvo lugar en el Hospital Valla dHebron de Barcelona. Un tumor situado en la glándula salival, debajo del oído y detrás de la mandíbula inferior, tenía la culpa. Sometido a quimioterapia y radioterapia, el 7 de diciembre ya se le vio acompañanado a Guardiola en los entrenamientos, compaginando el tratamiento con su trabajo. Su mejoría era evidente y tan fuerte volvió a sentirse que el 27 de abril de 2012 fue anunciado por Sandro Rosell, todavía presidente, como sustituto de Pep Guardiola, quien ese mismo día anunciaba su adiós al banquillo azulgrana al término de la temporada. Fue todo tan precipitado que el trasvase dejó secuelas en la relación entre Tito y Pep. El club quiso frenar el golpe de la marcha de Guardiola con un efecto ilusionante inmediato. Y lo consiguió con Vilanova, pero, en el vertiginoso proceso, le pidió una respuesta tan urgente que apenas hubo diálogo entre los dos íntimos amigos. Pep se sintió traicionado por el de Bellcaire y dolido con el club por forzar a su ayudante. Tito tampoco entendió tanto malestar de alguien que le quiere ante una oportunidad maravillosa en su carrera. Nada fue igual ya entre ellos.

El reto es muy grande, pero no más que superar un cáncer, dijo entonces, dando paso a una temporada 2012-13 en la que todo iba sobre ruedas, con el equipo rindiendo a un gran nivel, hasta que el 19 de diciembre de 2012 Sandro Rosell suspendió la comida de Navidad con los medios de comunicación porque, en un control médico rutinario, se había descubierto la recaída de Tito Vilanova. Su amigo, segundo entrenador en ese curso y Golafre de La Masia, Jordi Roura, le sustituyó de forma ocasional mientras Tito recibía ya un duro tratamiento oncológico en Nueva York, curiosamente sede del año sabático de Pep Guardiola. No arreglaron su relación, más bien lo contrario. Tito reapareció en el banquillo del Barça entre viaje y viaje. Acabó llevando al Barça a la mejor Liga de su historia, la de los 100 puntos, igualando el récord del Madrid de Mourinho en el año anterior. Era su título 15 como azulgrana sumando los 14 logrados como ayudante de Pep.

De nuevo animado, con las ideas claras para remediar lo sucedido en la semifinal de la Liga de Campeones ante el Bayern (7-0 de global), Tito Vilanova iniciaba la temporada 2013-14 cuando la enfermedad le golpeó por tercera vez. Y en esta ocasión, un 19 de julio de 2013, el técnico comunicó al club que ahora se iba a dedicar por completo a intentar curarse y que renunciaba al cargo. Evidentemente, el asunto era grave.

Desde entonces ha seguido distintos tratamientos, uno muy novedoso en París. Se le ha visto en la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí asistiendo a partidos de su hijo Adrià, central prometedor del Juvenil B. También en una zona reservada del Camp Nou, contemplando partidos del Baça con pasión cuando la salud se lo ha permitido. Con las señales físicas tanto de la enfermedad como del durísimo tratamiento, Tito Vilanova ha seguido hasta el final degustando fútbol, su pasión junto a su familia. Tiene otra hija, Carlota, con su mujer, Montse, inseperable en los difíciles momentos.

En los dos últimos meses ya no se le se veía por la Ciutat Esportiva ni por el Camp Nou. Su salud delicada obligó a su ingreso en la Clínica Quirón de Barcelona para controlar su estado y una obstrucción gástrica de la que fue operado el jueves. Pero ya estaba muy débil. A los 45 años se va, 30 años después de entrar en La Masia para convertirse, sin saberlo entonces, en una de las personas más queridas en la historia del club.

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