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Ángel Aguilera, Ramón Martínez, Antonio Aguilera y Julio Lardín, los últimos mineros. :: ENRIQUE
Linares revive su día minero
Linares

Linares revive su día minero

Los últimos mineros y la EPS reivindican Santa Bárbara como día grande de la ciudad

IRENE TÉLLEZ

Viernes, 4 de diciembre 2009, 05:59

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Como muchas otras zonas mineras de España, la festividad de Santa Bárbara ha sido en Linares, junto con todo el distrito minero de la provincia, un día de fiesta local, pues pocos eran los ciudadanos que no estuvieran, de un modo u otro, con esta industria. Cerca de dos días de celebraciones donde se dejaban de lado las obligaciones para celebrar el hecho de sobrevivir día tras día a la peligrosidad de las minas.

Más de 10.000 mineros, durante los años sesenta, llegaban a congregarse en el municipio linarense, cabecera del distrito, para participar en las distintas actividades que comenzaban el día 3 de diciembre con una voladura controlada al finalizar el trabajo del día. Cargas de dinamita, conocidas como barrenos, que marcaba el ritmo de la ciudad durante dos días. Y sin embargo, hoy día, todo eso se ha perdido.

Pocos son los actos que recuerdan el pasado minero de la ciudad durante la festividad de Santa Bárbara, más allá de los que se celebran de forma esporádica o se organizan en la Escuela Politécnica, pues con el cierre de las minas, «la ciudad parece haber olvidado de donde surgió su riqueza».

Afortunadamente aún son muchos los mineros, e hijos de mineros, que recuerdan con nostalgia las emigraciones de niños y mayores desde los barrios mineros, como Villalonga o Arrayanes, al centro de la ciudad o la parroquia de Santa Bárbara, que fue sufragada por los propios mineros. «La ciudad era un desierto si no estabas en el centro en la Estación de Madrid, que eran donde se celebraban en los últimos tiempos los concursos de maderistas y barrenos», comenta Julio Lardín, uno de los últimos mineros de La Cruz.

Pero lejos del declive actual, aún hay quienes recuerdan la evolución de la propia fiesta en consonancia con el desarrollo de la industria. Es el caso de Antonio Aguilera, uno de los mineros más antiguos de la ciudad. Con más de tres generaciones de mineros a sus espaldas, Antonio recuerda como en sus inicios en la mina, allá por el año 1955, cargaban las piedras a las espaldas hasta que más tarde comenzó a usarse las carretas. «La fiesta cambió mucho a lo largo de los años porque también cambiaron las condiciones de los mineros. En mis tiempos los que ganaban los concursos de maderistas se llevaban bolsas de comida, mantas o entradas de cine para que los niños disfrutaran mientras sus padres estaban de fiesta. Ya de últimas los premios eran dinero en metálico porque había más riqueza», explica.

De ello da buena cuenta su hijo, Ángel Aguilera, que minero de corazón aunque no de profesión, recuerda con nostalgia unas fiestas donde los hijos de los mineros disfrutaban como nadie de «lo poco que había en la ciudad» en teatros como el Cervantes o el Olympia.

Sin clases sociales

Santa Bárbara fue, además, sinónimo de un día de fraternidad entre mineros y capataces. Muchos disfrutaban de forma conjunta de comidas sentados en la misma mesa durante los últimos años de La Cruz y Arrayanes, e incluso entre profesores y alumnos en las celebraciones de la Escuela de Minas.

Las grandes compañías del distrito sufragaban todos los gastos originados por esta celebración. «Era el día de los mineros y no importaba tanto las clases sociales o las diferencias de rango, todos se sentaban en una mesa. Ese es el espíritu de Santa Bárbara, como los mineros se echaban a la calle a disfrutar de su día después del duro trabajo de la mina como solían hacer en las tabernas al terminar el día a día», comenta Ramón Martínez, otro minero La Cruz nacido en una familia con tres generaciones de mineros. Precisamente es ese sentimiento de fraternidad y, por supuesto, el sonido de los petardos a lo largo de toda la ciudad para anunciar el día grande de los mineros, uno de los aspectos que más echan en falta este grupo de mineros. «Santa Bárbara era una misa y una comida, pero también era comidas, celebraciones en las calles, campeonatos de fútbol entre las compañías, actividades para los niños. En definitiva, Santa Bárbara era el día de Linares y de todo el distrito y hasta aquí llegaban miles de mineros», explica Lardín. No le falta razón, pues en tan sólo unos años, el municipio triplicó su población, llegando a 14.000 habitantes con el desarrollo de la minería, de los cuales 8.000 era mineros, según comenta Antonio Aguilera.

Revivir la historia

Aunque en los últimos años son pocos los actos que se realizan con motivo de la festividad minera, aún son muchos los descendientes de mineros empecinados en que la tradición no muera. Es el caso de Carlos Fuentes, estudiante de la Escuela Politécnica y nieto de minero, que desde hace algunos años pretende dar un nuevo impulso a Santa Bárbara. Un camino «difícil», tras los incidentes con un petardo años atrás. «Es difícil realizar muchas actividades por aquel suceso, que ni siquiera fue protagonizado por un estudiante de la Escuela, pero si no se hace algo se quedará en un día de fiesta ociosa para los universitarios», comenta.

Torneos deportivos y rutas mineras vienen siendo la tónica en las celebraciones de la Escuela Politécnica, sin embargo, este alumno lamenta que no haya mayor unión entre los colectivos mineros, la Escuela y el propio Colegio de Minas para reivindicar su día grande con actos tanto festivos como académicos. «Creo que es importante que se inculque esta tradición entre los estudiantes, que hay quienes desconocen lo que esto fue, y se fomente dar a conocer todo el patrimonio minero del distrito, algo que no sucede. Para ello es necesaria una vinculación y apoyo de todos los organismos», asegura este joven linarense.

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