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DE ROMERÍA. La imagen de Santa Catalina en procesión por las inmediaciones del Castillo.
Fieles a Santa Catalina y a la rica sardina
JAÉN

Fieles a Santa Catalina y a la rica sardina

Decenas de jienenses acompañan un año más a la copatrona en su procesión y acuden a las faldas del Castillo para celebrar la tradicional romería

MARÍA JOSÉ ÁLVAREZ

Lunes, 26 de noviembre 2007, 10:28

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Alas doce del mediodía de ayer y bajo los hombros de sus fieles, Santa Catalina llegó al Castillo. Con calzado cómodo y ropa deportiva, decenas de personas, que madrugaron algo más de lo habitual para un domingo, acompañaron a la copatrona de la capital en su romería. Partió a las diez en punto desde la iglesia de San Pedro Pascual, en el barrio de La Glorieta. El tiempo, que había tenido en vilo a los cofrades toda la semana, no hizo de las suyas y recibió a la Santa con un espléndido sol de otoño. «Se nos han olvidado todos los berrinches debido a las lluvias con las que se inauguró la semana de festejos de Santa Catalina», dijo el hermano mayor de la Cofradía, Juan Antonio Rubio, mientras la copatrona atravesaba el arco del Castillo.

Con la presencia de representantes del resto de hermandades de Gloria y amenizada por las marchas de la banda de música María Auxiliadora, la procesión terminó para dar comienzo a la Eucaristía, oficiada por el obispo de Jaén, Ramón del Hoyo. No se detectaron aglomeraciones ni problemas en el tráfico de importancia para subir al Castillo gracias al amplio dispositivo de seguridad organizado por el Ayuntamiento. Sí hubo un tapón algo inusual: El de las decenas de personas paradas en el mirador para admirar el edificio de el nuevo El Corte Inglés. Resaltaba de tal modo entre el resto de bloques que a nadie se le ocurría pasar de largo sin detenerse unos segundos para contemplarlo.

Con la misa ya empezada, en el exterior del Castillo y en todo el monte (excepto en la zona de El Neveral, que estaba casi vacía) las planchas al rojo vivo no dejaban de asar sardinas. Ni chorizos, ni pinchitos, ni morcillas, ni trozos de panceta, ni filetes de lomo. Casi una decena de barras de la Cofradía repartidas por todo el cerro ofrecían tan ricos manjares ¯no faltaban las paellas ni las migas¯ que muy pocos romeros siguieron la tradición de llevar una merendola casera en nevera y 'táper'. «¿Para qué vas a acarrear con todos los bártulos si aquí te lo dan todo? Hoy las mujeres también descansamos», se justificaba Germana Gámez, de La Magdalena.

Tras las barras, el descanso era una utopía. En la del Castillo, Paco Ramírez coordinaba a un ejército de camareros dispuestos a asar los 150 kilos de sardinas que esa misma madrugada se habían comprado en el mercado de mayoristas. Y es que el rico pescado azul fue un año más la estrella de la romería. A cincuenta céntimos la pieza (de una media de diez centímetros cada una) y con pan incluido, llenaron decenas de estómagos de un público de lo más variopinto. Al Castillo fueron familias enteras, parejas, grupos de adolescentes, pandillas de la Tercera Edad o personas con sus mascotas ¯la mayoría perros, aunque también hubo especies menos comunes como el jabalí que llevaba atado con una correa Agustín Galán y que se convirtió en el centro de atención de los más pequeños¯.

Entre la multitud, el equipo de concejales socialistas casi al pleno escoltaban a la alcaldesa, Carmen Peñalver. La primera edil no dejó de conversar con todo aquel que la saludaba en una romería que, según explicó, ha vivido desde niña. «Primero subía con mis padres. Después, con mis compañeros de instituto y luego con mis hijos», recordó Peñalver, que hizo todo el recorrido a pie hasta llegar al Castillo. Junto a ella, el concejal de Cultura, con una gorra muy deportiva que le cubría del sol, observaba con mirada planificadora los exteriores del Castillo. «El año que viene esto lo engalanamos», expresó minutos después.

La presencia de los concejales socialistas a la Fiesta de Santa Catalina no se quedó sólo en las dos horas de caminata y en las faldas de Santa Catalina. Tal y como se habían comprometido, visitaron uno a uno los barrios que organizaron sus propias mini-romerías. Entre ellos, El Tomillo, El Almendral, La Alcantarilla, La Glorieta, San Felipe y Loma del Royo. Para su particular maratón romera, los ediles se prepararon a conciencia y, entre otras particularidades de sus atuendos, cambiaron los zapatos de andar por el Ayuntamiento por las zapatillas de deporte.

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