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YIHADISTAS SIN CALIFATO

diego carcedo

Sábado, 23 de marzo 2019, 18:41

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Una buena noticia para casi todos: el ISIS, Dáesh o Estado Islámico, como se le quiera llamar al autoproclamado Califato en 1914 en Mosul (Irak), ha colapsado en sus últimos reductos defensivos en el oasis montañoso de Baguz, en los márgenes desérticos del bíblico rio Eufrates. A lo largo de cinco años aquel centro de exportación terrorista fue una verdadera pesadilla para la política internacional y, lo peor, para la seguridad de todos, potenciales víctimas del fanatismo terrorista que se cobra vidas inocentes a diario.

El último bastión del tal Califato se derrumbó hace escasas horas ante el cerco de las tropas sirias, de las fuerzas kurdas y de la aviación norteamericana que Trump quiere que den así por terminada su presencia en la guerra de Siria. Detrás los yihadistas dejan recuerdos aberrantes de crueldad, montañas de chatarra de tanques despanzurrados, el dolor y la desolación que deja detrás toda contienda armada, mucho odio concentrado y, lo peor, el peligro que crea la dispersión de los combatientes.

Muchas ya han huido y se han dispersado vaya usted a saber por dónde y otros lo intentarán, en su mayor parte sin abandonar la feroz manera con que se acostumbraron a despreciar las vidas ajenas. Están mentalizados y preparados para matar. Las cifras bailan. Unos ochocientos se sabe que son de origen europeo. Las policías de los principales países los tienen localizados y están preparadas para mantenerlos bajo control en cuanto aparezcan, pero la simple amenaza de su regreso despierta inquietud.

El Califato done se aglutinaban y se les teledirigía en sus acciones externas, ha desaparecido pero sus asesinos, no. Y el odio hacia Occidente que les guiaba, tampoco. Tras la derrotada y ante la incertidumbre que les espera aún más rabiosos. Concentrados en los áridos parajes que mantuvieron a sangre y fuego eran peligrosos y dispersos previsiblemente también. Los países de origen se resistirán a recibirles pero rechazarles siendo nacionales se vuelve casi imposible. Tampoco juzgarles por lo que han hecho sin pruebas fehacientes en un país que no existe ni oficialmente ha existido será muy factible.

El ISIS ya tiene secciones en muchos países e infiltrados en otros. En los últimos meses cambió su estrategia de terror: ante las medidas de seguridad crecientes da la impresión de que está sustituyendo los grandes atentados con decenas de muertos por las agresiones individuales como la que recientemente se produjo en Utrecht. Tampoco hay que olvidar que más ensombrecida pero igualmente activa está Al Qaeda, cuyos objetivos y métodos son similares. Por lo tanto, la del llamado Estado Islámico merece celebrarla pero con euforia contenida.

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