Racistas, negacionistas y conspiranoicos: así es el grupo que ha intentado un golpe de Estado en Alemania
La desarticulación de una organización ultraderechista que pretendía atentar contra la democracia en Alemania revela el profundo problema de radicalidad que sufre el país y se extiende por Europa
t. nieva
Miércoles, 7 de diciembre 2022
La desarticulación de una organización terrorista de extrema derecha que pretendía atentar contra el orden constitucional en Alemania pone de manifiesto una vez más la ... peligrosidad de estos movimientos y, sobre todo, su auge, no solo en territorio germano sino en toda Europa.
¿Quiénes componían la organización?
«Presuntos miembros y seguidores de una organización terrorista doméstica», según la Fiscalía General. La precisión sobre el alcance de esta red importa. El terrorismo doméstico se ha convertido en el principal problema de las fuerzas de seguridad alemanas, muy por encima del resto de Europa y de modo semejante a cómo en Estados Unidos ha desplazado a la violencia yihadista como máxima preocupación, especialmente a raíz del auge del supremacismo blanco y el asalto al Capitolio de 2021. Por definición, se trata de una organización que opera dentro de su misma nación y carece de vínculos activos o cobertura en terceros países. Funciona de modo diferente al terrorista doméstico de corte delirante, cuyo máximo exponente es el tirador solitario. Pese a todo, en ambos casos las motivaciones puedan ser las mismas: políticas, raciales o religiosas.
¿Desde cuándo operaba?
La Policía considera que la organización fue fundada el año pasado, posiblemente en noviembre, aunque sus miembros procederían de otros círculos extremistas anteriores. Se señala sobre todo a Ciudadanos del Reich (Reichsbuerger), una organización con años de siniestra historia que al principio agrupaba a cientos de seguidores (ahora son miles), residentes en su mayoría en Baviera, Brandemburgo o Antepomerania. Su presencia se ha extendido a otros Estados y a la propia capital, Berlín, a partir de las manifestaciones que ellos mismos alentaban contra las medidas sanitarias del Gobierno durante la pandemia.
Este desarrollo ha transformado parcialmente el perfil del movimiento. Las protestas callejeras contra la mascarilla o las vacunas han atraído a jóvenes antisistema, seguros de poder terminar las manifestaciones con enfrentamientos con la Policía, a una corriente cuyo perfil tradicional es drásticamente diferente: persona de mediana edad, preferiblemente hombre, crecido en la cultura populista de derechas, antisemita o nazi, aunque muchos de ellos son simplemente «individuos permanentemente descontentos», como los definió un juez alemán.
¿Y su filosofía?
Heterogénea. No reconocen ni la Constitución ni las instituciones de su país e instan a luchar contra la República Federal de Alemania. El movimiento reúne en realidad a distintos grupos que tienen en común el vínculo con la extrema derecha y, sobre todo, un sentimiento de cabreo exacerbado. De ahí que en su ideología subyazca una amorfa masa de motivaciones, desde la puramente radical hasta las supremacistas, antiinmigración o conspirativas. Lo fundamental es que se ven a sí mismos como la garantía de un nuevo poder (blanco) destinado a dirigir el país. No les gusta que se les compare con los nazis, pese a rezumar un fuerte componente totalitario. Su razonamiento histórico es el de volver a la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial, no a la del Tercer Reich.
El Principado 'germano'
Como parte de su rechazo al Gobierno alemán, se niegan a pagar impuestos o multas, emiten sus propios pasaportes y documentos de identidad y hacen caso omiso de las normas, pero evidentemente nada de eso les resulta válido. Tampoco reconocen la autoridad de los ayuntamientos. En el escalón más radical de su filosofía tienen su propia moneda y territorios bautizados con nombres como 'Segundo Imperio Alemán' o 'Principado Germano'. El problema es que los Ciudadanos del Reich se han vuelto más violentos con los años. De las primeras y delirantes protestas pasivas han pasado a las agresiones leves –sobre todo contra autoridades locales a las que discutían sus normas– y en los últimos dos años han alcanzado una capacidad presencial muy importante dentro de las manifestaciones contra el Gobierno.
Las fuerzas de seguridad los consideran como los principales inductores de las movilizaciones callejeras negacionistas durante la pandemia de coronavirus. Algunas de ellas reunieron a 40.000 personas y terminaron en violentos enfrentamientos con la Policía. Uno de los momentos clave en que la clase política alemana se percató de la peligrosidad de este movimiento sucedió el 16 de octubre de 2016, cuando un extremista disparó contra cuatro policías que le conminaban a acatar una sanción judicial. Los agentes resultaron heridos.
La dimensión de la amenaza
La Oficina Federal de la Defensa de la Constitución afirma que el terrorismo ultraderechista es una bomba de relojería en Alemania. Latente y en aumento desde hace décadas, las fuerzas de seguridad consideran que sus militantes son los más predispuestos a la violencia, pero también a conseguir una omnipresencia definitiva en el país. No solo han aprovechado la pandemia; también las inundaciones del pasado verano en el oeste del país o la guerra de Ucrania y el elevado desembolso que este conflicto le está costando a las arcas alemanas. El fin es exacerbar los ánimos. Conseguir el desequilibrio de la sociedad. Las autoridades temen que el aluvión en ciernes de refugiados y migrantes como consecuencia de la propia invasión, la situación caótica en el Mediterráneo con los emigrantes africanos y el rechazo de Italia a su acogida sirvan de pista en los próximos meses a los ultras para tensar a la sociedad.
Según la oficina, existen unos 34.000 alemanes alineados con la ideología ultraderechista. De ellos, unos 21.000 pertenecen o se encuentran en la órbita de Ciudadanos del Reich. 13.500 son violentos. El año pasado, el Gobierno federal registró 33.476 crímenes de naturaleza ideológica, de los cuales 20.357 se atribuyeron a fuerzas de ultraderecha y unos 6.000 a la extrema izquierda.
Los antecedentes
La operación policial desarrollada este miércoles no es la primera que permite atisbar la influencia radical que ha calado en el tejido estructural de Alemania. En junio de 2021 la Fiscalía de Frankfurt cesó a los 19 agentes de un comando de operaciones especiales de la Policía por incitar a la violencia y realizar propaganda nazi. A uno de los inculpados –todos ellos de entre 29 y 54 años– se le encontró también material pornográfico infantil.
El Departamento de Defensa retiró también a 30 soldados de una misión de la OTAN en Lituania por racismo y agresión sexual. Los militares fueron sorprendidos cuando celebraban el cumpleaños de Hitler en un hotel. El caso conmocionó a la sociedad germana porque demostró cómo el movimiento neonazi ha conseguido infiltrarse en las Fuerzas Armadas. Los soldados estaban en Lituania como parte de una fuerza trasatlántica de disuasión frente a Rusia. Y éste no es el único caso. Una investigación del ministerio alcanza a 550 militares por presunto encubrimiento de ensalzamientos y otros actos de extrema derecha celebrados por miembros de la segunda compañía del Comando de Fuerzas Especiales de la Bundeswehr.
El «contacto» internacional
La organización desmantelada hoy tenía el objetivo preciso de organizar un gobierno militar para facilitar el regreso del antiguo Imperio Alemán. Su capacidad de fabulación se revela enorme. La nueva nación debía ser negociada con las «potencias aliadas victoriosas en la Segunda Guerra Mundial». Ahí es nada. El mediador en estas conversaciones es un singular personaje: un veterano que se arroga la potestad de pertenecer a la antigua casa real de Turingia, una saga de varios siglos de existencia cuyo denominador común es el de bautizar a sus 'príncipes' siempre con el nombre de Heinrich. Todavía no se ha comprobado que la tarjeta de visita con la que se presenta el inculpado sea real y tenga relación con la realeza. Al parecer, está casado con una ciudadana rusa y, según ha informado la Fiscalía, él ha testificado que ya ha mantenido conversaciones con Moscú sobre sus intenciones. La Embaja rusa en Berlín ha negado este extremo y asegurado que no ha tenido vínculo alguno con organizaciones «terroristas» o «ilegales».
¿Y en el resto de Europa?
Fuera de Alemania, los expertos se muestran inquietos por el auge de los movimientos vinculados al extremismo. Los triunfos electorales de Hermanos de Italia y la ultraderecha sueca en las últimas elecciones de sus respectivos países confirma una tendencia que se dimensiona en cifras: el 16% de los electores europeos votan por formaciones de derecha radical.
Judicialmente, las autoridades han desmantelado varios grupos sujetos a esta ideología y, entre ellos, cabe destacar la desaparición de Ordine Ario Romano, Orden Ario Romano, una organización racista, antisemita y conspiranoica de tintes brutales que atacó durante años a migrantes o miembros del colectivo LGTBI. Su líder era una mujer de 38 años, un hecho inédito en este tipo de organizaciones. En 2019 ganó un concurso de liderazgo entre todos los grupos de ultraderecha de Europa. Se ganó el apodo de 'MissHitler'.
Entre los extremistas más peligrosos, un neonazi de 35 años purga 18 años de cárcel en el Reino Unido por un total de diez delitos terroristas. Instaba a otros activistas a cometer asesinatos contra persona de color y cuando la Policía le detuvo decubrió que en su casa almacenaba materiales explosivos y una impresora 3D destinada aparentemente a fabricar armas. Sin embargo, el caso más singular de todos puede ser el de un soldado austraico condenado a casi dos años de prisión por rendir homenaje al nazismo. Había repartido propaganda hitleriana y la Policía le descubrió el tatuaje de una esvástica en los testículos.
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