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mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Martes, 2 de abril 2019, 23:27
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Nadie piensa que Joe Biden sea Harvey Weinstein, ni siquiera Bill Clinton, pero en la era del #MeToo los estándares son mucho más altos. Indignada por la condescendencia con la que han sido recibidas las acusaciones de Lucy Flores, una demócrata de Nevada a la que el ex vicepresidente besó en la nuca, una segunda mujer ha saltado a la arena para retomar el testigo de la purga.
«No fue sexual», ha aclarado, pero sí totalmente inapropiado. En un evento de recaudación de fondos celebrado en 2009, el vicepresidente la siguió hasta la cocina, la agarró por el cuello, la atrajo hacia sí y, para su horror, se frotó la nariz con la suya. «Pensé que me iba a besar en la boca», admitió aterrada Amy Lappos, otra demócrata que trabajó como ayudante del congresista de Connecticut Jim Himes.
El episodio resulta totalmente creíble. Biden nunca se ha caracterizado por ser políticamente correcto, ni en las palabras ni en los actos. De hecho, el columnista de 'The Washington Post' Jonathan Capehart sufrió un acercamiento similar por parte del vicepresidente, que fue a felicitarlo entusiasmado al 'backstage' y violó su «espacio personal», un círculo invisible que en el puritanismo americano se lleva a gala hasta en el supermercado. «Me puso las manos en los hombros, me agarró la cabeza y me dijo '¡Te la comiste, tío!», publicó este martes el columnista.
Si el columnista se sentía incómodo, más lo están los legisladores demócratas que conocen lo suficientemente bien a Biden como para saber que no había mala intención de su parte, pero a la vez anticipan lo difícil que será justificar esa conducta en la próxima campaña electoral para las presidenciales de 2020.
La portavoz del Congreso, Nancy Pelosi, no cree que eso le descalifique como candidato, siempre que pida perdón públicamente «de forma sincera», ha aclarado. «Decir 'siento que te ofendieras' no es una disculpa. Tiene que admitir que su conducta fue inapropiada».
Detrás de las bambalinas, dicen que Biden está furioso porque cree que su situación responde a una maniobra de su rival Bernie Sanders, uno de los muchos que se beneficiarían de una retirada a tiempo, antes incluso de que anuncie el lanzamiento de su campaña.
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