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Niñas chinas atienden en su escuela.
China recurre a Confucio desde la guardería para frenar la crisis de valores

China recurre a Confucio desde la guardería para frenar la crisis de valores

Los chicos se inician en el ajedrez chino, las niñas practican en otra sala la ceremonia del té

Julien GIRAULT (AFP)

Viernes, 13 de enero 2017, 00:26

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Un grupo de niños con birrete se inclina ante una estatua de Confucio, el sabio chino que fue prohibido durante la Revolución Cultural, pero que ahora vuelve a estar en boga en las escuelas privadas, que con apoyo institucional, buscan infundir valores tradicionales para frenar la crisis valórica.

"Le presentamos nuestros respetos maestro Confucio, gracias por las bondades de sus enseñanzas", recita en coro una treintena de alumnos, de entre dos a seis años, en un establecimiento recién estrenado en las afueras de la ciudad industrial de Wuhan, en el centro del país. Después, intentan repetir las complejas máximas proyectadas en una pantalla. Zhu Baichang, de cinco años, reconoció que no entiende todas las máximas del filósofo, pero las recita con entusiasmo. "¡Es muy interesante!", afirmó.

La escuela privada Diziyuan (Escuela de los discípulos que llegan a su destino) tiene 160 alumnos. "Visitamos dos guarderías públicas antes de elegir ésta", explicó el padre de Baichang, Zhu Minghui, que no desistió pese a que los costos de la matrícula suman los 7.000 yuanes por trimestre (960 euros, 1.015 dólares). "No entendemos todo cuando recita los clásicos. Pero esto se nos graba hasta el hueso. Está integrando los principios que guiaron a China durante 2.000 años", celebró.

Las enseñanzas de Confucio (siglos VI-V a.c), que insistía en valores como el respeto a la tradición para mantener la armonía social, se impusieron como la ideología oficial por la casa imperial China. "Entre los dos y los seis años, la capacidad de memorizar es excelente", entonces "sembramos las semillas de la piedad filial, el respeto a los profesores, la compasión", defendió la directora, la señora Shi. A los seis años, "los alumnos terminan de recitar los grandes clásicos de Confucio", celebra la profesora, señalando que estos implican conocer cientos de miles de caracteres.

En las actividades lúdicas, los sexos están separados y mientras los chicos se inician en el ajedrez chino, las niñas practican en otra sala la ceremonia del té. El "Dizigui", un manual del siglo XVII que promueve la obediencia a ciegas a los padres y los ancianos, también está en el programa. Incluso los cumpleaños se enmarcan en esta filosofía. "Acuérdate que es el día en el cual tu madre sufrió mucho para traerte a este mundo", dice una educadora a un niño, arrodillado ante su abuela.

Este tipo de establecimientos que ofrecen una educación tradicional, denominada "guoxue", han prosperado por la adhesión de la clase media emergente, pero siguen siendo marginales y son difíciles de censar. Estos establecimientos acogen a 23 millones de alumnos. Después de los seis años, la mayoría de los padres prefiere la enseñanza pública para la primaria, el principio de un rígido programa oficial que culmina en la universidad.

La Fundación Confucionista China tenía 300 escuelas en 2016, pero quiere sumar 700 más. En tanto, la asociación pionera Tongxueguan, que abrió en 2016 su primer establecimiento en Wuhan, propone cursos los fines de semana. Esta institución, muy mediatizada, tiene ahora unas 120 escuelas y unos 40.000 alumnos en todo el país. Su fundador, Li Guangbin, captó muy pronto el filón. "Después de la prosperidad, los chinos sienten que necesitan volver a las raíces. Necesitan una elevación espiritual", dijo el pedagogo elegantemente vestido con una túnica reservada a los académicos.

A su lado, Mei Yuan, madre de uno de los alumnos, asiente. "Los niños de hoy son egoístas, demasiado individualistas. La sociedad de hoy les da una mentalidad frívola", recalcó esta funcionaria de un instituto gubernamental, que lamentó que en la enseñanza pública a los clásicos de Confucio se les eche un simple "vistazo" superficial.

A su llegada al poder en 1949, los comunistas criticaron con vehemencia el confucionismo, acusado de defender el patriarcado y de ser un agente paralizante. Durante la Revolución Cultural en la década de 1960 y 1970 sus partidarios fueron un blanco privilegiado. Sin embargo, esta tendencia cambió con la llegada al poder de Xi Jinping, que cita entusiastamente al filósofo y que usado sus enseñanzas para la propaganda oficial. "Confucio es utilizado para promover la lealtad al Estado. Es una forma de alentar el respeto a la autoridad del Partido Comunista, atajando también los valores occidentales", señaló Michael Schuman, autor de un libro sobre la renovación del confucianismo.

Sin embargo, esta estrategia no es nada nuevo. El confucionismo ya había sido utilizado por los emperadores chinos para asentar su poder. Para Schuman, los "chinos están buscando algo más en sus vidas". "Creo que la sociedad china se ha vuelto muy próspera, pero al mismo tiempo le falta un lado espiritual", aseguró.

El experto resaltó que los ideales de Confucio muchas veces no se adaptan a estas nuevas formas de enseñanza. "Él alentaba activamente el debate, los discípulos tenían que forjarse sus propias ideas", insistió. Li Guangbin no comparte esta visión. "El gobierno necesita las tradiciones confucianas para mantener la estabilidad, aumentar la felicidad de la gente y para que ellos acepten su suerte sin quejas", afirmó.

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