Captagon, la droga para matar y morir
Los terroristas del Estado Islámico la usan como un estimulante sin poderes mágicos: solo activa la mente y quita el sueño
INÉS GALLASTEGUI
Martes, 1 de diciembre 2015, 00:25
Qué tienen en común un niño pijo de Riad y un barbudo combatiente islámico de Raqqa? Los dos se colocan con captagón, la droga de ... moda en Oriente Medio, aunque lo hagan por razones distintas: el primero, para colocarse en los saraos que montan bajo cuerda las grandes fortunas del petróleo y el segundo, para afrontar con energía tareas como acribillar a civiles, decapitar rehenes o violar a niñas 'infieles', antes de suicidarse activando su cinturón de explosivos.
El creciente número e importancia de los alijos ya anunciaba el auge de esta droga estimulante en la región. Lo que hizo saltar las alarmas en los medios occidentales fueron las sospechas de la Policía francesa, aún sin confirmar: las jeringuillas encontradas en una de las habitaciones de hotel reservadas por Salah Abdeslam podían haber servido a los asesinos para inyectarse esa sustancia antes de los atentados de París. Los supervivientes describieron a los terroristas como zombis impasibles que perpetraron la carnicería sin pestañear. Su testimonio terminó de construir la leyenda de la 'droga de los yihadistas'.
Captagon, la 'droga terrorista'
Captagon, sin tilde, es el nombre comercial de la fenetilina, derivado anfetamínico sintetizado por primera vez por la empresa alemana Degussa AG en 1961 y utilizado durante 25 años como fármaco para tratar el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, la depresión y la narcolepsia. Sin embargo, en los ochenta fue clasificado como potencial droga de abuso y en 1986 dejó de comercializarse. Captagón es, en cambio, el nombre callejero de una droga fabricada de forma clandestina que no tiene nada que ver con el producto original.
Claudio Vidal es delegado en Andalucía de la Asociación Bienestar y Desarrollo, impulsora de Energy Control, un proyecto de «reducción de riesgos asociados al consumo recreativo de drogas» que, entre otras cosas, analiza sustancias a petición de los consumidores. De momento nadie les ha enviado un captagón: «No circula por España».
Este psicólogo, al que remite la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción para este tema, recuerda que, según el análisis de los alijos incautados, los comprimidos que hoy se venden en el mercado negro con el logotipo de la firma alemana contienen «anfetamina y adulterantes, entre ellos cafeína». O sea, el mismo 'speed' que se consume esnifado en occidente, convertido en 'pirulas'.
Quizá esta vía de administración, idéntica a la de la respetable aspirina, explica su éxito en un país tan conservador -al menos, de puertas para afuera- como Arabia Saudí. Aunque en la potencia petrolífera no existen, como en los países occidentales, estudios que describan los patrones de consumo de drogas ilegales, parece que el captagón disfruta de un enorme éxito: es tan popular entre los jóvenes para divertirse o estudiar como entre las mamás bien para controlar su peso.
El caos y la violencia brutal que ha desatado la guerra de Siria han favorecido la producción fácil y barata de esta droga en la región: según Naciones Unidas, las tabletas pueden comprarse por unos céntimos en Líbano, pero en los países ricos de la Península Arábiga cuestan 15 o 20 dólares. El 28 de octubre, dos toneladas repartidas en cuarenta maletas fueron halladas en el avión de un príncipe saudí en el aeropuerto de Beirut. La semana pasada, la policía turca se incautó de 11 millones de pastillas cerca de la frontera siria. Cada vez más indicios apuntan a que miembros del Estado Islámico estarían haciéndose con armas y dinero gracias a este lucrativo negocio.
Desde el Antiguo Egipto
El consumo de drogas en la guerra no es nuevo. Hay pruebas de que los soldados del Antiguo Egipto y el Imperio Romano usaban cannabis, opio o alcohol para mejorar su rendimiento en el campo de batalla. Las anfetaminas son un clásico de las contiendas del siglo XX, desde la Primera Guerra Mundial hasta Vietnam, y del XXI, como Afganistán o Irak. A menudo, suministradas por los propios ejércitos, a pesar de su poder adictivo y de que su consumo crónico está ligado a la aparición de episodios psicóticos.
«El efecto de las drogas depende mucho del contexto: una cosa es tomar anfetaminas en una fiesta y otra, en un entorno de hostilidad y conflicto», explica Vidal. También varía con la forma de administración: inyectada es más rápida e intensa. Sin embargo, el experto niega que el captagón confiera capacidades sobrehumanas, reduzca el miedo o elimine la empatía hacia otras personas: simplemente, es un estimulante útil en operaciones bélicas porque ayuda a controlar el hambre y el sueño. «Pero ninguna droga te obliga a hacer algo que normalmente no harías», zanja el psicólogo. El fanatismo y la crueldad ya estaban ahí.
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