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Toma de posesión de Rafael Acosta Inglott (c) de la alcaldía de Granada. Junto a él, Antonio Gallego Burín, su antecesor en el cargo y gobernador civil y Ricardo Martín Campos (d), presidente del Granada CF. 14 de noviembre de 1940
Acosta Inglott, alcalde

Acosta Inglott, alcalde

Hace 75 años Rafael Acosta Inglott fue nombrado alcalde de Granada. Este es el perfil de uno de los regidores de mandato más breve al que la muerte sorprendió en el cargo publicado en IDEAL en junio de 1989, para la serie 'Los alcaldes de Granada'

josé luis entrala

Miércoles, 18 de noviembre 2015, 16:05

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Fue alcalde de Granada a los 51 años, desde el 14 de noviembre de 1940 hasta el 30 de junio de 1941. Total: siete meses y dieciséis días. Nació en Las Palmas de Gran Canaria el 16 de septiembre de 1889 y murió en Granada, a los 51 años de edad, el 30 de junio de 1941. Se casó con Araceli España Herrero y tuvieron cinco hijos: Rafael, Araceli, Francisco, Clara y Rosario.

Cuando Antonio Gallego Burín se encontró con la obligación de aceptar el puesto de gobernador civil de Granada pensó inmediatament en un sucesor en la alcaldía que continuara su obra urbanística y tuviera sus mismas ideas. Nadie mejor que el catedrático canario de Derecho Romano Rafael Acosta Inglott, con fama de buena persona, que políticamente venía de las mismas Juventudes Mauristas que Gallego y tenía experiencia de concejal durante la dictadura de Primo de Rivera.

Rafael Acosta Inglott nació en Las Palmas, de familia canaria por los cuatro costados. Gente de clase media acomodada, agricultores de Teror, por parte de los Acosta, y emigrantes de Malta de sangre irlandesa en los Inglott. Rafael Acosta Inglott vivió y estudió en Las Palmas cuando aquello era tan pequeño que la correspondencia la llevaba en el bolsillo el capitán del barco que, cada semana, venía de la Península». La familia vino a Granada al ser destinado su padre a la Audiencia y en Granada echaron raíces al retirarse el Sr. Acosta, padre, como presidente de la Audiencia de Zaragoza. En 1912 un Acosta Inglott de 23 años, ganaba la plaza de profesor auxiliar en Valladolid y dos años más tarde la cátedra de Historia del Derecho en Oviedo. Cuenta su hijo Rafael que una vez en Oviedo le presentaron para dar una conferencia como "nieto adoptivo de la ciudad" y entonces se enteró de que su padre era hijo adoptivo de Oviedo. Poco duró, sin embargo, por Asturias ya que en 1919 se trasladaba definitivamente a Granada y hasta su muerte siguió dando clases en la Universidad, primero en Historia del Derecho y luego de Romano, ya que cambió la cátedra para que su gran amigo José Segura no tuviera que irse de Granada. Y justo entonces conoció a su futura mujer.

Araceli España recuerda cuando "salía todas las tardes para rezar el jubileo con mi ama, porque no tenía padres y entonces las muchachas no tenían costumbre de salir solas. Un día nos vimos por la calle y él indagó quién era yo, creo que con Eloísa Morell. Y ya todos los días me seguía por la acera de enfrente pero sin acercarse, hasta que me escribió pidiendo una cita. Nos

hablamos por la ventana. Pero él entonces tuvo que irse una temporada a Canarias. Al volver me escribió de nuevo y estuvimos menos de un año en relaciones. Nos casamos de luto porque se había muerto mi suegro y fuimos de viaje de novios a Ronda.

Los Acosta y los Inglott

Luis Seco de Lucena, en su libro 'Mis memorias de Granada', define a Rafael Acosta como "uno de los alcaldes más nobles, bondadosos, inteligentes y de más fecunda gestión que ha tenido Granada". Doña Araceli no recuerda haber tenido más que un problema familiar; fue aquel día que "me compré una cosa sin decírselo y por lo visto no le gustó. Entonces me dijo : ¡Si tú lo has comprado, págalo!".

Rafael Acosta España también está de acuerdo pero con un matiz. "Era muy bondadoso como suelen ser todos los Acosta. Los Inglott en cambio, no. Tenía ese sentido españolista propio de los canarios, hasta el punto, que recuerdo haberle visto llorar cuando Companys declaró el Estat Catalá por la radio. Y era tan buen hijo que todos los días, sin falta, iba a casa de su madre en la calle Duquesa, 20".

Doña Araceli no insiste en ese matiz de los Inglott. Ella tenía una suegra Inglott con la que se llevaba muy bien "porque yo no discutía. Si ella decía blanco, yo blanco. Era una buena persona pero con un carácter muy fuerte".

Aquel alcalde bonachón tenía curiosos caprichos. "Le gustaban los animales y, especialmente, las palomas, muchas de las cuales le mandaban de Canarias. Al llegar la guerra, como no había comida por el racionamiento, se las dimos a mi hermana que está casada con un Bandrés y tenía una fábrica de harina por lo que dije : ¡Ahí hay comida para las palomas!".

El alcalde Acosta Inglott tenía una tendencia muy clara: le gustaba la comida canaria. "El gofio y las papas arrugadas no podían faltar a la mesa, aunque fuera con croquetas que mira que van mal con las papas arrugadas".

Después de las cenas la costumbre era rezar el rosario en familia paseando por cuartos y pasillos. En casa de los Acosta Inglott todos los días se rezaba el rosario que lo llevaba él y le agregaba una retahíla muy larga de santos... ¿que cuál era su santo preferido?, pues Santa Clara y por eso le puso Clara a mi hermana.

La muerte

Aquel hombre fuerte, sano y bondadoso que disfrutaba siendo alcalde, falleció de pronto. Presidió la procesión del Corpus de 1941 y en la Octava ya no existía. "Fue por la epidemia de tifus exantemático que hubo en Granada. La que llamaban del piojo verde. Como alcalde, fue a ver a unos enfermos en las cuevas del Barranco del Abogado y allí lo pilló. Era un tifus que se pone la boca negra y salen manchas negras por todo el cuerpo. Pero yo, a pesar de todo, no me separé de él y seguí durmiendo en la misma cama ¡y a nadie de la familia nos pasó nada!".

IDEAL del 1 de julio de 1941 dice que "el alcalde Sr. Acosta Inglott fallecía ayer a las siete de la tarde. No había cumplido aún los 52 años y es el primer alcalde que muere en el cargo por lo menos en los últimos cuarenta años". Tuvo un entierro impresionante que su viuda todavía agradece "al Ayuntamiento que se portó muy bien". Granada devolvió a su alcalde ese cariño que le tenía. Pero fue un caso de mala suerte porque "llegó a Granada de joven para pillar un tifus y salió definitivamente con otro".

Rafael Acosta Inglott, el único alcalde de Granada muerto 'con las botas puestas' en pleno ejercicio del cargo, tiene una pequeña calle con su nombre, cerca del Parque de Bomberos, entre la avenida de Pulianas y Virgen del Pilar. Es el único de los últimos 22 alcaldes de Granada cuyo nombre ha merecido los honores oficiales de una calle.

El continuismo de Acosta Inglott respecto a la obra de Gallego Burín se puso ya de manifiesto en la toma de posesión. Según IDEAL, el nuevo alcalde dijo que "la labor municipal no se interrumpirá. Continuaremos la transformación de Granada respetando lo que hay de tradicional, bello y artístico. Ser alcalde de Granada es algo tan grande que sólo se puede servir ejerciendo toda la actividad en bien de la ciudad poniendo a contribución mis escasos dotes". Y en los siete meses que duró su paso por el Ayuntamiento se continuaron las obras de la Manigua, del Embovedado y del proyecto de las aguas potables. Dice su hijo Rafael que para su padre fue una satisfacción enorme llegar a ser alcalde de Granada. Tanto él como su hermana Araceli recuerdan especialmente una cosa de aquella época; el coche de caballos. Porque en 1940, España entera sufría una seria crisis energética. No había gasolina y el Ayuntamiento, quizá para dar ejemplo, decidió que el alcalde fuera a sus labores en coche de caballos. Araceli lo disfrutó en grande. "Iba con mi padre y me dejaba en la escuela del Ave María que hay en la Avenida de Cervantes. Pero tenía que bajarme antes de llegar porque mi padre no quería que los demás niños me vieran llegar así".

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