La voluntad lleva en volandas al Granada

Salen invictos del maratón de partidos de septiembre, con tres citas concentradas en una semana. Siete puntos más para la despensa, los mismos que habían recaudado antes de enfrentarse al Barça, aquella noche en la que toda España se percató de la naturaleza competitiva de este recién ascendido, que derrotó a los azulgranas con entereza, salvó un punto en Valladolid reaccionando a un mal inicio y doblegó al colista, no sin angustia en el tramo final, con mucho esfuerzo en todo el encuentro. Encaramado al segundo puesto, acabará tercero la jornada como poco a las puertas de visitar el Bernabéu. Nunca un pulso teóricamente tan desigual se dirimió con tanta cercanía con el gigante blanco. Hay otra lectura más terrenal de la clasificación: deja a doce puntos al rival de ayer, una distancia impresionante aunque quede tanto.

Cualquier análisis del Granada se rocía de adjetivos colectivistas. Es un equipo por antonomasia, sin egos ni grandes estrellas, aunque algunos futbolistas apunten maneras. Tiene un portero transformado en tarántula, Rui Silva, que solventa todo con rigor y seguridad cada vez que alguien supera su maciza defensa. El cuadro ha encontrado un complemento perfecto en Yangel Herrera, que quita, da y toma decisiones muy inteligentes, con un halo de frialdad que hechiza. Y hay un goleador que no está estático, sino que aparece por sorpresa, atento al suministro que le proporcionan sus compañeros: Antonio Puertas, ese arquero con agudeza de elfo.

Diego Martínez repitió la alineación con la que los suyos se enfrentaron al Barcelona. Algunos hicieron pleno en la coctelera de jornadas. Rui Silva, Víctor Díaz, Domingos Duarte, Montoro y Puertas completaron la secuencia hasta el último segundo. Forman parte del once tipo del que se ausentan por lesión Quini y Fede Vico. Al lateral cordobés le ha reemplazado con acierto Carlos Neva, que tras dos encuentros de disciplina defensiva mostró su desborde y capacidad de envío al área, de niño a hombre en menos de una quincena. La mediapunta la ha ocupado Ramón Azeez, que tuvo que cambiar de traje. Si con el Barça su prioridad fue torpedear la conexión de De Jong y Rakitic con el ataque, frente a los pepineros soltó amarras y buscó superioridades en la combinación con el resto.

Los rojiblancos compusieron un fútbol alegre durante los primeros veinte minutos. Ante un adversario agazapado, con tres centrales – y con Rubén Pérez en la derecha, dando auxilio para frenar a Machís–, el Granada trató de abarcar mucho campo y descargar el juego por los costados. Fue decantando los acontecimientos con una movilidad que fue confundiendo al Lega. Neva se escapó hasta el fondo y Azeez se ofreció para el disparo en una aproximación bien trenzada. Los córners se fueron encadenando pero los locales evitaron el bote directo a la olla ante la potencia aérea de los madrileños. Montoro, tras un saque en corto, soliviantó a Soriano. La pasividad de los visitantes resultaba sospechosa, una pose malévola, prestos para responder sin preguntar. Aguardaron furtivos a un error no forzado o a un ataque galopante. La pifia inesperada salió de las botas de Germán, en un intento de salida limpio que interceptó Óscar. Filtró el balón para En-Nesyri por el centro, privilegiado para el duelo cara a cara con Rui. No contaba con el gigantismo del luso, valiente e imperturbable para solucionar el pulso. Será extraño que no lo llame su selección.

Aún tuvo que reaccionar a otra subida del Lega, esta a la carrera, tras un saque de esquina mal cerrado por el Granada. El zafarrancho llegó hasta los dominios de Rui, pero el chut de Braithwaite viajó sin pólvora, acunando el balón como un bebé.

A pesar de que los rojiblancos se apoderaron del esférico, faltaba un tanto que resquebrajara la resistencia enemiga. Llegó del lance más inesperado. Domingos Duarte lanzó un balón al aire, de los que bajan con escarcha, y Soldado fue a la disputa, como suele. La bola le dio en la chepa a Omeruo y quedó en los pies del ariete, aunque perfilado para un disparo de izquierda, complicado para el valenciano. En lugar de arriesgar con su pierna zocata, conectó con Puertas. Golpeó como le vino, con los ojos entornados, porque ya no le hace falta ni mirar a portería para acertar, como le pasaba a Jordan con los tiros libres. El cuero recorrió el trayecto en suspensión, pasando peligrosamente cerca del larguero, pero descansando al final en la red, para que el almeriense pudiera lanzar saetas al aire una vez más, la sonrisa como su arco, tensa de felicidad.

Machís rodó en una caída y se llevó por delante a Rubén Pérez sin querer. Fue sustituido, lesionado, pero su paseo por el fondo del campo le sirvió para recibir una aplazada ovación del respetable, que no olvida a los suyos, sobre todo si los largaron de mala manera. Saltó Roque Mesa, que moldeó el perfil del Lega a una versión más jugona.

El extremo venezolano probó su rifle y Braithwaite tuvo una ocasión tremenda en el área, que nadie sabe bien cómo falló, pidiendo un VAR que no apareció. El descanso llegó con una trifulca entre Puertas y En–Nesyri y precedió a un segundo acto con un Leganés más animado, el cansancio haciendo mella en los rojiblancos. Con un 4-4-2, sacando a Arnáiz, se comprobó que el último clasificado tiene futbolistas de clase para optar por otras variantes, pero Pellegrino parece emperrado en la acumulación atrás, salvo cuando el resultado se le afea.

Las intentonas se multiplicaron y fue entonces cuando Rui Silva terminó de rendir a los ojeadores de su país. El partido estuvo a punto de fracturarse con tanta llegada. Carlos Fernández aportó algo de luz al ataque, aunque también tuvo alguna decisión errónea. Se prolongaron seis minutos, pero los locales lo soportaron todo, hasta la incertidumbre de la revisión de una supuesta mano de Martínez en el área que no se cobró. El Granada acabó como empezó el Lega, con cinco atrás, forrando a Rui para que sumara su cuarta puerta a cero. Otro dato que sale de la tremenda cooperación de unos jugadores que no dejan de creer en lo imposible.