El pasado domingo se cumplieron seis meses y medio del último partido que los granadinistas pudimos disfrutar de nuestro equipo presencialmente en Los Cármenes. Una barbaridad que, por desgracia, aún sigue siendo indefinida y no tiene fecha límite. Recuerdo perfectamente el tifo de aquel día: «sueños de campeón». Se perdió aquella batalla pero no la guerra.
Durante el último año, se pudo disfrutar del ascenso a Primera y el acceso a la semifinal de Copa pero no la clasificación para competiciones europeas. Es una pena que, en el mejor momento de la historia del Granada, la afición no pueda estar ahí para disfrutarlo. En quince meses, el club rojiblanco ha pasado de Segunda a Europa. Una auténtica gesta si se tiene en cuenta que se trataba de un recién ascendido con el tercer menor presupuesto de la categoría. Gracias a ello, Los Cármenes albergará hoy su bautismo europeo. Será ante el Locomotive Tbilisi georgiano. Igualmente, sin público. 90 años esperando esta oportunidad para verlo por la tele. No queda otra.
Por fortuna, este Granada de Diego Martínez tiene alma, raza y espíritu combativo. Añora a su público pero muere por él. Un vestuario sano y unido que está rompiendo registros. Es tal la dimensión que está logrando, que nos está acostumbrando a ganar casi siempre. Lo nunca visto. Su autoritaria goleada estrenándose en Europa le hizo crecer como club, como entidad. Dio sensación de equipo grande. De equipo fiable que no tiene límites. Una maravilla.
«La casa de los sueños», «Unidos por una pasión», «Lucha por tu escudo», «Lo dieron todo» fueron, entre otros, los tifos de la temporada pasada. Se hacían para animar a nuestros jugadores. Ahora, no hace falta. Nuestra ausencia es su mayor motivación. Y ha llegado el momento de demostrársela a toda Europa. Los «sueños de campeón» siguen estando presentes.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.