Diego Martínez da instrucciones a sus jugadores en Balaídos. BALDOMERO
Sentimientos
Bajo control ·
Más allá de haber conseguido el ascenso con el Granada, la gran obra de Diego Martínez hasta ahora es haber vuelto a unir el cordón umbilical entre afición y equipo
Juan Torres Colomera
GRANADA
Jueves, 19 de septiembre 2019, 01:30
El sentimiento es un estado de ánimo y cuando esa disposición emocional se manifiesta en las relaciones sociales o personales, el resultado suele ser una mezcla de sensaciones contradictorias que arrastran a lo afectivo o a la animadversión, según qué circunstancias lo despierten. En fútbol no sucede así. El hincha jamás se revolverá realmente contra su equipo, pero sí puede llegar a distanciarse emocionalmente de él si algunos gestores, deportivos o económicos, destruyen lo que los une. Nada más ni nada menos que el sentimiento.
El domingo pasado Diego Martínez pasó por Vigo, su tierra, y se enfrentó a su equipo de siempre, se supone. Y allí, como el que no hace la cosa, tomó tres puntos y se volvió para donde pace, seguramente con una sensación de sentimientos encontrados. Tuvo suerte, aunque él no la necesita. En Balaídos le tocó un premio con el que no contaba y sorprendentemente dio la sensación de no saberlo gestionar bien del todo. Por primera vez se dedicó a dejar pasar el tiempo sin hacer nada. El domingo pasado Diego Martínez me recordó a un político paisano suyo ya retirado.
Porque una superioridad tan aplastante a partir del primer cuarto de partido y con cero a cero demandaba algún cambio. Táctico o personal. Sobre todo porque el equipo no encontraba el camino del gol a través del juego. Dos goles, sí, pero uno solo del Celta hubiese metido al equipo vigués en el partido. Será el carácter gallego.
O serán los sentimientos. Quizás Diego no quiso hacer sangre en su tierra y trató de respetar sus raíces manteniendo la integridad profesional. Humildad y honradez. Ambas virtudes exhibió y le salió bien. Se lo merece.
Porque más allá de haber conseguido el ascenso con el Granada, la gran obra de Diego Martínez hasta ahora es haber vuelto a unir el cordón umbilical entre afición y equipo. El sentimiento. Un vínculo metafórico que, al contrario de lo que sucede con el don de la vida, jamás debió romperse.
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