Una reivindicación sin fin
LA CONTRACRÓNICA ·
El equipo sumó su tercera victoria consecutiva esta temporada con un Gonalons tirano del juego, Soldado desafiando las leyes del tiempo y el espacio, un Rui Silva que volvió a ser 'O muro' y con Machís en campaña electoralFran Rodríguez
Granada
Lunes, 21 de septiembre 2020, 00:45
Si el Granada-Alavés de ayer se plasmara con óleos sobre lienzo, el resultado sería sin duda 'La Libertad guiando al pueblo' de Delacroix. ... Sólo que en vez de aparecer en cabeza la fémina representación de las libertades, estaría Max Gonalons con la casaca rojiblanca número cuatro a medio desgarrar, la serenidad en las botas y la clarividencia en la mirada. Si algo saben en Francia es cambiar el curso de la historia y la política. Por eso, el relato del partido se construyó en torno al cetro del comandante nazarí, un tirano que se opuso a la resistencia alavesista y dominó la medular a su antojo. Se reivindicó. Lo hicieron todos.
El galo conservó el sitio en el once del que ya disfrutó en Durrës, si bien conoce la máxima de Diego Martínez y sabe que otro día será él quien disfrute de sus compañeros desde el banquillo. Y no será por demérito, sino porque en este equipo «todos son importantes y necesarios». Este Granada no es una revolución. Ni a la francesa, ni a la española. Es más bien el resultado de la reivindicación continúa. Una dictadura del sí puedo porque sí quiero. De momento quiere pero no puede jugar su papel ese número '12' que no vuelve a su templo desde aquello de Yuri. La presencia del tifo hizo aún más insoportable si cabe el silencio de estos domingos.
Mientras tanto, los rojiblancos esperan seguir oyendo nítidamente los rugidos de Soldado, tan tempranero en Los Cármenes como en el Niko Dovana. Si en Ventas de Huelma alguien confundió un gato con una pantera, ¿con qué confundió Rodrigo Ely al delantero valenciano? Seguro que al llegar a Álava jurará haberse topado con un depredador.
Para aquel entonces, en el centro también confluían tres reivindicaciones que laten al mismo son. La de Yangel Herrera, demostrando que, si alguna vez su cabeza estuvo en la luna de Valencia, ahora no está en otro sitio que no sea Granada, por más que Battaglia y Lejeune se empeñaran en sacarlo del partido con codazos y patadas voladoras que emocionarían al gran Héctor del Mar. También se reivindicaba, y lo hará todo el curso, un Luis Milla al que la categoría tampoco se le quedó grande en su segundo partido. Y la de Max Gonalons, ante el empuje de los dos anteriores, recordándonos a todos sus mejores noches en Lyon sobre el césped de Los Cármenes. Él fue quien guió al equipo en sus mejores minutos, aquellos que, por desgracia, no acabaron en el 2-0 sino en el empate con una absurda falta.
Ahí falló Rui, poco pulcro con la barrera, entorpecido por la pugna entre Machís y Pere Pons, superado por el misil de Joselu. Pero en ese eterno levantarse que es este Granada, Rui Silva emergió en el segundo tiempo para despejar las dudas acerca de su concentración. Suyo fue el primer paso hacia la victoria cuando mandó el balón al larguero en un ejercicio de reflejos a la altura solamente de los elegidos.
El círculo de la reivindicación se cerró cuando Montoro, que había saltado desde la grada –ahora banquillo–, repartió un dulce que Machís, ante Pacheco, disfrutó en dos bocados. 2-1. El venezolano respondía así al gran Kenedy visto en Albania. Se abre una sana guerra, esa campaña electoral en la banda zurda. El Granada va a por todo, porque cree, acertadamente, tener siempre algo que decir.
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