Entre la 'tablet' y el césped

La excepción a esta regla solo se da en prodigios o políticos. Los primeros por su cualidad de superdotados; los segundos, porque la incapacidad de la mayoría de ellos no los inhabilita para el cargo que ocupan, aun siendo su gestión un auténtico desastre.

En fútbol, el rendimiento de un equipo depende a menudo de una serie de contextos algo misteriosos, más allá del trabajo y de las tácticas. Unos subterfugios psicológicos que escapan al control y comprensión de los propios profesionales, incluso de entrenadores que, antes de serlo, se dejaron media vida en los terrenos de juego.

Como algunos entrenadores que han terminado triunfando, Robert Moreno no ha llegado a ser jugador de élite. Una experiencia que suele considerarse un plus en el vestuario. Resulta evidente que no tenerla obliga a estos técnicos a un doble y titánico esfuerzo. Estudiar en profundidad la psicología del jugador y convencerlo de que, desde la teoría, también se pueden alcanzar los beneficios que otorga la experiencia.

Y en ello está Robert Moreno. Tratando de adquirirla impartiendo sus conocimientos teóricos en la Ciudad Deportiva y adquiriendo la práctica en el banquillo cada jornada. Tiene una virtud: que se deja los codos estudiando de noche y trabaja durante todo el día.

La contundente victoria a domicilio frente al Levante va a servir para aportar a su currículo la experiencia que necesita y al equipo más seguridad. Se la merecía Robert después de doce jornadas y de comprobar en cada partido la diferencia que existe en fútbol entre la pantalla de una 'tablet' y el césped.