Renacer de las cenizas
La otra mirada ·
El Granada transmitió señales que se sospechaban perdidas; entre otras las de un bloque homogéneo, seguro de su objetivo, eficaz y selectivo en los esfuerzosJusto Ruiz
Granada
Sábado, 5 de octubre 2024, 00:40
Toda película de horror que se precie termina mal, y en los últimos tiempos deja una puerta abierta para la secuela, donde se gestan segundas ... partes y las continuaciones que hagan falta. El Granada, que lleva asustando con su juego desde el inicio de la Liga, ha seguido con rigor profesional ese libro de estilo de la industria cinematográfica de lo terrorífico: un partido tras otro provocando angustias y agonías entre su público, que soporta los capítulos del espanto con admirable estoicismo y enorme comprensión.
En su partido en Burgos, con Fran Escribá en el banquillo, decidió saltarse el guion por primera vez en lo que va de curso y escribió un encuentro muy decente. Nunca en lo que va de campaña el Granada había mostrado semejante perfil. Atrevido, más preciso en el toque, profundo por los costados... Se le vio algo más guapo y elegante, no ese sucedáneo que había ofrecido en los anteriores partidos, que los había malvivido como un penitente huérfano de todos los valores de este deporte.
El Pantío descubrió a un conjunto granadino creído en la victoria. El cambio de todos los rasgos le hizo irreconocible para bien. Los jugadores se desenvolvieron con más frescura mental y una buena clarividencia en sus acciones, salvo en el fallo defensivo que le valió el empate a uno al Burgos. El contagio de lo bien hecho alcanzó a casi todo el equipo. Fue un buen trabajo colectivo que hace recuperar la esperanza. Enfrente, además, tuvo un señor rival al que jamás le tembló el pulso y a cuya cuenta positiva hay que añadir la buena temporada que está realizando.
¿Lanzar las campanas al vuelo? Todavía resta mucho trayecto en este complicado viaje como para cometer ese error de cálculo emocional. El paso dado por renacer de las cenizas fue importante, pero hay que agrandarlo en cada cita. El Granada transmitió señales que se sospechaban perdidas. Entre otras las de un bloque homogéneo, seguro de su objetivo, eficaz y selectivo en los esfuerzos. En todo caso, a Escribá le queda mucho trabajo por hacer y ya ha quedado claro que el camino de Segunda va a estar lleno de sufrimiento, pero siempre se busca de forma más tranquila la mejoría desde los triunfos. Necesitaban una victoria para escapar de sus fantasmas de grupo inmaduro, muy previsible, y de los puestos espinosos de la tabla. Su comportamiento frente a todas las desgracias que viene acumulando merece un halago sin caer en el sentimentalismo facilón.
El Granada era un batallón desordenado. Ni tenía forma, ni fútbol, ni nada de nada. Buscaba algo a lo que agarrarse, por lo general el clavo ardiendo del resultado sin más argumentos. En Burgos, manejó su realidad con algo más de inteligencia, lo que le permitió realizar un buen encuentro. Ya ha descubierto su altura, que es mediana, lo que no quiere decir que pueda saltar más que nadie siempre y cuando su grado de concentración y solidez mental sean sus señas de identidad.
El Granada se apresta a dirimir esta tarde ante el Mirandés una nueva prueba de vida en busca de la remontada. Restan 37 jornadas y muchos puntos por disputar, pero debe aprovechar el espaldarazo anímico de su mejoría en Burgos para escapar cuanto antes de esta agonía clasificatoria en la que tan mal se maneja.
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