Llamando a las puertas del cielo

El Granada, en su partido ante el colista, extendió la manta a cuadros sobre la tupida hierba de Los Cármenes y se merendó al Lugo en dos bocados. ¡Ñam, ñam! y se acabó la comedia para festejo de la afición. El conjunto gallego dio lástima, entregado desde el primer minuto al cuchillo y al tenedor del Granada como si fuera una delgada longaniza. El partido estuvo a merced del apetito del equipo granadino, que fue voraz hasta que se percató de que enfrente no había nadie con quien discutir y comenzó a masticar la victoria con calma. Cogió el balón, lo hizo suyo y después desperdició un rosario de ocasiones.

La distancia entre Segunda y Primera solo se comprende cuando se ha realizado el viaje descendente y se ha permanecido en las cloacas durante, al menos, una temporada. Esa travesía reserva todos los horrores imaginables, una penitencia a la que el Granada puede poner fin si gana en Anduva y sus rivales no suman todo el botín. No hay que echarle más imaginación para definir el significado de un ascenso que el corazón reclama hoy mismo y que la cabeza, más fría, anuncia en la visita del Leganés. Todo el trabajo estará hecho si se da esa feliz carambola.

Ha habido que esperar a finales de mayo para ver tan de cerca la posibilidad. A los nervios propios habrá que añadir el nivel de motivación de algunos adversarios que no se juegan nada. El interés de los rivales estará sujeto a la relatividad de las primas a terceros. El único objetivo para limar problemas futuros es ganar en Miranda. El premio es tan importante que el tren granadinista no puede detenerse en la estación de la vacilación, del titubeo. El equipo estará apoyado por numerosos aficionados, hartos del infierno y encendidos de ilusiones.