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'Wakasomanía'
LA RESACA

'Wakasomanía'

El centrocampista ghanés ha insuflado un coraje desbordante a un Granada que, a falta de fuelle, se agarra a lo visceral para saltar la banca y salir del descenso este sábado

Rafael Lamelas

Viernes, 3 de marzo 2017, 01:07

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1. Tanto se ha apelado en el fondo sur de Los Cármenes a aquello que se vende por docenas en las tiendas que el bazar invernal ha provisto de existencias suficientes como para cubrir la despensa, con un par de ellos de cáscara muy oscura, a cuyo propietario se le empieza a rendir culto. Un tipo cuya primera aparición contra el Granada en su vida le sirvió para que lo expulsaran por patear al 'profeta' Manolo Lucena estaba condenado a redimirse algún día luciendo la rojiblanca, pasar de la villanía al heroísmo, y que le acaben fundando una peña con su nombre.

2. Desbroza el césped por el mismo precio con su arrojo temerario. Rebana algún tobillo de camino a veces. Embiste como un rinoceronte. Sabe jugar también. Prorrumpe con artillería pesada a poco que ve el arco en la lejanía. Es la 'Wakasomanía': todo corazón, cero concesiones al enemigo, pues no entiende de treguas. Empuje, ardor, madera de líder, con ese punto de locura que entusiasma al lado visceral de cada aficionado. Algo tienen estos futbolistas que siempre caen de pie en suelo nazarí.

3. El mercado de enero implica movimientos agudos, con gente que no sólo sume por su propia aportación individual, sino que cuenten con la capacidad de arrastre sobre el resto, para extirpar los males, oxigenar el ambiente y purificar a sus compañeros retraídos. Este nuevo Granada es ahora mismo un reflejo de este centrocampista ghanés. Un conjunto estridente, vertical, incómodo si le cuelgan las riendas, salvaje cuando cabalga por la pradera. Un purasangre genuino, con una fiebre competitiva que se desata en su feudo. Los Cármenes ya no es el purgatorio.

4. No es ni mucho menos este un modelo perfecto, constante. Le falta pausa, atemperar los acontecimientos. Le sobra endeblez defensiva, pues su zaga de tres centrales sufre con y sin balón. Para colmo se presumen varias diezmas de cara al sábado, por lo que fortificar la retaguardia será tarea ardua para Alcaraz. Al menos sabe que pese a que tampoco estará Uche por delante, si contará con un vigilante aduanero que no permite el paso con facilidad. A Wakaso de nombre, Mubarak de apellido, por si lo repitieron poco por megafonía tras su gol, le sientan las rachas horizontales como a Elvis el tupé. Los 1,5 millones de su opción de compra suenan a ganga a día de hoy. Habrá que quererle hasta el día que le expulsen, que no tardará.

5. Hay tres irrupciones que han dado un salto de calidad y de fe a los rojiblancos. Aparte del ex de Las Palmas, el influjo de Héctor en la izquierda se ha maximizado. Desde Siqueira no había aterrizado un lateral zocato con semejante incidencia en las acciones ofensivas. Con sus centros ante el Betis y en San Mamés, más sus saques de banda frente al Alavés, enseña con sus subidas que se ha tomado en serio su préstamo desde la Real, donde le cierra la puerta el fantástico Yuri Berchiche. Si las piernas se le dejan de agarrotar y no se confía en exceso, será otro con el Granada podrá plantearse un futuro más a largo plazo, aunque en su caso no hay ninguna cláusula firmada. Tendrían que negociar.

6. El otro futbolista que ha aclarado el firmamento es Adrián Ramos. Se tiende a concluir que un delantero ha de ser egoísta, voraz, goleador ante todo. Pero el colombiano es mucho más que eso. Sin que le sea esquiva la finalización tampoco, su capacidad para aglutinar descargas, por tierra y aire, bendice las aproximaciones del resto de compañeros. Le ocurre cuando salta un poco como a Jordan: se eleva mucho y aguanta en suspensión unas décimas más que cualquiera, como si levitara. Lo justo para imponerse y permitir que un colega termine las acciones.

7. Si Ingason hubiera tenido este efecto en la retaguardia, tendrían que haber condecorado a Piru en lugar de largarlo. Pero el islandés no alcanza ese nivel de extensión en la retaguardia y se nota. Correcto este miércoles, aparcadas momentáneamente las pifias tanto suyas como las de sus vecinos de zona, le sigue faltando engrase en los movimientos y tacto en los pies. Algo así le pasa a Gastón Silva. Hongla, quizás el mejor dotado por genética, también es el que empieza más nervioso. No acabó mal y supone una nueva lección para su madurez. Las horas establecerán si se restablece para acudir a Butarque porque concluyó con molestias, por lo que fue sustituido.

8. Con Uche bajo arresto por la décima amarilla, los focos se giran hacia Sergi Samper, quien precisamente ha cambiado de vagón desde que empezaron a llegar refuerzos. El catalán no se queja, contribuye en el día a día desde el respeto a su situación y posiblemente le tocará la dura papeleta de gobernar el centro del campo frente al Leganés. No es Uche, ni parecido en el despliegue, pero sí tiene temple como para dotar al Granada de un contrapunto tal vez necesario en una sobremesa nerviosa. Si se entiende bien tanto con Wakaso como con Pereira, quizás no se eche de menos el plus de fuerza del nigeriano.

9. Llega el asalto con el que alterar puntuaciones. El escenario optimista que los inasequibles pronosticaron en el momento de mayor incertidumbre, cuando algún pesimista se sumía en el tedio y pedía ya la planificación en Segunda. Llega a este duelo directo con posibilidades plenas. A falta de fuelle, tras este encadenamiento de jornadas, les tocará adentrarse en las entrañas. Romper con el colapso mental que acaece cuando la escuadra se va de viaje.

10. Lesiones, sanciones, calendarios y vaivenes de forma conforman los baches de una larga temporada. El tramo se empina y se llena de socavones, pero hay veces que cuando más incómodo se pone el asunto, en las circunstancias más desfavorables, aparece la furia, el espíritu, y absorbe el acierto con el que fulminar los problemas. A esta altura, lo importante es que el Granada disipe ya sus miedos y se lo crea. Apelar a la testosterona le está manteniendo con los guantes en alto, pero hace falta algo más. Le toca seguir soltando ganchos, meditar cuándo subir la guardia, conservar la ambición. Superar el abucheo de un auditorio adverso. Escuchar ese sonido entusiasta que, aunque recuerde a aquella canción de Shakira para el Mundial de Sudáfrica, tensa los músculos, aprieta los dientes y cruje los huesos. La 'Wakasomanía' se entona como una música tribal. No está hecha para el folclore y la diversión. Sirve para concitar una verdadera danza de guerra.

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