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Inasequible al desaliento

Si a alguno el empate le sabe a poco, sólo queda decir que por esta senda volverán las victorias nuevamente, y que, si el equipo no baja el ritmo mostrado, las esperanzas en una campaña ilusionante crecen como la espuma

EDUARDO ZURITA

AFICIONADO DEL GRANADA CF

Sábado, 17 de noviembre 2018, 13:06

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No ceja el Granada de Diego Martínez en su empeño de demostrar que no se arredra ante ningún rival, y que su nivel competitivo se mantiene a toda costa en cualquier enfrentamiento. Nuevamente ante uno de los gallitos de la división, la Unión Deportiva Las Palamas, el equipo demostró desparpajo, buen fútbol y, sobre todo, una gran capacidad de reacción ante las adversidades.

La primera parte fue otro muestrario de la capacidad de los granadinistas para anular al rival, dominarlo y acosarlo. Parece que es indiferente si se actúa como local o visitante. Lástima que la suerte fuese esquiva con las grandes ocasiones creadas en jugadas culminadas por Ramos, en dos ocasiones, y por Víctor Díaz, cuyos lanzamientos estuvieron cerca de convertirse en la primera diana de la noche insular.

Otra vez la pareja formada por San Emeterio y Montoro doblegó a sus rivales y marcaron el ritmo del encuentro, sobre todo en el primer periodo. La vuelta del segundo supuso recuperar los automatismos en las combinaciones cortas y las mejores posibilidades en el pase largo y profundo. Se encuentra muy a gusto al lado de su otro compañero, que ya se encarga de barrer y cortar cuanto pasa por su radio de acción.

El buen hacer del Granada no tuvo recompensa antes del descanso. Por el contrario, en una jugada aislada de los locales, romos en el resto del primer periodo, Rubén Castro alcanzó a desviar, en fuera de juego, un tiro de Araujo que parecía poder detener Rui Silva. No estuvo el auxiliar de Areces Franco tan afinado como los del pasado domingo en Los Cármenes ante el Numancia, aunque realmente era difícil dilucidar en directo la posición antirreglamentaria del delantero del equipo canario. La suerte fue esquiva y condenó a una injustísima derrota al descanso.

La primera de las reacciones de los de Martínez se produjo pocos minutos después de reanudarse el encuentro. Un muy acertado Ramos cabeceó espléndidamente un saque de esquina lanzado por Vadillo y ponía cierta justicia a lo visto hasta entonces. Estuvo el colombiano muy batallador todo el partido en las luchas aéreas, acertadísimo en las asistencias y apoyos, y rondando el gol con más determinación que en jornadas pasadas. Esperemos que su actuación en Gran Canaria sea un punto de inflexión para que empiece a jugar un papel protagónico, como exige su currículo, en la delantera rojiblanca.

La buena actuación de Ramos hizo que se recuperara la versión dinámica del trío Vadillo, Vico y Puertas, si bien el almeriense no tuvo demasiada fortuna durante la noche. Cuando todo parecía controlado, el Granada se echó atrás para contener y propició que la Unión Deportiva tomase el mando de las acciones. Una jugada donde Víctor Díaz no anduvo presto y contundente para el despeje, fue aprovechada por Araujo, el mejor de los suyos, para adelantar otra vez a los locales. No parecía haber hecho nada del otro mundo el Las Palmas para alcanzar la victoria, pero quedaban apenas once minutos para el final del tiempo reglamentario.

Y ahí surgió nuevamente la idiosincrasia que viene mostrando el equipo, en una reacción fulgurante desde el banquillo y en el terreno de juego. Diego Martínez, que pudo pecar de conservador en el cambio de Vadillo por Nico Aguirre tras las primeras tablas en el marcador, decidió hacer saltar al terreno de juego a Quini y Rodri por Álex Martínez y un agotado Vico. Los revulsivos hicieron efecto inmediato. Rodri era trabado por el portero Raúl Fernández, y el rechace pateado por Puertas fue desviado desde el suelo con la mano por Cala. Si el colegiado pitó la primera acción acertó, pero debió amonestar al portero; si lo que señaló fue la mano de Cala, debió mostrarle la segunda amarilla y expulsarlo.

Puertas fue el encargado de tirar la pena máxima, con escasa precisión, y Raúl Fernández, un buen cancerbero para este tipo de lances, le adivinó la dirección de su lanzamiento. El jarro de agua fría era tremendo, pues se esfumaba una opción clarísima de restablecer el empate a falta de muy poco tiempo para el final del encuentro.

Pero este Granada no se rinde nunca, y con fe siguió porfiando en ataque sin desmayo, inasequible al desaliento. Un balón donde la fortuna acompañó tras un mal despeje de cabeza de la zaga canaria permitió a Ramos otorgar una asistencia a Rodri para empujar el segundo tanto visitante, en una acción donde el héroe de hacía unos minutos, Raúl Fernández, pasó a villano por la blandura de manos mostradas ante el centro del ariete granadinista.

Las tablas recompensaban la convicción del Granada. Pero el punto conseguido lo fue por méritos también de juego, e incluso pudo ser poca cosa visto el cómputo general del partido. No hay un solo encuentro donde los rojiblancos no muestren actitudes y para competir, y además cada vez es más frecuente contemplar tramos de partido donde a la buena disposición sobre el terreno de juego la acompaña un trenzado fluido de las combinaciones y una búsqueda incesante de la verticalidad hacia el marco rival.

Si a alguno el empate le sabe a poco, sólo queda decir que por esta senda volverán las victorias nuevamente, y que, si el equipo no baja el ritmo mostrado, las esperanzas en una campaña ilusionante crecen como la espuma. Hay veces que la actitud mostrada alimenta la llama de la ilusión más que un resultado. Incluso se si hubiera caído injustamente en Canarias, el orgullo por lo demostrado sobre el campo habría permanecido intacto.

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