La contracrónica: Por tierra, mar y aire
Parecía que Osasuna dominaba la situación, pero en el fútbol la iluminación de un solo hombre puede cambiar el destino de los otros 21
Sin brújula ni escudo, sin corazón ni cabeza, sin Germán ni Montoro se repetía que el Granada jugaría ante Osasuna pero no hay circunstancia que ... amilane a estos hijos del rock and roll como los recibe Miguel Ríos esta temporada. Un 'equipo' en el mayor de los sentidos que dan de sí sus seis letras, a prueba de bombas y armado hasta los dientes. Planteaba guerrilla Osasuna y el Granada, en teoría sin ojos ni pulso, se zambulló de pleno en la trinchera. Aceptó como buen anfitrión la partida propuesta por su rival, la asimiló y fue mejor en su arte subterráneo, desquiciando a quienes suelen tratar de desquiciar a los contrarios.
El partido arrancó espeso para felicidad de Osasuna. No ayudaba la imprecisión de Gonalons, obligado heredero de la clarividencia habitual de Montoro pero todavía desenvuelto como si jugase con las botas de otro. El francés necesita tiempo y competición y Diego Martínez está dispuesto a dársela, con el respaldo de compañeros omnipresentes como Yangel. Parecía que Osasuna crecía, que dominaba la situación, pero en el fútbol la iluminación de un solo hombre puede cambiar el destino de los otros 21. Se las venía trayendo tiesas Domingos Duarte con el revoltoso Brandon, tan pandillero como el Chimy o más, hasta que decidió tomarse la justicia por su cuenta y ponerlo en su sitio.
Rondaba la media hora cuando un insospechado balón en una acción aparentemente controlada acabó con Brandon, de raíces granadinas en Ventorros de la Laguna, corriendo la pradera en solitario sin más que Rui Silva y su arco en el horizonte. Tuvo tiempo de acordarse de sus primos, sus amigos y sus tíos en la grada. Quizás hasta en cómo les dedicaría el gol, en qué nombre tatuado resaltaría, si el del cuello o el del brazo. No vio venir que se le abalanzaba un león por detrás. Domingos, un gigante con zancada, le barrió la pelota desde atrás antes de que pudiera armar la pierna. Luego Rui Silva taponaría la difícil definición de Brasanac.
Siguió acariciando el gol Osasuna en acciones a balón parado hasta que el propio Domingos dijo 'basta'. Remató con violencia, en picado y al cuerpo de Rubén, que no se la supo sacar de encima, un envío tenso de Vadillo desde el costado, titular precisamente para eso, ignorando la invitación burlona y a la postre ridícula del Chimy Ávila de chutar al primer poste. Lo que no supo transformar Osasuna lo hizo el Granada; una clase magistral de oficio a los especialistas en el pragmatismo. Los rojiblancos robaron el libro al profesor.
Mantuvo la 'eterna lucha' hasta la extenuación el Granada con el sacrificio de hombres como Carlos Fernández, a quien terminó dejando solo Roberto Soldado, cabreado este tras quedarse a cero un partido más desde la primera jornada. Tiene el veneno dentro y necesita expulsarlo. El sevillano, un «delantero delantero» como lo reivindicó su entrenador, hizo tantas cosas bien que sólo hizo mal una: marcar. Volvió a volar sin motor y hacia atrás Rui Silva, de negro como Batman pero con Winamax en lugar del murciélago, para salvar lo que habría sido un golazo de Roberto Torres desde el centro del campo. Atrás, Domingos enmendó cualquier descosido, resolutivo como para mandarlo a Cataluña.
Quiso Osasuna pero no le dejó el Granada, militar como un ejército. Tanto chafó a su rival que Fran Mérida, esa eterna promesa de futbolista grande, pidió la ducha antes de tiempo tras el enésimo golpe sobre Yangel, que se las llevó todas y debió acabar con un colocón de 'jet lag'. Por tierra, mar y aire, arremangados y sin lloros por los ausentes, al Granada le gustan todas las peleas.
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