Yangel Herrera peina el esférico que acabó siendo la primera diana. Ramón L. Pérez

'Operación Retorno' nazarí

El Granada despejó todas las dudas acerca de si retomaría su tono competitivo en un regreso a todos sus principios deportivos tangibles e intangibles. Sufrió, fue eficaz, se fue transformando durante el partido y dejó atrás el verano

Domingo, 13 de septiembre 2020, 01:15

No hay nada que anuncie con más sonoridad el final del verano que la duda. Siempre es en la prórroga de septiembre cuando asaltan las ... preguntas más incómodas. Aquellas que, entre la ilusión del sí y el miedo al no, se hacen sin querer escuchar la respuesta. ¿Aprobaré esa materia pendiente?; ¿encajaré con los nuevos compañeros de trabajo?; ¿me besará en el descuento del verano?; ¿evitaré atascos de vuelta?

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Ayer, el Granada estrenó equipación, sabiendo que el verano se acaba cuando cae la vieja piel y brilla la nueva, y completó su 'Operación Retorno'. De Marbella regresó pendiente de cabos sueltos: el mercado de posibles –e imposibles– fichajes, Rui Silva, la falta de gol, Albania... Pero, con el 'chamán' al volante y Montoro de copiloto, GPS en mano, no encontró más tráfico en la vuelta a la competición que las retenciones de Mateu Lahoz, empeñado en complicar un encuentro mucho menos accidentado que los cuatro anteriores ante los 'leones'.

El Granada arrancó buscando el viaje hacia el gol por el camino más directo. La juventud de Morcillo -aún con la 'L'- y la inactividad de Balenciaga llevaron a buscar balones largos a la espalda de la defensa pero sin éxito. Actuó fino Montoro, liberado junto a Herrera y Milla, que desbordó optimismo en su bautizo. No hubo un palmo de césped que no pisara el todoterreno madrileño en un despliegue visto pocas veces en el recinto zaidinero. Aún así, eran los vascos los que llevaban la delantera sobre el asfalto nazarí.

Tampoco ellos ponían el intermitente para adelantar por la izquierda con su rápido 'cachorro', al que no amilanó la presencia de Foulquier. Sin embargo, a los dos equipos se les apagaba la luz al cruzar la divisoria. El 0-1 sólo pudo llegar en una indecisión de Rui Silva. El portugués es el ejemplo del nexo entre el ocaso del verano y las dudas. No supo si salir o quedarse y acabó vendido –en una jugada–. Salvó su despiste Germán. A pesar del susto, el Granada pudo adelantar en el kilómetro 44, pero Mateu Lahoz dio un volantazo temerario y convirtió un penalti en falta de Germán, anulando el gol de Yangel.

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Tras el descanso, cesaron las dudas. El Granada recuperó esa asignatura pendiente: gol veraniego. Soldado y Herrera llegaron al área como llega al examen quien sacrificó la sombrilla por el flexo. Fue el venezolano quien quedará en la orla de la temporada como el primero en besar las redes. También Luis Milla certificó sus aptitudes, despejó la duda de si encajaría con sus nuevos compañeros y se destapó cuando leyó un pase de De Marcos, se colocó frente a Unai y la puso donde este no iba a poder alcanzarla nunca. No contento, exhibió luego un depósito sin fondo.

El Granada metió una marcha más y ahora podía jugar con la velocidad del crono. Ni el larguero de Williams evitó que los rojiblancos retornaran felizmente a su modo más competitivo. Gonalons, Azeez y Vico turnaron en el volante a Herrera, Montoro y Milla. Rui Silva permaneció atento a cualquier bache y sumó una puerta a cero. El pitido puso fin al partido y al verano. El Granada ya viste de rojiblanco, ya compite. Queda la duda de si el conseguirá besar éxitos. Por lo pronto, ya son tres puntos menos para abrazarla a ella: la permanencia.

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