Del Granada más que nunca

Diego Martínez planificó un partido de ida para no dar oportunidades a un rival tan poderoso. No se podía jugar de tú a tú a una escuadra que había vapuleado a la Real Sociedad en la ida de dieciseisavos y eliminado al Milán en octavos. No se debían dejar espacios para la carrera de sus potentes centrocampistas y sus ágiles delanteros. Empero, su calidad les permitió tomar ventaja en una sola jugada a la espalda de la defensa rojiblanca, plena de plasticidad, en la que Rashford mostró su excelsitud.

Tenía el cuadro rojiblanco tan asumido lo que hacer que, a pesar de ir por detrás en el marcador, jamás varió su plan, consciente de que un resultado corto mantendría la llama de la ilusión para la visita a Old Trafford. Eteki lo estropeó del todo al final, con una evitable acción en el área propia de las que los colegiados arbitran siempre a favor del equipo grande.

Ahora más que nunca debe sentirse el orgullo de pertenencia a este equipo, a un club que, desde la llegada de los actuales gestores deportivos y económicos a sus oficinas y, sobre todo, de Diego Martínez a su banquillo, ha cambiado su historia, con una mejoría exponencial en sus valores deportivos y en sus capacidades competitivas. Alcanzar la gloria de luchar contra los mejores conlleva aprender de lo acaecido en partidos como el de este inolvidable jueves de principios de abril en Los Cármenes, de entender que para vencer a gigantes hay que estar acertadísimos y evitar fallos no forzados. El partido de vuelta en Manchester debe afrontarse con la cabeza alta, como Soldado manifestó.