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GRANADA
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Viernes, 5 de julio 2019, 02:38
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Nunca supo nadie si se le volvería a ver de corto sobre el campo, pero siempre estuvo ahí. La figura de Fran Rico tiene más importancia de lo que cualquiera podría pensar en el ascenso del Granada. Inmaculado su recuerdo en el club a su vuelta, fue tan respetado por sus compañeros de vestuario desde el primer día que hubo consenso para concederle la primera capitanía, un gesto de honor hacia su pelea con la rodilla. El ascenso también es suyo.
Enamorado de la ciudad y de su gente, Fran Rico nunca quiso marcharse de Granada por más que en Eibar disfrutase lo que no está escrito. En la temporada de su regreso, aun sin protagonismo sobre el césped, recibió un trato de igualdad respecto al resto de miembros de la plantilla y de todavía más cariño si acaso, asesor en los momentos más difíciles, siempre coherente en su discurso.
La afición aguardó impaciente a verle sobre el césped de Los Cármenes, intrigada por sus avances e impotente al verlo entrenar con la misma intensidad que sus compañeros. La competición, se sabe, es otra cosa. Hubo que esperar a la despedida ante el Alcorcón para verle tocar, en corto y en largo, con la clase que rebosa. Un capitán en la sombra, un capitán sin minutos, pero un capitán al fin y al cabo.
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