'Matamarcianos'
Los rojiblancos buscaron los ojos a sus rivales, mantuvieron la mirada y achantaron a quienes a menudo son tratados como dioses
Hay partidos que hacen afición y victorias que forjan sentimientos. Diego Martínez señaló días atrás que el Granada y el Barcelona viven en universos distintos ... pero se guardó un as bajo la manga, y es que aún no ha probado que sus hombres sean mortales. Sangran y se lesionan pero nunca se rinden, unidos por un intangible que en sus mejores noches, como ayer, los puede llevar a derrotar a extraterrestres como a los miembros del FC Barcelona, vigente campeón de Liga. Del 'matagigantes' al 'matamarcianos'. El más poderoso de todos, Leo Messi, vio la primera parte desde el banquillo. Fue reclutado tras la pausa y no pudo hacer nada, como un lustro atrás.
El pasado viernes una serie de entusiastas de los ovnis acudieron a la misteriosa Área 51 'yankee' con la intención de asaltarla. Fueron a divertirse y a descubrir «la verdad» sobre la vida extraterrestre. Podrían preguntarle algo al Granada de Diego Martínez, que con la única y remarcada idea de ser un equipo en mayúsculas tumbaron al futbolista más parecido al alienígena que haya nacido, el que dicen que es el mejor de la historia, el astro Messi. Los rojiblancos no hicieron nada que no hubieran hecho antes, pura entrega, concentración y pasión, anoche llevadas a lo extraordinario, fuera del alcance de otros terrícolas.
Nunca se vio cómodo a un Barcelona rodeado de pirañas. Pareció en realidad retraído, como asustado. Valverde soltó a De Jong y Sergi Roberto, de rostros angelicales y educación privada, 'Cayetanos' como había cantado Carolina Durante la noche anterior en el Granada Sound, en el estadio obrero del Zaidín. Pasaron de la ópera fina que bien podrían haberles inculcado sus padres al rock de Miguel Ríos, que les dio una bienvenida envenenada. Se les esperaba pero para someterlos a una tortura china.
Un pelotazo de Rui Silva al minuto cayó como un meteorito sobre los pies de Junior Firpo, que no supo qué hacer ni con aquel balón ni con el partido en sí. Hubo que cambiarlo al descanso para salvar su carrera, superado por un Puertas superlativo. El almeriense, que estuvo en todo con un despliegue bestial, incomensurable, quiso asistir ya en el área a Ramón Azeez, envalentonado ante su primera titularidad del curso. El nigeriano empujaría sobre la línea el envío desviado por Piqué, con la 'spidercam' cayendo en picado. Fue el principio del fin para un Barcelona que prácticamente sólo jugó perdiendo en Los Cármenes.
Al campanazo con el que se abrió el partido siguió un ejercicio de seriedad y valentía de un equipo crecido, que encadena tres triunfos y lo sabe. Carlos Neva, que entrenó para frenar a Messi en su estreno en Primera, devoró primero a Carles Pérez y luego a Griezmann. A Suárez le dio una voz Germán y no volvió a aparecer. Les buscaron los ojos, mantuvieron la mirada y achantaron a quienes a menudo son tratados como dioses. Vadillo apuntillaría un triunfo cantado por la oposición de una inercia depresiva y otra volcánica.
Tenía mucha prisa el Barça por pasar por Granada como casi siempre que sale a pasearse. Al menos pisó el césped. Jugaron juntos por primera vez Leo Messi y Ansu Fati, el genio futbolístico desde hace más de una década y el que puede serlo de la que viene, pero este Granada 'matamarcianos' no le teme ni a la muerte. No hubo tapas para los culés ni tampoco festival, acaso rojiblanco, huidizos de la escena como avergonzados. Decía Eduardo Galeano sobre el amor que «es infinito mientras dura». No se sabe lo que puede durar Diego Martínez en Los Cármenes, pero desde luego ya es eterno.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión