El Granada despierta de su dulce sueño

El encuentro 50 de la temporada se celebró en un escenario magnífico ante un contrincante ilustre. No peligró la clasificación del United tras su 0-2 en Los Cármenes, pero el Granada al menos se mostró combativo, digno, aunque negado en los asaltos. Su hazaña pasaba por tener la seguridad de un banco suizo y la contundencia de una tuneladora. Sufrió un mazazo tempranero y luego se pasó gran parte del encuentro lanzando dardos, pero ninguno dio en el blanco. Cuando todo agonizaba, justo después de las paradas más comprometedoras para De Gea, el Granada sintió la punzada de un autogol de Vallejo, quien ya fue desafortunado protagonista de algo así con el Molde. Ese día, el pase no peligró. Esta vez, el futuro ya estaba sentenciado, pero la mirada al pasado les ha de llenar de orgullo. El balance europeo ha sido relevante. Queda para la historia.

Nadie quiso ausentarse de una cita así, conscientes de que podía ser la última en semejante escaparate, y Diego Martínez pudo extender las alas con Machís y Kenedy, cuyo tobillo aguantó hasta el descanso. El United fortaleció su centro del campo con Matic y dejó la izquierda para la expresión atlética de Pogba. A veces va tan sobrado que atropella.

Sin tiempo para examinar bien los planteamientos, los 'diablos rojos' se encontraron con una diana. Álex Telles colocó un centro que peinó Pogba sin que nadie le echara el aliento encima. El balón viajó hasta Cavani, a quien tampoco nadie le esposó, con Vallejo cometiendo uno de esos despistes aislados que le emborronan la actuación, aunque luego la aseara. El delantero charrúa voleó sin piedad y el 1-0 desdibujó el plan de los rojiblancos, que invocaron el negro de las grandes ocasiones, el de los ascensos de antaño. Ni así les sonrió la fortuna.

El United atizó pronto pero el Granada se revolvió gravitando sobre Yangel Herrera. Tiene el venezolano la virtud de rematar aunque un zapato le tiraran, intuitivo sobre el lugar en el que cae la bola y agresivo para lanzarse a por todas. Durante unos minutos, robó y se insertó entre las líneas enemigas con zancadas valientes. Pogba le cazó cuando ya tenía una amarilla de un lance con Germán, pero el árbitro, Istvan Kovacs, midió que no era suficiente como para dejar a los locales en inferioridad.

De inmediato, Montoro metió la falta en el área y Herrera, omnipresente, volvió a colocar su testa. Parecía haber varios Yangeles sobre el terreno, multiplicado como las esporas. Si refinara su pase, los clubes grandes se lo rifarían. En cualquier caso, por margen de mejora, está para un lógico salto en su carrera.

El United se reorganizó, con ese fútbol sin ornamentos pero eficaz, siempre sólido y de escasas pifias. En un choque, Gonalons se quedó dolorido. Su hombro no le dejó seguir sobre el césped (acabó con él en cabestrillo) y Diego Martínez, sin más pivotes en el banquillo que el canterano Isma Ruiz, prefirió meter al clarividente Jorge Molina en punta para acompañar a Soldado.

Con ese 4-4-2, el Granada no se encontró conforme. El United achicaba los espacios y aumentaba las ayudas para impedir cualquier progresión de los visitantes, así que a Diego Martínez le tocó sacar otras fichas al descanso. Retiró a Soldado, que tenía amarilla, y a Kenedy, forzado como titular pese a sus molestias, para que Luis Suárez y Antonio Puertas le dieran ligereza a la vanguardia.

Solskjaer, que suele ver el partido sentado y sin gritar mucho pero es un técnico cabal, eliminó a Pogba tras coquetear con la expulsión y soltó a Van de Beek, uno de esos fichajes rutilantes que pasa más tiempo con la manta en el banquillo que correteando por la hierba.

Molina tuvo la primera intentona seria en un cabeceo que le dio en el cuerpo a Wan-Bissaka. El alcoyano es un hombre con la fe propia de su localidad e intentó un desmarque rompedor ante el que se anticipó David De Gea. No se encogió el Granada, pero no encontraba la manera de meterle mano al United, casi impenetrable, que a poco que abandonaba su atalaya se hacía peligroso, siempre con el anzuelo con cebo tanto Greenwood como Cavani.

Se entró en la última media hora y afloraron espacios a la espalda de la defensa granadina, cada vez más expuesta. La desesperación cundía ante la búsqueda infructuosa de un tanto que dignificara tanto esfuerzo. Lo intentó hasta Germán a la media vuelta, pero De Gea seguía sin necesitar las manos.

Cualquier ilusión visitante se iba consumiendo, aunque puesto a ceder, el Granada lo quería hacer con las botas puestas, acosando a De Gea. El ritmo menguó entre sustituciones ya anecdóticas, aunque Víctor Díaz, con minutos en la última rampa, estuvo cerca de romper la telaraña mancuniana con un tiro desde la frontal. Lo tentó Herrera, en otra de sus embestidas, pero respondió el arquero español bajo palos. En el contrargumento británico, la desgracia. Una carrera aislada que trató de interceptar Vallejo ante el español Mata y que el central maño mandó a la red sin querer.

El 4-0 global para los ingleses no hizo justicia al esfuerzo nazarí, pero este es un juego que no siempre considera los merecimientos, sino que prima la rotundidad en las áreas. La experiencia es lo que queda para este equipo que merece un lugar de honor en los anales de la entidad. El primer puesto del podio, algo que se reafirmará con los años.