Los jugadores del Granada celebran el gol de Puertas ante el Leganés. FERMÍN RODRÍGUEZ
La estrellita
Cal en los tacos ·
Ahora, en estos días, segundos, todos presumen en sus redes sociales de la clasificación que muestra al Granada en todo lo alto. También le pareció una buena idea, tras tumbar al Barça de Messi, al alcalde de la ciudad, Luis Salvador
Todo es felicidad en torno a un Granada segundo de forma tan insospechada como consecuente. Más circunstancial que anecdótico, de hecho, porque los méritos, méritos son. Son días de orgullo granadinista y regional también, en una ciudad que no siempre apoyó a su equipo por razones más o menos comprensibles, que se han de estudiar. Ahora, segundos, todos los granadinos son del Granada. Y eso, barriendo esa división absurda entre 'subecarros' y 'filipinos' más allá del reconocimiento a los que estuvieron siempre, está bien.
Ahora, estos días, segundos, todos presumen en sus redes sociales de la clasificación que muestra al Granada en todo lo alto. También le pareció una buena idea, tras tumbar al Barça de Messi, al alcalde de la ciudad, Luis Salvador. Puede entenderse como una torpeza política o en realidad un auténtico ejercicio de honradez que en su pantallazo dejase en el Atlético de Madrid la estrellita de su equipo favorito en la aplicación para móviles de LaLiga. No borró el tuit, pero sí que se corrigió una semana después, tras esta última jornada.
Aquel nimio detalle, para muchos tan trascendental, desató una oleada de críticas entre los granadinistas furibundos que ahora dan caza a los vecinos que no se sienten identificados con la causa rojiblanca, como algunos de ellos incluso en el pasado. Como si fuese obligatorio o lo contrario inmoral. Hubo quien poco menos que pidió la dimisión del alcalde, entre otras conclusiones exageradas –como si no hubiera nada más que echarle en cara–, y también otros políticos que salieron a presumir de su estrellita en el sitio correcto.
En estos debates ridículos se van los votos, en fin, en tiempos de populismo. Me sorprende porque a mí me inculcaron que un alcalde debe gestionar bien una ciudad, más allá de animar a su equipo de fútbol. Distinto sería si Luis Salvador modificase el convenio de Los Cármenes para convertirlo en el chalé de Joao Félix.
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