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Bordalás continuó un año más en Getafe aunque parecía querer poner fin a su etapa allí hace un año. EFE
El Getafe, otro ejemplo de que lo más difícil siempre es mantenerse
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El Getafe, otro ejemplo de que lo más difícil siempre es mantenerse

El cuadro azulón pasó de vivir una campaña muy positiva con participación europea a sufrir durante este curso por no verse de nuevo en Segunda

Fran Rodríguez

Granada

Viernes, 21 de mayo 2021, 00:31

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El Granada ha logrado lo impensable en un curso sensacional. Con el objetivo de la permanencia atado hace ya cuatro jornadas y el pasaporte lleno de sellos y bonitos recuerdos de Europa, los rojiblancos han huido de los fantasmas de aquellos otros conjuntos que compaginaron interrail continental y descenso a Segunda. Sin embargo, conviene señalar que la dificultad no será mucho menor el próximo año aunque no se jueguen tres competiciones. La Liga es lo suficientemente imprevisible y exigente para bastarse por sí sola –con alguna mala resaca copera– para mandarte en apenas dos cursos de Old Trafford a Santo Domingo de Alcorcón. O del Johan Cruyff de Amsterdam a Segunda.

Es lo que ha estado a punto de ocurrirle al Getafe de José Bordalás, un proyecto de club que difiere en mucho del que está construyéndose en Granada pero del que los rojiblancos han ido heredando algunos hitos –además de jugadores como Foulquier, Kenedy o Molina–. Lo cierto es que el sufrimiento de los azulones este año es un buen aviso para conjuntos como el nazarí, que pudieran relajarse cuando vean que el calendario de la temporada 21-22 no será tan terrorífico como el de la que se cierra esta semana.

El Getafe ha cometido este año varios errores de cálculo que empezaron en verano y lastraron un curso en el que estaban llamados a pelear de nuevo por Europa o asentarse en mitad de la tabla. Solo un gol de Kubo al borde del 90 evitó que Bordalás se jugase la vida en Los Cármenes con su prado encharcado por completo.

Los azulones se parecieron hace dos cursos al Granada actual en términos de competitividad, fieros y sólidos en casa, rascando algún punto importante fuera y dejando boquiabierta a la afición europea con la gesta ante el Ajax y una fase de grupos de fábula. Sin embargo, este año han parecido bajar la atención en el campeonato doméstico. Nadie está a salvo de esto, si bien los rojiblancos llevan tres cursos con un 'chamán' poco dado a permitir excesos.

También pareció desde lejos que el proyecto del Getafe se quedaba entre dos aguas. Por un lado, se pretendió un rejuvenecimiento, marchando gratis pilares del vestuario como Molina, Fajr o incluso Antunes. Hubo muchas bajas, pero se apostó por un plantel corto, con las llegadas de Cucho y Ünal como únicos reclamos. Todo ello llevó a que Bordalás contase cada vez con menos alternativas, anquilosado en su esquema de cuatro laterales. Se entró en una rotación cerrada, sacando de ritmo competitivo a los menos habituales. Fichar en enero perfiles como el de Kubo y Aleña demuestran que no se logró un plantel rico en opciones.

Todo ello no contribuyó a sostener la expectativa propia y externa de los azulones, a los que se esperaba mucho más arriba en la tabla, asentados en una Primera división que no han estado muy lejos de perder. Y en el centro del huracán, la figura de Bordalás. Idolatrado en el Coliseum justificadamente, su renovación nunca pareció un acierto. Enamorado de posibles destinos como Roma o Valencia, la sensación siempre fue que deseaba haber cerrado su etapa actual en 2020. Estiró la relación, esta se desgastó y, aunque saldrá por la puerta grande y con la salvación bajo el brazo, el sabor final no será tan dulce.

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