El Granada, más orden, mismas carencias

Hubo más orden que en los últimos partidos dirigidos por el levantino, con el equipo más junto defendiendo en propio campo y cerrando las líneas de ataque al equipo madridista, sin aventuras ofensivas que pudieran causar desequilibrios en repliegues tras pérdidas de balón, una tragedia en tantos partidos celebrados en este campeonato. La apuesta duró hasta que la calidad de los contrarios supo romperla, bien solo por talento propio –caso del fantástico pase de Kroos en el primero de los dos goles–, bien con la ayuda de la impericia defensiva de un central del Granada –caso de la torpeza de Ignasi Miquel en el definitivo tanto que cerraba el partido–.

Para contrarrestar la superioridad del rival hacía falta jugar al límite y exprimir las inercias positivas del equipo. La baja de Gonzalo Villar restaba capacidad de conexión al Granada y la innegable mala forma del estilete que fue Bryan hasta su debut con la Selección cercenaron cualquier posibilidad de respuesta en Madrid. Una falta a balón parado servida por Gumbau y que nadie tocó en la primera parte fue el único susto para los locales en una tranquila tarde-noche futbolística para ellos.

El mejor posicionamiento para defender que mostró el equipo fue lo único positivo que puede extraerse tras una nueva derrota. Queda la duda si, habiendo continuado Paco López, se hubiera ofrecido una propuesta similar ante un rival tan superior. El Granada de Paco fue más prudente en duelos como el del Metropolitano y ante el Barcelona en casa, donde el equipo fue menos temerario que en otros partidos.

El mayor problema es que en el Bernabéu se ratificaron carencias difíciles de revertir: falta de aptitud para dar el nivel de Primera de diversos miembros titulares del equipo rojiblanco, e inutilidad de piezas que partido tras partido no sirven como revulsivo de la escuadra. La tarea que se le presenta a Alexander Medina es ardua. Cuatro duelos quedan para el final de la primera vuelta, donde hay que cosechar puntos para poder seguir aspirando a una permanencia que, con las mimbres y sensaciones actuales, se antoja milagrosa.