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Robert Moreno se queja tras una acción del partido frente a la Real Sociedad en Los Cármenes. PEPE MARÍN

Una dura realidad que se agrava en sala de prensa

Análisis ·

El Granada entra en una peligrosa deriva y la visita al Celta cobra visos de 'ultimátum' para Robert Moreno, aunque el club le sigue respaldando

Rafael Lamelas

GRANADA

Sábado, 25 de septiembre 2021, 01:06

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El futuro de Robert Moreno al frente del Granada está en entredicho. Los resultados mandan, las sensaciones no son buenas y el punto en el Camp Nou, lejos de convertirse en el esperado punto de inflexión, parece ahora un hecho aislado en mitad de una deriva peligrosa. Una muestra de orgullo colectivo por encima de cualquier táctica.

La visita al Celta de este lunes adquiere visos de 'ultimátum' después de la remontada de la Real Sociedad. El entrenador, la gran apuesta del consejo de administración, prácticamente atado antes de elegir a la actual dirección deportiva, ve comprometida su presencia en el cartel, víctima de una trayectoria preocupante y ciertos deslices propios de alguien falto de tablas ante la exposición mediática. Por más que sea un hombre reflexivo y estudioso, cordial en el trato en corto, ante ciertos comentarios en caliente, que metaboliza como afrentas, ha reaccionado fatal hasta ahora. Algunos pasajes de sus respuestas tras la última derrota así lo corroboran. No han gustado en la planta noble. A veces, la sinceridad total es mal camino si lo que se quiere es proteger al vestuario.

Desde la cúpula de mando se busca que todos vayan a una. Ha habido conversaciones entre los distintos niveles. De nuevo, apelar a la conjura para poner remedio a esta espiral depresiva. Reuniones necesarias, que ya hubo tras el resbalón con el Betis. Moreno llegó a la Ciudad Deportiva a las 6.30 horas para examinar todo lo que pasó. Entrega no le falta.

Vencer en Balaídos le daría tiempo. Quedarían seis días desde entonces hasta el regreso a Los Cármenes, estadio en el que se terminó gritando que se fuera. Ganar le daría el primer sello de la ratificación para intentar adentrarse en el largo parón de octubre, entre las fechas FIFA y la semana extra sin competir que se agregará para los rojiblancos por el aplazamiento del duelo con el Atlético. Un lapso para trabajar con denuedo. Pero si pierde en Vigo, encima con estrépito, se verá desprovisto de munición y el derbi con el Sevilla del 3 de octubre se tornaría en juicio sumarísimo si no se precipitan los acontecimientos.

La gestión de esta crisis resulta un plato indigesto para la dirección. Moreno fue la gran baza de la consejera Patricia Rodríguez para suceder a un técnico mítico como Diego Martínez, que no quiso seguir en las condiciones que le plantearon. Nunca se aclaró bien quién asesoró a Rodríguez al respecto. Quizás el nombre llegó antes a DDMC, el grupo chino que domina el accionariado. El caso es que gustó su perfil. Su manera de interpretar el juego distaba de la del gallego, pero había mostrado hechuras al afrontar la carga de la Selección tras la salida inesperada de Luis Enrique por la enfermedad de su hija. El asturiano retomó el cargo y acabó enfrentado a Moreno por considerarlo desleal. Nunca lo entendió. Además, había cumplido el objetivo de clasificación para la Eurocopa. Tras un periodo en el paro, pasó por el Mónaco, sin fortuna, y estaba libre cuando le llamó el Granada, después de una campaña en blanco.

Aunque al final el club presentó antes a Pep Boada que a Robert Moreno, se interpretó desde el principio que venía un ejecutivo que facilitaría la labor del míster ya escogido. Boada aceptó la elección aunque no participara desde el inicio en el proceso. Siempre quedó la duda de hasta qué punto planteó alternativas. Lo que sí parece evidente es que hay visiones distintas sobre el aprovechamiento de la plantilla. Hay quien preferiría un conjunto más parecido al del pasado, robusto y contragolpeador, que uno que anhele un juego más armónico. Es probable que Moreno no sean tan dogmático y busque algo intermedio: mejorar sobre lo bueno que había.

Los partidos jamás se ganan en la sala de prensa, pero se pueden empezar a perder o bien agravar una derrota. La afición no puede bajar a rematar las jugadas ni detener los tiros, pero, si se la mima, ayuda en momentos de debilidad y será comprensiva cuando la trayectoria sea mala. Moreno ha cometido dos grandes pecados. El primero, incidir en uno de los defectos del Granada de Diego Martínez, el de los goles en contra, aislando el dato de las circunstancias (tres competiciones). El segundo, más grave, mostrar altivez ante las protestas del público, ya fuera con silbidos, como ante el Betis, o con menciones a su predecesor o a su propia figura con la Real.

Cuando la experiencia como primer entrenador es corta, aunque fuera intensa, y se ha mostrado tan poco de momento a una hinchada, parece bueno ser prudente. Por más que le pudiera molestar la pregunta sobre los cánticos, Moreno no puede reprender diciendo que ahora está él «y es lo que hay». Es la misma frase que se le afeó a Koeman tras su derrota con el Bayern. Una sentencia que luego trató de mitigar con sus explicaciones, fruto de la calentura.

No se trata de convertir cada comparecencia en un interrogatorio ni en un estudio de su gestualidad, aunque denote nerviosismo. Lo fundamental es que se percate de que su conjunto ya es el que más encaja de Primera, con once goles, igualado con el Alavés. Que Maximiano, que solo lleva tres encuentros, ya es el segundo portero con más paradas. La producción ofensiva sigue siendo débil y Alguacil destripó su bloque tras el descanso. Tras un partidazo de Quini en Barcelona, cero minutos pese a que Arias estuviera con la lengua fuera. El cafetero, que dio todo lo que tiene a día de hoy, no es el culpable de que se le deje a la intemperie.

De todo esto se tiene que preocupar Moreno. Ante las preguntas de los periodistas y del pulso de la grada, siempre respetable, tal vez le convenga sangre fría. Ahora es cuando está haciendo la inmersión completa en el fútbol de élite en España. Seguro que no era como intuía. Aún puede arreglarlo.

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Granada CF | Una dura realidad que se agrava en sala de prensa