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Maravillas muestra su falda en la calle Calderería. La compró el verano pasado en Tailandia, idéntica a las que se venden en esta calle del Albaicín. Pepe Marín

El Albaicín, un zoco árabe Made in China

El debate sobre las normas de fachadas y vía pública se amplía a la procedencia de los productos a la venta | Los defensores de la medida aplicada en las calles del Albaicín argumentan que recupera su estampa clásica mientras que los detractores responden que «pierde encanto»

Miércoles, 29 de mayo 2019, 19:46

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La historia es una metáfora de la globalización aplicada al empedrao albaicinero. Veamos. Maravillas es una joven veinteañera del Albaicín que este pasado verano se fue de viaje de fin de estudios a un destino tan lejano como exótico: Tailandia. Un viaje por el Sudeste Asiático lleva a los viajeros al antiguo Reino de Siam, la actual Tailandia. Hay unos 4.000 templos dispersados por todo el país, donde destacan, un poner, el templo del Gran Buda Esmeralda o el Templo del Buda Reclinado, por citar tan solo dos ejemplos.

Hay que tener muy en cuenta que para visitarlos hay que ser respetuosos con sus costumbres y vestir ropa apropiada. No se permiten camisas sin mangas ni pantalones cortos. Al entrar hay que quitarse los zapatos, y si nos sentamos, nunca se pueden poner los pies delante de la imagen del Buda. Se recomienda ponerlos hacia atrás o cruzar las piernas.

Y en estas andaba nuestra albaicinera Maravillas cuando justo delante de uno de estos brillantes templos se dio cuenta que iba como si fuera en agosto por el Albaicín, en pantalones cortos y camiseta de tirantes. La solución vino de los puestos de 'souvenirs' típicos tailandeses que había frente al monumental lugar.

Maravillas, de entre todas las mercancías que se ofrecían eligió una bonita falda de color granate y azul decorada con lo que ella creía que eran motivos tailandeses típicos. Entró sin problema alguno al templo, pasó unas vacaciones estupendas y al menos se llevó con la forma de una falda un precioso recuerdo típico de Tailandia.

Nanay. Poco tiempo después de volver a Granada, al subir por Calderería a visitar a su padre reparó en que, colgando de una de las paredes de la calle Calderería había una falda que parecía exactamente igual al que ella se había traído de Tailandia. Se paró, incrédula, y comprobó por sí misma que era el mismo pareo, con el mismo tono de color y los mismos motivos que lo decoraban. Era una réplica, una calcamonía, un clon. «Una tomadura de pelo», pensó. De hecho, durante la sesión de fotografías, volvió a comprobar y había expuesta una exactamente igual, pero en otros colores.

Un agente explica que hay que cumplir las normas a uno de lso comercios de la calle Elvira. Etiqueta de un empresario chino y otra de moda india, en los souvenirs que se venden en el Albaicín. Pepe Marín
Imagen principal - Un agente explica que hay que cumplir las normas a uno de lso comercios de la calle Elvira. Etiqueta de un empresario chino y otra de moda india, en los souvenirs que se venden en el Albaicín.
Imagen secundaria 1 - Un agente explica que hay que cumplir las normas a uno de lso comercios de la calle Elvira. Etiqueta de un empresario chino y otra de moda india, en los souvenirs que se venden en el Albaicín.
Imagen secundaria 2 - Un agente explica que hay que cumplir las normas a uno de lso comercios de la calle Elvira. Etiqueta de un empresario chino y otra de moda india, en los souvenirs que se venden en el Albaicín.

La tomadura de pelo

Es el discurso que mantienen en la asociación de vecinos del Albaicín. El de la tomadura de pelo. Lo explica el presidente de la asociación, Antonio Castro Jiménez: «Por fin los vecinos podemos contemplar y usar una Calderería amplia y de perspectiva despejada, sin esa especie de bazar turco, apócrifo e inventado, molesto y peligroso, en que se había convertido nuestra calle con grave falseamiento de su personalidad».

«Los albaicineros vemos impotentes, continúa, cómo el barrio va perdiendo comercio a beneficio del turista. Y la Calderería es paradigma de tan lamentable fenómeno. Los establecimientos que allí había, desde antiguo y al servicio de los vecinos, fueron reemplazados, por teterías primero y luego por tiendas para turistas, cuya mercancía ni fomenta la artesanía local ni promociona su conocimiento y valoración por el visitante». Y remata:«Se trata en general de objetos extraños a la cultura granadina y andaluza, directamente importados de países orientales de bajo costo y vendidos a precios europeos. Nada pues que beneficie a Granada ni a su imagen».

Conclusión, el pareo de Mariana que lo mismo se compra en Tailandia que en el Albaicín. La globalización homologada que convierte el Albaicín en un zoco árabe Made in China.

Dos agentes de ronda en Calderería para evitar los excesos. Pepe Marín

Los pros y los contras

Como toda medida que afecta a la calle, barrio o ciudad en la que se vive, el debate está servido. A continuación, se resumen las opiniones que se han dejado en los comentarios publicados en la página web de este periódico y en las redes sociales.

Por ejemplo, en contra, se argumenta que «se infravalora el turismo de compras, uno de los grandes encantos de un destino. El comercio singular es uno de los atractivos del Albaicín y un reducto en una Granada con un centro invadido por franquicias y locales vacíos. Ah, y una gran catedral del consumo en Armilla. En fin, estará más bonica ahora con sus paredes desconchadas y llenas de grafitis», termina.

De igual forma, otro lector expresa:«Pues... en este caso, sólo en este caso, creo que el caos que había le daba un encanto a la calle que ha perdido. De todas formas, si los vecinos lo prefieren así, no hay nada más que discutir», zanja. Más templado, otro escribe:«No soy turista, tampoco vecino de la zona, pero el encanto de esas calles se ha perdido por completo. Creo que se podía haber abogado por un término medio».

Las opiniones son diversas. Y los hay que aportan soluciones: «Es verdad, se dice en un comentario, que la calle quedó triste y fea, pero quitando las pintadas y repintando todo en colores tradicionales, y exigiendo a los comerciantes que no pongan sus mercancías en la calzada, estará mucho mas bonita que antes».

Y, con cierta perspectiva, otro lector apunta que «después de tantos años de ver esta calle así, es natural que ahora la gente se extraña y digan que 'estaba mejor antes'. Lo que olvidan es que primero es una calle y no una tienda abierta». Hay opiniones, y apreos, como se ve, para todos los gustos.

Productos a la venta en Cerámicas de Fajalauza de Cecilio Morales Moreno, en el Albaicín. Pepe Marín

¿Cuál es la artesanía típica de Granada y del Albaicín?

La asociación de vecinos del Albaicín no está de acuerdo con que el común de la gente denomine a los productos que se venden en Calderería «artesanía morisca», porque «no lo es ni mucho menos». Muchos de los productos no son artesanales «y además lo que hay es de tipo marroquí, hindú, turco». Artesanía morisca «son las jarapas de la Alpujarra, la taracea, los farolillos granaínos, los trenzaos con espartos, cerámicas, algunas cosicas de la orfebrería albaicinera. Nada que ver».

Y continúan, «si por algo eran famosos los orfebres del Albaicín eran por su almireces, que venían las mozas de todos los pueblos para encargarlos para su ajuar». También está, por supuesto, la cerámica de Fajalauza. Y concluyen:«Es una aberración llamar a lo de Calderería artesanía morisca».

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El Albaicín, un zoco árabe Made in China