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«No he vivido imágenes con más estrellas que las de los veranos de mi niñez»

«No he vivido imágenes con más estrellas que las de los veranos de mi niñez»

Los veranos de la astrofísica Luisa Lara, científica en el CSIC, están ligados a Puerto Lope, a la familia, al agua y, sobre todo, a la emoción por observar el cielo nocturno que le enseñó siendo niña su madre y que ahora practica desde la montaña

NOELIA JIMÉNEZ

Miércoles, 22 de agosto 2018, 01:18

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La astrofísica e investigadora del CSIC Luisa Lara nació en Alcalá la Real pero pasó toda su infancia y adolescencia en Puerto Lope. A la casa familiar -la de la piscina de Eloy, su padre- están ligados buena parte de sus recuerdos veraniegos, llenos de agua y juegos y, sobre todo, de esa emoción por observar el cielo que le mostró su madre desde la terraza de casa. Ahora lo hace desde la montaña, con su pareja y sus perros.

Luisa, doctora en Ciencias Físicas por la UGR e investigadora científica en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, lleva 28 años ligada al estudio de los astros y fundamentalmente del Sistema Solar, con participación en proyectos tan importantes como el de la sonda espacial Rosetta (de la Agencia Espacial Europea) y el JUICE, para el estudio de Júpiter. A sus 52 años, recuerda que ya desde niña quería ser científica; ella forma parte de tres generaciones de mujeres apasionadas de la observación astronómica. En sus primeros años de su vida, su madre -también influida por su abuela- la introdujo en aquella extraordinaria experiencia de observar los cuerpos celestes. «Soy astrónoma porque siento emoción mirando al cielo, pero también en gran parte por mi madre y mi abuela. Desde muy pequeña, en esa terraza de casa en la que por la mañana mi madre me había puesto a coser y en la que por la tarde me había bañado en la piscina, por la noche nos poníamos las dos a mirar el cielo con los prismáticos de mi abuela, que también los usó para ver por dónde venían los soldados en la guerra», relata Luisa, emocionada al sacar aquellos momentos de la memoria.

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La imagen que se le viene a la cabeza a Luisa al pensar en sus primeros veranos es la de la piscina de casa. «Mi padre, Eloy, hizo la primera de Puerto Lope. Me recuerdo en ella con mi hermano Javier, los primos y los vecinos más cercanos. Era nuestra playa particular», narra, mientras sonríe al rememorar que también «había como un reservado derecho de admisión para evitar que aquello, como decía mi madre, se convirtiera en un 'cachondeo'».

A la espera del Halley

Además de la piscina y el agua, aquellos estíos de Luisa ya pronosticaban el que iba a ser su futuro: la astronomía. Junto a su madre, conoció dónde estaban las 'cabrillas' -las Pléyades, o estrellas al Oeste del horizonte de verano-, Venus y sus fases, la galaxia de Andrómeda -que hoy es casi impensable contemplar-... Incluso se prepararon ambas para la llegada del cometa Halley, en el 86. «Mi madre me contaba que mi abuela lo vió en 1910; fue una aparición muy favorable y, desde entonces, mi abuela preparó a mi madre para que esperara su observación, 76 años después», cuenta Luisa, que entonces se fue al campo para ver junto a su madre el mediático cometa.

Aunque Luisa ha estado en los mejores observatorios del mundo, asegura que no recuerda «haber vivido imágenes con más estrellas que las de los veranos de la niñez». Disfrutaba mucho -dice- mirando el cielo de noche, desde la terraza de casa, con su madre, sin alumbrado público, porque en Puerto Lope no hubo hasta hace pocas décadas. «Con 9 o 10 años, fuimos a un río por la zona de Mures; no recuerdo haber visto un cielo más cargado que el de aquella noche», evoca.

Otro momento de muchos de esos veranos de niña estaban marcados por las visitas a su tío Quico, que vivía en Almería. En aquellos largos viajes familiares en coche desde Puerto Lope, Luisa rescata otra imagen ligada a su vida y profesión. Como ya estaban construyendo el telescopio de Calar Alto, la familia Lara iba viendo, año tras año, cómo lo hacían. «Me acuerdo de que, curva tras curva, preguntaba a mis padres si algún día podríamos parar para verlo de cerca. Y, mira por donde, algunos años después he pasado allí meses, trabajando», comenta.

De aquellos veranos de noches estrelladas, Luisa mantiene sus momentos de relax y tranquilidad en el agua y, como no, su pasión por el cielo. «Antes de meterme en la cama, siempre veo lo poco que se puede ver desde la ciudad. Las constelaciones más brillantes, Marte al anochecer...», afirma. Ahora, con su pareja -montañero consumado-, sus dos perros y su autocaravana, Luisa busca sitios altos y la oscuridad para disfrutar desde la hamaca del firmamento. «He sido feliz con mis veranos de niña y lo soy también con los de ahora», concluye esta científica, aún ligada a Puerto Lope por su familia y, como no, por los muchos recuerdos de la niñez en aquella casa, la de la piscina de Eloy y la terraza con vistas a la inmensidad.

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