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JUAN LUIS TAPIA
Miércoles, 16 de junio 2010, 03:38
«Fue una mujer rompedora con los principios de la burguesía granadina, con inquietudes culturales e intelectuales y, sobre todo, comprometida socialmente», relata el historiador Antonio Lara Ramos, quien ayer presentó la biografía 'Matilde Cantos. El compromiso social' (Ed. Instituto Andaluz de la Mujer) dedicada a la socialista histórica granadina. Es el segundo título del especialista en Educación sobre esta mujer «rompedora de moldes trasnochados y contestataria de los privilegios reservados a los varones», tras la publicación de la novela 'La renta del dolor' (Ed. RD Editores).
Antonio Lara conoció al personaje objeto de su libro a través de la familia de su esposa, «que está emparentada con Matilde». A finales de los años ochenta empezó a frecuentar a la veterana socialista y de ahí surgió el libro 'Cartas de doña Nadie a don nadie', un título que se incluye en el presentado ayer. «Entonces vivía Matilde en el Hostal Valencia, y ella me iba dictando sus memorias a las que di forma de cartas», rememora Lara Ramos. «Aprendí mucho de ella, sobre todo de su experiencia y conocimientos», añade.
Matilde Cantos (Granada, 1898-1987) fue parte de aquella Granada de las tertulias de El Rinconcillo y El Polinario, «donde conoció a García Lorca, Fernando de los Ríos, Manuel Ángeles Ortiz, entre otros muchos». «Tenía muchas inquietudes culturales e intelectuales y era colaboradora de 'El Noticiero Granadino'», narra el biógrafo.
A pesar de pertenecer a una rica familia de la burguesía granadina «siempre quiso ser independiente y ganarse la vida por sí misa, pero acabó casándose por exigencias sociales», cuenta Lara. «Uno de los momentos más duros de su vida fue la pérdida de sus dos hijos, que fallecieron al poco tiempo de nacer», comenta el historiador.
La búsqueda de nuevos horizontes la lleva en 1928 a Madrid, donde vivirá su ingreso en el cuerpo de funcionarios de Prisiones, el ingreso en el PSOE, la República y la Guerra Civil. «Intentó mejorar la calidad de vida de las presas y también las condiciones higiénicas y de vida de los barrios marginales madrileños», comenta Antonio Lara.
Fidelidad
Durante la Guerra Civil «formó parte del comité de mujeres contra la guerra y el fascismo, el que presidiera La Pasionaria, y asiste al congreso de París en 1937. Siguió los diferentes traslados del gobierno republicano y es en Barcelona donde fue nombrada inspectora general de Prisiones y directora del Instituto de Estudios Penales.
Su exilio se inició en Francia y con la ocupación nazi se traslada a México, «donde pasará treinta años dedicada a la colaboración en diferentes periódicos y al trabajo social en las cárceles». A finales de los años cincuenta solicita regresar a España, pero no fue hasta el año 1968 cuando se le concede y se instala en Granada. «En esos años contacta con la clandestinidad y colabora con los grupos de mujeres, y participa en los actos a favor de la autonomía andaluza», recuerda Antonio Lara. «En 1977 le ofrecen ocupar diversos cargos políticos, lo que rechaza para 'dar paso a la juventud', y fue muy crítica con la gente de su partido», añade. «Lo que no sabía es que fue expulsada del PSOE en los tiempos de Negrín, de manera unilateral durante un congreso del partido, pero la injusticia se ha enmendado y el pasado mes de octubre se le restableció la militancia», señala el especialista.
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