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INÉS GALLASTEGUI inesgallastegui@ideal.es
Martes, 16 de marzo 2010, 02:34
El profesor de Lengua y Cultura Chinas de la Universidad de Granada Javier Martín Ríos presenta en 'Cuaderno de Yunnan' un personal relato de sus viajes por una de las provincias más desconocidas del gigante asiático, situada al suroeste del país y fronteriza con Tíbet, Laos, Vietnam y Myanmar (antigua Birmania). Además de las peripecias del viajero, el libro describe los maravillosos paisajes naturales, el mosaico de culturas que es su población y las curiosidades locales, como la sociedad matriarcal del lago Lugu, el paraíso perdido de Shangri-la o la Montaña Nevada Meili, que alcanza los 6.740 metros de altitud.
Martín Ríos, director del Seminario de Estudios Asiáticos de la UGR, llevaba cuatro años residiendo en China cuando aterrizó en Kunming, la capital de Yunnan, en cuya universidad estudió durante dos años y medio. «La gran diferencia de esta provincia es la presencia de las minorías étnicas -subraya el profesor-. En China hay 56 etnias, pero el 92% de la población es han. Por ejemplo, casi todos los que viven en España son han. En Yunnan hay 26 etnias, cada una con su propia lengua o dialecto y algunas con su propia escritura». Eso se refleja en sus costumbres, sus leyendas, sus tradiciones o su forma de vestir.
Yunnan, recuerda Martín Ríos, no tiene nada que ver con el frenético crecimiento económico de las ciudades de la costa china. Las zonas rurales permanecen como suspendidas en el tiempo, dedicadas a la agricultura o la pesca, aunque la actividad turística va en aumento. La provincia se encuentra fuera de los tradicionales circuitos turísticos -Pekín, la gran muralla, los guerreros de terracota de Xi'an, Shanghai, Hong Kong...-, pero cada vez es más elegida por el turismo nacional como destino de fin de semana. «Y extranjeros cada vez hay más -admite-. La provincia es muy hermosa. El paisaje es realmente impactante; es uno de los lugares más atractivos de China. A las agencias no se les escapa nada».
Huellas de la revolución
El viajero tiene sentimientos ambivalentes hacia ese creciente interés de los visitantes por Yunnan: por un lado, teme que el turismo acabe con las maravillas ocultas de la provincia; por otro, reconoce que para la población local, sumida en la pobreza, la llegada de compatriotas ricos y de extranjeros es una oportunidad de progreso.
En muchos lugares de Yunnan se aprecian las terribles huellas de la «desastrosa» Revolución Cultural de Mao Zedong. «Entre 1966 y 1976 los guardias rojos hicieron muchísimos destrozos en el patrimonio. Se fueron al campo siguiendo literalmente la orden de acabar con lo viejo: destruyeron templos, obras antiquísimas, rayaron murales y pinturas... En otras ciudades de China se han hecho restauraciones, pero en muchos pueblos todavía no». Además, el propio crecimiento económico del país, salvaje y sin frenos, ha propiciado la destrucción de numerosos cascos históricos. Las ciudades de Dali y Lijiang son una excepción.
Algunas zonas de Yunnan conservan su naturaleza virgen gracias a las nefastas infraestructuras de comunicación. Por ejemplo, Martín describe como una aventura emocionante pero infernal la ascensión a las faldas de la Montaña Nevada Meili, en la frontera con Tíbet. Criado en las montañas de la Alpujarra, el autor asegura sentirse aquí «como en la infancia».
En su recorrido por Yunnan, el viajero granadino contó con la gran ventaja de ser uno de los pocos extranjeros capaces de hablar y entender el chino mandarín. Aunque los vecinos de más edad utilizaran otros dialectos, el idioma oficial de la República Popular le permitió disfrutar de la hospitalidad local. «Muchos hostales son en realidad casas, y en ellas te sientes como uno más de la familia -resalta-. Te invitan a comer y, como muchos nunca han salido de su pueblo, quieren saber cómo es tu país, sus costumbres.».
Tras su estancia en Yunnan, Martín Ríos residió en Shanghai, una estancia que describió en las páginas del diario narrativo 'Arde Shanghai' (Ed. Alhulia) en 2007. El abismo entre ambas regiones, la apartada y bella provincia entre montañas y la vertiginosa megaciudad costera, es un fiel reflejo de la China actual, un país de contrastes. «Hace tres años regresé. Tengo que volver, porque echo de menos esa tierra», confiesa el escritor.
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