Los 'últimos' del viejo San Cecilio
Los profesionales que trabajan en el antiguo Clínico, abierto para evitar el colapso por el Covid-19, han logrado la recuperación de más de cien enfermos. Así es la nueva vida del viejo hospital de Granada
José Palomino suma 960 meses de vida –tiene ochenta años–. El último, con algunos días de propina, lo ha pasado ingresado en el San Cecilio. No en el moderno hospital del Campus de la Salud, del que depende, sino en el viejo Clínico de la avenida de Madrid, que se cerró durante dos años y que se reabrió el pasado 26 de marzo, en plena alerta sanitaria, para aliviar la presión de enfermos de coronavirus y evitar el temido colapso sanitario en Granada. Por la segunda planta, donde se centra la actividad asistencial, han pasado unos ciento veinte ingresados: se han curado más de cien; diez, los diez 'últimos', siguen aún hospitalizados. Entre ellos don José Palomino. «Nunca he tenido miedo a nada; ni tan siquiera a la muerte», asegura el bueno de don José con la voz entrecortada mientras le toman la temperatura y le miden la presión arterial. Su evolución es favorable. Está a la espera de los resultados de una nueva PCR. Si está limpio del bicho, regresará a casa, a la residencia donde está viviendo en Loja. Entonces, con todas las prevenciones del mundo, tendrá la oportunidad de ver a su hijo, su nuera y su nieto en persona. Ahora lo hace a través de una tablet. «¡Quién nos iba decir que nos comunicaríamos así con la familia!».
La última hora de Granada
Demetria Lorente, otra de las pacientes, también estaba ansiosa de volver con los suyos –sí, en pasado porque recibió el alta el mismo día que se hizo este reportaje–. Llevaba un mes y algo encamada tras detectarle Covid-19. Un mes de angustias y de esperanzas. Un mes. Sólo tenía palabras de agradecimiento para el personal sanitario. «Me han tratado muy bien». Y es que la profesionalidad no se mide tan sólo en magnitudes de capacitación y solvencia para atajar esta puñetera enfermedad que ha desestabilizado el mundo. Se mide también en empatía, cariño y detalles. Detalles como el precioso ramillete de flores frescas que una doctora puso junto a la ventana por la que Demetria miraba la calle en esos largos días de incertidumbre, dolencias y desvelos.
Detrás de esta nueva vida del San Cecilio hay mucho trabajo y también muchas emociones. Entre las artífices de esta 'maniobra de resurrección', Lola González y Cristina Jiménez, supervisoras del área de Enfermería. Ellas fueron las encargadas de echar el cerrojo al Clínico hace dos años y ellas fueron las encargadas de volver a abrirlo. «El día que mi directora me lo dijo y que la persona elegida era yo, me tembló todo el cuerpo; sentí entre miedo y satisfacción, pero mi respuesta estaba muy clara: cuenta conmigo», recuerda Lola. Sólo puso una condición, que Cristina se fuera con ella. Y se fue. «Profesionalmente –comenta Cristina– ha sido un reto y lo sigue siendo». «Nos hemos visto envueltos en una situación inesperada y desconocida, para la que no estábamos preparados, y esto ha supuesto hacer uso de todos los recursos que teníamos a nuestro alcance». «Emocionalmente –prosigue– ha sido una lucha contra la desesperanza y la tristeza, pero la hemos afrontado con entereza, ilusión y mucha satisfacción al comprobar que hemos sido capaces». «Estos dos meses me han recordado cuánto me gusta ser enfermera».
Día a día
El día a día ha sido durísimo para Lola y Cristina y para todos sus compañeros, cien en total. «No era la primera unidad que poníamos en marcha –cuenta Lola–; hacerlo fuera de tu entorno complica bastante las cosas». Y es que había que formar un equipo desde cero. «Teníamos que transmitir el 'espíritu del Clínico», dice Lola. Actualmente la máquina funciona a la perfección, en coordinación con el PTS. Bajo el punto de vista de Cristina, la habilitación del antiguo Clínico ha sido fundamental para que el sistema no se bloqueara, teniendo en cuenta que las hospitalizaciones son largas –entre los que han ganado la batalla al bicho en el vetusto Clínico, un hombre de 98 años–. «Siempre mejor esto que un hospital de campaña en una feria de muestras», asevera Cristina.
Las dos, Lola y Cristina, han vivido experiencias muy intensas en estas semanas. Como observar las caras de felicidad de los pacientes cuando contactan con los suyos a través de vídeo conferencias. «Esos momentos de felicidad son impagables». «La mayoría son mayores que nunca han usado un móvil», refiere Lola, quien tampoco olvidará la angustia de haber perdido a algún paciente, «que se han marchado sin estar rodeados de sus seres queridos». Cristina se queda también con la solidaridad de los granadinos, «que ha sido enorme, con los centenares de donaciones que hemos recibido, y con todos los ánimos y muestras de apoyo en forma de aplausos, canciones, dibujos y cartas. Mil gracias a todos».
Pese a que las gráficas muestran una evolución favorable respecto a la incidencia del Covid-19, un virus completamente desconocido hasta hace cinco meses, tanto Lola como Cristina insisten en que no es el momento de bajar la guardia. Todo lo contrario. «Hay que hacer un llamamiento a la responsabilidad y el autocontrol», recalca Lola. «Este patógeno permanecerá con nosotros mucho tiempo y debemos aprender a vivir con nuevas normas, e integrar en nuestras vidas comportamientos como lavarnos las manos con mayor frecuencia, llevar mascarilla y mantener la distancia social». En idénticos términos se expresa Cristina. «Quiero pedir a los ciudadanos que sigan haciendo un esfuerzo y nos ayuden tan bien como lo han hecho hasta ahora; esta lucha es de todos y sólo si todos vamos a una, lo podremos conseguir». Tras apelar al recuerdo de todos los que se fueron, Cristina insiste en que no hay que permitir ningún retroceso. «Sigamos adelante porque juntos venceremos».
«Ha sido una suerte tenerlo»
Manuel Reyes, gerente San Cecilio, es otro de los profesionales que ha estado detrás la entrada en funcionamiento del Clínico. «Granada tenía la suerte de contar con un hospital de gran capacidad que había estado plenamente operativo hasta 2018». Esto suponía, según Manuel Reyes, «una clara ventaja para la provincia». «Era el lugar natural e ideal para crecer y dar una respuesta a las necesidades en tiempos de pandemia», subraya. «Otra de las metas de futuro, compartida con la Delegación y la Consejería, es lograr la apertura de este centro para que sea el recurso definitivo en materia sanitaria para la atención a crónicos». Además, está previsto que en estas instalaciones se ubique la Comunidad Terapéutica de Salud Mental, que hoy día se halla en Alfacar. Las obras de adecuación de este espacio para que se haga efectivo este traslado ya van muy avanzadas.
«Este edificio puede dar mucho de sí. Ha sido pasado, es presente y debe de ser futuro para la ciudad», resalta Manuel Reyes, quien reseña el enorme significado que ha tenido la reapertura del viejo Clínico como extensión del nuevo en el PTS. «Aquí están nuestras raíces, es la antigua casa de la que nos mudamos hace dos años». Una sensación y un desafío que, según el gerente, se suma a «los momentos más exigentes que hemos vivido en toda nuestra trayectoria». El peso de la responsabilidad y la necesidad de hacerlo bien y rápido, «a un ritmo vertiginoso», han sido unas constantes en la gestión de esta crisis, confiesa el responsable del San Cecilio. No tiene dudas. Este hospital ha sido el colchón que se necesitaba en el periodo más crítico de la infección por Covid-19. «Fue la mejor decisión que pudimos adoptar desde el comité provincial, liderado por la Delegación de Salud, para dar una respuesta coordinada».
La neumóloga Emilia Navascues explica que la segunda planta del antiguo Clínico, con un total de cuarenta y ocho camas disponibles, se ha convertido en una sala de hospitalización más del PTS. La tercera también está preparada para un uso eventual, en el supuesto de que se produjera un repunte del Covid-19 –por ahora no ha sido necesario utilizarla–. «La mejor opción fue desplazar hasta aquí a los contagiados cuya situación era estable, pero que precisaban todavía de cuidados o aislamiento, y no podían ser dados de alta para marcharse hasta su lugar de residencia por diferentes motivos». ¿Hasta cuándo habrá ingresados? Una pregunta imposible de responder con exactitud. Cada afectado necesita su tiempo de recuperación. Lo que sí está claro es que gracias al desahogo que ha supuesto estas 'nuevas' instalaciones se pueden reiniciar progresivamente los servicios convencionales en el PTS.
«Hemos funcionado sin ninguna incidencia negativa»
Según Antonio José Martín, uno de los facultativos trasladados hasta el viejo Clínico como extensión del hospital del PTS, «el buen funcionamiento en estas instalaciones ha sido posible gracias a la colaboración de muchos profesionales». Entre ellos, la doctora Giner y el doctor Hernández Quero. Además de tres médicos del servicio de Medicina Interna y de Atención Primaria, ha habido apoyo de residentes y especialistas del hospital de Loja. «La atención con presencia física durante veinticuatro horas y la mayor complejidad que conlleva atender a estos pacientes, por las medidas de protección que precisa, requiere contar con recursos humanos extra», asegura Antonio José Martín. «La implicación y absoluta disposición del personal de enfermería, auxiliar, admisión… ha sido encomiable; gracias a ellos este centro ha afrontado el día a día sin ninguna incidencia negativa», destaca Antonio José Martín.
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