«El trastorno bipolar es la enfermedad del alma, te hace caer en picado o sentirte un dios»
Pacientes granadinos luchan por derribar los prejuicios hacia una enfermedad mental que lleva a alternar episodios maníacos y depresivos con periodos de ánimo normal
Perdido. Sin salida. Solo. Así se sentía Enrique desde que abría los ojos al salir el sol hasta que los cerraba para hacer descansar su ... cuerpo, pero nunca su mente. Nada tenía sentido. Y continuar con su vida, mucho menos. Tan honda era la cueva en la que sus sentimientos le habían enterrado que para él, u muerte, que ya sentía aún estando vivo, era una realidad. Por eso, se pasaba el día buscando lápidas, consultando si sería posible que su féretro tuviera luces de led o preparando una lista mental de la gente que debería estar en su entierro. Fue al médico y le mandaron una medicación para esto. Y, de repente, sus ánimos volaron tan arriba que se creyó dueño del cielo. «Llegas a pensar que eres un dios. Que puedes hablar con la Virgen, que ves cosas que no existen», comenta el joven granadino. Y ese es el momento en el que los médicos se dan cuenta de que lo que tienen ante sus ojos no es un paciente con depresión, sino que se trata de un trastorno bipolar.
«Lo primero que te dicen es que es una enfermedad mental grave y que es para toda la vida», explica. Tanto para él como para Manuel y Mari Luz, enterarse de que tenían ese trastorno fue un duro golpe que les hizo sentirse frágiles y desamparados. Pero poco a poco todo cambió. «Ahora, me siento completo y feliz. Soy una persona como cualquiera que esté pasando por la calle ahora mismo. Por eso, la gente tiene que saber que es una enfermedad complicada cuando no te la controlan, pero que con la medicación adecuada, puedes tener una vida plena y normal», incide.
«Esta es la enfermedad el alma, porque te toca directamente a los sentimientos y es lo que te altera. Te hace caer en picado o te hace subir tan arriba que te hace creerte un dios», afirma Manuel con una media sonrisa. Él padece este trastorno desde los 28 años, pero gracias a su mujer, su hija y, ahora, sus nietos, su vida es feliz y llena de positividad, como la de cualquier otra persona. «Yo he podido dar clase durante años sin que pasase nada, pero es verdad que existe un estigma sobre nosotros. La gente piensa que estamos locos, que somos asesinos o malas personas, pero no, solo tenemos una enfermedad mental que se trata y que si se controla no te impide hacer nada», señala Manuel.
Componente genético
El trastorno de bipolaridad tiene un amplio componente genético, tal y como explica la presidenta de la Granabip, pero existen distintos detonantes que hacen que este trastorno aparezca o no. En el caso de Mari Luz, su hermana también es bipolar, al igual que más miembros de su familia, por lo que el componente genético estaba ahí.
Pero el detonante definitivo fue la depresión en la que cayó tras sufrir dos abortos y perder el negocio que había abierto con la ilusión de que fuera todo un éxito. «Yo llegué a estar un mes sin ducharme. No salía de la cama y solo quería dormir. Me sentía en un bucle de tristeza del que parecía que nunca saldría, pero lo conseguí», relata.
Para Enrique, todo comenzó con el consumo de sustancias estupefacientes. Desde muy joven, empezó a consumir drogas «duras» de forma continua, lo que incentivó que apareciera ese trastorno de bipolaridad, que padece también otro pariente suyo. A esto se sumó que, después de haberse comprado una casa en Ibiza y haber conseguido un buen trabajo allí, de forma repentina perdió el empleo y tuvo que volver a su pueblo con una mano delante y otra detrás.
«Cuando estás en el periodo maníaco, sientes que puedes con todo. Tu cabeza va a una velocidad increíble y no paras de hacer cosas. Parece que todo te va a salir bien y que estás preparado para todo», indica Mari Luz. A esto añade: «Pero también te da por gastar mucho dinero, por hablar con todo el mundo sin conocerlo, por no dormir más de tres horas y no encontrar nada que te frene». Ahora, sin embargo, todos ellos tienen vidas felices. Sus días son suyos y de nadie más. Y sus sentimientos también. Pero aún les falta algo: que el mundo les reconozca, les comprenda y les respete. Que se eliminen los prejuicios que existe sobre su enfermedad.
Señalados
«Cuando alguien tiene este tipo de trastorno mental, ya está señalado por su alrededor. Pierden trabajo, el apoyo de mucha gente y hay gente que no quiere tener ningún tipo de relación con ellos por su enfermedad. Y eso es lo que hay que cambiar. Lo que ellos necesitan es que estemos con ellos, que les queramos y les ayudemos a salir adelante», señala al respecto Marisol Casas.
La presidenta de Granabip afirma que el 4% de la población sufre de este trastorno. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad afecta a alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo y se caracteriza por la alternancia de episodios maníacos y depresivos separados por periodos de estado de ánimo normal. «Hay que dejar claro que ellos no son unos asesinos ni unos delincuentes. Pasan por cosas muy duras y por emociones muy complejas». Junto a esto señala: «En la asociación, al final, lo que hacemos es salvar vidas, porque muchas veces están tan mal que quieren acabar con todo. Pero para eso estamos nosotros, para ayudarles y esperamos que algún día la sociedad también esté ahí para ellos».
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