Ver fotos
La Tarasca (y el alcalde), en funciones
La pandemia obligó de nuevo a la Pública de las 'no fiestas' a recortar su agenda hasta dejarla reducida a su mínima expresión
Amaneció morboso el día de la Tarasca. Al menos, para el gremio periodístico. La Pública, la principal agitadora de unas fiestas del Corpus que ... por segundo año consecutivo no han podido ser por culpa del coronavirus, debía competir con las tribulaciones del ciudadano y alcalde de Granada, Luis Salvador, al que le están deshojando la margarita de si permanecerá en el cargo o tendrá que hacerse el 'harakiri' político para que sea otro corporativo el que coja las riendas del Ayuntamiento hasta las próximas elecciones municipales.
Publicidad
Con este excitante argumento como premisa (parece salido de la mente de un guionista de series) no fueron pocos los que se llegaron hasta la Plaza del Carmen para obtener la respuesta a una duda casi existencial: ¿Atraerá a más gente la curiosidad por ver el traje de la Tarasca, que es lo que manda la tradición, o por contemplar el que le están haciendo al regidor capitalino sus hasta ahora socios de gobierno?
La pregunta no es baladí. Las peripecias de Luis Salvador han hecho correr unos ríos de tinta en los últimos días que habían orillado el protagonismo del maniquí que, cada año por estas fechas, cabalga al dragón para simbolizar que el bien pisotea al mal.
En teoría, la Tarasca partía con desventaja. Se había hablado poco de ella y mucho del '2+2', esa suma endiablada que más parece una ecuación irracional.
Además, y al igual que ocurrió en el desdichado 2020, la Pública de las 'no fiestas' del Corpus se vio obligada a recortar su agenda de actividades hasta dejarla reducida a su mínima expresión por culpa del maldito coronavirus. Es como si estuviera en funciones, que es esa situación en la que solo se pueden hacer cosas de trámite y está prohibido acometer empresas de enjundia. Algo parecido a lo que le sucede al alcalde, que formalmente tiene el poder, pero realmente lo ejerce poco.
Total, que la comitiva se limitó a salir a la Plaza del Carmen y ahí se quedó para que el pueblo, como es costumbre, la admirase o la criticase.
Al igual que el año pasado, en el que la Tarasca se vistió de enfermera para homenajear a los sanitarios, no hubo desfile por las calles Reyes Católicos, Plaza Isabel la Católica, Gran Vía de Colón, Cárcel Baja, Pie de la Torre, Capuchinas, Plaza de la Trinidad, Mesones, Puerta Real y regreso al punto de partida.
Publicidad
Faltaron otra vez los gritos y las carreras de los niños y los adolescentes, los vejigazos de los cabezudos, las risas, el guirigay, los esporádicos lanzamiento de huevos (unos ataques que, tiempo ha, impusieron la necesidad de dotar a la Pública de una escolta de policías de paisano)... En definitiva, todas esas pequeñas cosas que hicieron grande a la Tarasca a lo largo de los siglos, los detalles que la convirtieron en la reina del Corpus.
Si todo va bien, que parece que sí, en 2021 volverá esa ruidosa y alegre rutina que tanto se echa de menos después de los aciagos meses de muerte y depresión que ha padecido el mundo.
Y, presumiblemente, habrá otro alcalde... Pero eso pertenece al futuro (al corto, medio o largo plazo).
Publicidad
En el presente, en el ahora, la muñeca, el dragón y su corte de gigantes y cabezudos formaron en la plaza del Carmen para exhibirse ante los incondicionales del Corpus, que no podían perderse otro año el siempre agitado debate sobre el vestido de la Tarasca, que, en términos generales, agradó al respetable. «Va de fucsia Rociíto. Me gusta. Es elegante», comentó una estudiante universitaria que, junto a varios compañeros de fatigas, se había tomado un respiro en la preparación de los exámenes finales para acudir al tradicional cotilleo sobre la Tarasca.
Como es natural, no hubo tanto público como cuando la normalidad era la norma (valga la redundancia). Pero la gente agradeció la presencia en la calle de la comitiva como si fuera el anuncio de que el tiempo del coronavirus está a punto de caducar. «Mira, hijo, lo de ver la Tarasca es una excusa para salir, porque hemos estado tanto tiempo encerrados que tenemos las cabezas atontadas. Es una alegría verla», confesaba una mujer mayor, mientras se hacía un 'selfie' con el popular maniquí como motivo central y la música de la Banda Municipal, que ofreció un concierto en vivo y en directo, elevaba el ánimo de los asistentes.
Publicidad
¿Y el alcalde? Pues se dejó querer por algunos ciudadanos mientras brujuleaba por la plaza del Carmen. Pero la mayoría estuvieron pendientes de la Tarasca. Para morbo, el suyo.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión